Quizás exorcismo, quizás ejercicio de reflexión. De cualquier manera, no son más que palabras que se unen en un lúdico baile (sin pretensiones ni egolatrías).
martes, 20 de marzo de 2012
La campaña... un culto a Satanás
Los insultos parecen reproducirse a cada instante. De tan seguidos, daría la impresión de que han robado unas alas para poder ir y venir sin ningún problema. Todos los reciben y, aunque se molestan, los lanzan de nuevo hacia adelante para crear una interminable cadena de blasfemias.
La campaña electoral parece estar guiada por el mismísimo Satanás, ese del que tanto se habla y se duda, puesto que unos y otros se empeñan en mostrar lo peor que llevan dentro: desde la mezquindad hasta el odio, hemos visto todas las manifestaciones del mal.
De ahí que veamos cómo los pecados capitales se pasean orondos por un país que sufre y llora por la apetencia desmedida de unos políticos que no nos dan brecha ni para respirar. Tal es el afán por asirse al poder que son capaces de absolutamente todo.
Cual si fuera una doncella con la que desean cohabitar, muchos ven el poder con una lujuria tan desmedida que nos hacen dudar: ¿puede gobernar bien quien está obsesionado por gobernar? Ellos compran, venden, destruyen (honores, vidas, carreras, fortunas... se lo llevan todo por delante con tal de lograr lo que desean), chantajean; en fin, es poco lo que les falta por hacer.
Saciarse, nunca lo hacen. No importa lo mucho o poco que tengan. Siempre quieren más. A veces, incluso, sin hacer demasiado esfuerzo: desean que todo llegue a ellos, como caído del cielo, sólo por mero hecho de creer que son tan buenos que tienen que merecerlo. He ahí las reminiscencias de la gula (sentido figurado) y la pereza, que parece ser el alma de unos tantos.
Pero si de pecados hablamos la avaricia es la reina de este cuento. Demasiados buscan enriquecerse, lograr los millones ocultos detrás del mal pero deseado Gobierno que se instalará después del 16 de agosto: hay quienes, incluso, lo dicen sin pudor. Cualquier parecido a los que se irán millonarios es, lo juro, una maldita coincidencia.
Aún no sabemos qué será de nosotros dentro de poco menos de dos meses. Pero desde ya se sienten los dejos de la envidia que corroe a algunos grupos. Su peste, que todo lo alcanza, se hace tan latente que de verdad molesta.
Sé que nadie querrá reconocerse en estas líneas. La soberbia no les permitirá verse en el espejo de esos seres miserables en los que se han convertido. Personas, si es que una vez lo fueron, capaces de vender hasta a los suyos por conseguir lo que desean.
He ahí cuando viene a cuento aquella manida expresión de que "el fin justifica los medios". Oh, de gente tan ciega que no ve que está perdiendo lo más importante en medio de una batalla que probablemente pierdan. ¿Qué harán si no logran alcanzar su meta? Seguramente, tomarán de la mano a la ira y entonces, complacido y orondo, Satanás reirá. El último de los pecados estará servido.
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