viernes, 23 de septiembre de 2011

La producción nacional, ¿será una evocación?


Evocar su aroma, cuando no está, es perderse en un mundo de sensaciones. El recuerdo, intenso, parece traerle de repente.

Así, como la evocación que nos lleva al deseo, parece que terminará siendo el café dominicano. Y es que ahora, contrario a lo que sucedió en las décadas de los años 70 y 80, el país se ha convertido en un importador de café.

Pero no sólo es el sector del café que está en crisis. Los arroceros sufren por las importaciones y el cambio de precio, mientras los lecheros advierten que también podrían entrar en crisis.

Con la producción nacional en franco deterioro, es justo que las autoridades revisen la política agropecuaria que están llevando a cabo porque es muy evidente que algo está fallando.

No sé si es que están esperando que los sectores más vulnerables terminen por desaparecer. Sé que dirán que peco de exagerada. Pero de los 70 mil productores cafetaleros que había en los 70 hoy quedan apenas 14 mil. Las tareas que antes se dedicaban a su siembra hoy ven árboles frutales o ganado.

La vida de agricultores no es fácil. Tienen que lidiar con la falta de crédito, los antojos del clima, un mercado inestable y un gobierno que del que no saben qué se puede esperar.

Mientras eso sucede, nosotros nos preocupamos por los precios mundiales de los alimentos. Buscamos apoyos internacionales porque eso es lo que importa ahora y nos hacemos los suecos con lo que sucede en el país.

Vale pensar en qué precio se va a controlar si desaparece la producción local. ¿No debemos primero evitar esa desgracia? Me resisto a evocar.

viernes, 16 de septiembre de 2011

Donemos también horas amarillas



Las maderas parecían bailar. Dentro no había casi nada. Una mesa, algunas sillas y un sofá que en otros tiempos debió tener personalidad. Todo hablaba de pobreza. Los niños no iba a la escuela y la madre, preocupada, buscaba a alquien que les enseñara a leer y a escribir. Fue así que llegamos hasta esa casita, con la intención de lograr dejar en esos pequeños algo de aquello que nos sobraba: la pasión por leer y escribir.

Por aquellos días, en que corría el año 1991, muchos de los estudiantes de cuarto año de bachillerato hacíamos las famosas 60 horas de obra social alfabetizando (los que no sembraban árboles y, en ocasiones, se hacían ambas cosas).

Intentar que esos niños aprendieran fue arduo. Nada más difícil que enseñar cuando no tienes paciencia y el ímpetu de la juventud te da toda la arrogancia que hace falta para no darse cuenta que el que está mal es uno. Es por ello que, tras algunas jornadas y horas de lucha, al final no completé el objetivo.

Veinte años después, todavía con la culpa de no haber terminado de enseñar a esos niños, creo que ha llegado la hora de cumplir con esa obligación. Y es que, al pensar en la situación en que está la educación del país, creo que cada uno de nosotros debe comprometerse a ayudar.

Leyendo la convocatoria para la caminata nacional por la educación me quedé pensando en lo que significa que "donemos" nuestros pasos (lo siento por el cliché): es elevar nuestra voz y decir que queremos que se dé un 4% a Educación. Pero, ¿qué hay después de eso? ¿Nos vamos a casa, felices por aportar, y lo olvidamos?

Hoy quiero hacer una propuesta que vaya más allá de reclamar, que represente más para la sociedad: donemos horas amarillas a las escuelas para así, a través de lo que sabemos hacer, podamos ir mejorando el sistema educativo.

¿Se imaginan un médico dedicando algunas horas a la semana o al mes dando clases de anatomía en un aula? ¿O un ingeniero dando matemáticas o física? Todos tenemos alguna fortaleza, algo que enseñar. Si lo hiciéramos, a través de un programa de voluntariado y habilitación docente que se prodría gestar en el Ministerio de Educación, haríamos algo maravilloso por la República Dominicana. Pensémoslo. Donemos nuestro tiempo.

jueves, 15 de septiembre de 2011

Mientras nos lastiman, hablamos de especulación

El escenario era impresionante. Hecho para brillar, le daba un aura de grandeza a su alocución. Y él, que parece regodearse en la vanidad, lucía tan desenvuelto y seguro que se veía formidable.

Aunque siempre es un gusto verlo hablar, amén de que no todos lo entiendan, el lunes todo se gestó para que el presidente Leonel Fernández mostrara al mundo que no hay teoría que se le resista.

