jueves, 30 de diciembre de 2010

Adiós, 2010; de verdad te quise

La brisa parece llegar como una reminiscencia de lo que habría de marcharse irremediablemente. Como ella, presente pero extraña, había cosas que sabía muy bien que no durarían mucho tiempo más. Y se fueron.

Este año, que ya languidece por segundos, ha sido un año de decir adiós. Son muchas las pèrdidas. Todas, sin embargo, han tenido un porqué. Por ellas quiero brindar para despedirme del 2010.

Aunque podría haber dejor de tristeza en mis palabras, porque en mi corazón ella está presente hoy, quiero encarar la llegada del 2011 con alegría: la despedida será optimista porque así quiero que sean los próximos 365 días.

Hoy no voy a pensar en lo que quedó en el tintero. Todos tenemos mil sueños que se desvanecieron y cientos de promesas que no cumplimos o no se cumplieron. Pero todo, realizado o no, trajo consigo un aprendizaje. Con eso me quedo este 31 de diciembre: con las importantes lecciones que he guardado en mi baúl con la idea de poder volver a ellas cuando sea necesario.

Pese al adiós, hoy estaré con una sonrisa. Aunque te quise, y lo quise, les dejo atrás con la certeza de que he hecho lo que tenía que hacer. Gracias por el tiempo juntos, gracias por todo lo que me diste y me quitaste. Gracias por darme la oportunidad de ser mejor. Hasta pronto. Cuando el tiempo pase, y vuelva a ti, sabré que fuiste grandioso. ¡Gracias por todo, 2010!

lunes, 27 de diciembre de 2010

Porque todos somos Hamlet


Muchos nunca antes habían escuchado hablar de él. Por ello, como suele suceder cuando hay una gran dosis de desconocimiento, vienen a acusarle de ser un traje de moda. Al hacerlo, buscan banalizarle para poder echarle al ostracismo.

Esas voces que se levantan contra él tienen diversos tonos. Todos, sin embargo, parecen cobijarse tras la seguridad y el sosiego de un cheque oficial. Pocos, muy pocos, están en su contra de manera independiente.

A estas alturas hablar del reclamo del gasto en Educación parecería una necedad. Hay quienes entienden que, con el presupuesto aprobado, hay que cerrar el tema y continuar la vida. Ya quisieran, desde el gobierno, que fuera así.

La mejor muestra del "odio" que sienten los funcionarios por quienes enarbolan la bandera de que se disponga el 4% del Producto Interno Bruto (PIB) a Educación, tal como establece La Ley 66'97 que regige el sistema educativo preuniversitario, se ha visto en casa de Hamlet Hermann, quien decidió pintar la verja de su casa de amarillo y con un 4% en negro: desde Palacio le presionan para que borre la pintura.

Quien conoce a Hamlet sabe que no lo hará. Por eso, amén de que se trata de un guerrillero que no le teme a nadie, sorprende que haya quienes estén intentado ejercer su poder sobre él. Con esto lo único que logran es desacreditar a un gobierno que cada vez más se gana la fama de intolerante.

Pero esa intolerancia, que se cobija bajo el absurdo, está llena de mentiras. La primera de ellas es pretender decir que la sociedad no había reclamado antes por la inversión en Educación.

Si bien es cierto que el reclamo se ha masificado más, todos los que inciden en el sector saben que desde 1999 se han elevado las voces por la Ley de Educación, un instrumento que surgió precisamente por la lucha se libró porque se invirtiera más en esa área.

Posteriormente, empresarios, maestros, organizaciones de la sociedad civil y hasta políticos han reclamado constantemente que se cumpla la Ley. Producto de ello se hicieron tres planes decenales, un Foro Presidencial por la Excelencia Educativa y dos cumbres empresariales por la calidad de la educación, entre otros esfuerzos que reunieron a representantes de toda la sociedad. ¿Qué salió de ahí? Programas que no se cumplen por falta de dinero.

Pero el gobierno, ese que odia que le recuerden, no cumple ni soporta que se hable del tema. Por eso va contra Hamlet. Lo que olvida es que todos somos Hamlet. Por tanto, todos podemos cobrarle.

martes, 7 de diciembre de 2010

Leonel: un gran embustero


El viernes se marchó hacia Argentina para, a la sazón de la XX Cumbre Iberoamericana, decirle al mundo que está a favor de que los gobiernos de la región inviertan más recursos en educación.

Y entonces, mientras el país se viste de amarillo para exigirle que cumpla con la Ley 66'97 y destine el 4% del PIB al Ministerio de Educación, el presidente Leonel Fernández le da la espalda al compromiso que hizo frente a los mandatarios con los que compartió todo el fin de semana.

Aunque sabemos que él está acostumbrado a ello, resulta indignante que en la Cumbre se comprometiera a "reforzar los compromisos asumidos en torno al incremento de los presupuestos en educación" pero que su respuesta ante el país sea que destinará "como mínimo el 30% de los ingresos adicionales que obtenga por encima de las recaudaciones estimadas en el Presupuesto General del Estado del 2011, al sector educación para la construcción, remodelación y equipamiento de aulas”.

Con esto -que sólo habla de construir, remodelar y equipar aulas- Leonel no sólo le da la espalda a un reclamo del 91% de la población dominicana, tal como recoje la encuesta Gallup-Hoy, sino que olvida otro de los párrafos de la cumbre: atender las resoluciones aprobadas en la XX Conferencia Iberoamericana de Ministros de Educación, en los términos de desarrollo,
concreción, costos, sistemas de evaluación y compromisos".

En esa cumbre aprobaron como instrumento concertado para abordar los principales desafíos educativos de la región, el programa “Metas 2021: la educación que queremos para la generación de los Bicentenarios”, un documento que resalta la necesidad de invertir más recursos en educación.

Para Leonel eso es sinónimo de dar lo que le sobre sobre lo que proyectó en el Presupuesto del 2011. Ahora bien, ¿qué pasará, como ha sucedido en los últimos tres años, si no existe superávit? El Presidente se disculpará jugando a decir que le duele no poder dar más recursos.

Hay que reconocer que la jugada presidencial es bastante buena. El problema es que no todos somos idiotas. Por ello, rechazamos esta nueva apuesta de Leonel. Ya está bueno de que quiera jugar con nosotros y nos siga prometiendo aquello que sabe que jamás llegará.