La clase de economía fue muy buena. En eso han coincido muchos. Leonel demostró que domina el tema, ese que ahora ocupa tanto su agenda que le ha hecho olvidar otras cosas.

En estos días hemos visto que el Presidente ha enviado misivas a los rincones más perdidos del mundo para pedirle a presidentes, reyes y líderes que se unan para combatir la especulación en los precios del petróleo y los alimentos en los mercados financieros. Para ello irá al corazón de la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU), donde propondrá crear una comisión reguladora que evite esta especulación.

Mientras el Presidente se ocupa de ese asunto, muy importante porque “aumenta la cantidad de pobres en el mundo y amenaza la gobernabilidad”, se olvida de otro fundamental: el de la seguridad ciudadana.

Si bien es cierto que el petróleo nos golpea, es peor que no podamos salir de casa. Pero ese, aparentemente, es un tema demasiado local y pequeño para un líder tan grande que necesita amplios escenarios.

Hoy confieso que me gustaría ver a un Leonel Fernández más pequeño, menos teórico y más llano, que se siente a hablarnos de lo que nos lastima cada día. Que piense en nosotros, no en él.

martes, 13 de septiembre de 2011

Cuánta sangre veremos derramar



Hoy lastima leer el periódico. Como desde hace días, la sangre parece salpicarnos a través de cada letra, cada imagen que nos habla de los que han caído. Ya nuestro país dejó de ser el que fue. Atrás quedaron los días en los que la tranquilidad formaba parte de nuestra cotidianidad.

La violencia se ha enquistado en nuestra sociedad y cada amanecer nos sorprende con nuevas historias de dolor. Algunas se tiñen de ese velo desgarrador que cubre la violencia intrafamiliar, esa a la que por años no le hemos hecho caso por aquello de que es algo muy íntimo y personal. Hoy hay que mirar de frente esa realidad. Ya no se trata de un caso aislado en el que el marido golpeaba a la mujer y todos daban la espalda. Estamos hablando de que permitirlo es la antesala de la muerte.

No sé qué más tiene que pasar en este país para que nos demos cuenta que estamos mal. Tampoco sé qué esperan las autoridades, el gobierno, para hacerlo algo real. Porque, ¿nos van a decir que el encuentro en Santiago es la panacea de nuestros males?

Es importante que, ante los casos de sicariato que se han registrado allá, se hable del problema que afecta a esa región. Pero ahí no queda la cosa. No pueden despacharnos diciendo que es un asunto de orden mundial que los carteles de la droga se han enquistado en la zona Norte. Eso no es suficiente.

A nadie se le ocurrió decirnos cosas que esperábamos escuchar. Por ejemplo, ¿qué pasa con los atracos a toda hora? ¿Qué van a hacer con los delincuentes que se roban una vida por cualquier objeto de escaso valor? ¿Y qué de la gente que está dispuesta a matar por cualquier pleito conyugal? No hemos escuchado respuestas a ninguna de esas situaciones. Nos dijeron que llevarán un departamento de inteligencia a Santiago, 25 motores, uniformes y equipo de comunicación. Con eso, ¿resolverán el problema?

Quizás a Santiago le ayude un poco. Al resto del país, sin embargo, no. Pero nosotros no hemos sido escuchados. Puede que el gobierno no vea lo que sucede en muchos barrios de la capital y el interior del país.

Tal parece que la seguirdad ciudadana tiene dos aristas muy claras. Una es la del gobierno, que sólo ve el sicariato y los crímenes del narco. Otra es la nuestra, la que sufrimos los ciudadanos que ya no nos sentimos seguros. Da pena que hayamos dejado la paz a un lado. Peor aún que el gobierno, que debe darnos una respuesta, calle tanto.

lunes, 5 de septiembre de 2011

La carta de Grimaldi al Presidente

Los 838 millones de dólares perdidos en los primeros 10 años de Cogentrix El Embajador Víctor Manuel Grimaldi Céspedes, en carta dirigida al Presidente Leonel Antonio Fernández Reyna, le recuerda que durante los primeros diez años de vigencia del contrato de electricidad con la firma Cogentrix el Estado Dominicano perdió 838 millones de dólares, suma con la cual pudiesen haber sido resueltos muchos problemas nacionales, entre ellos algunos del sistema educativo. La carta al Jefe del Estado del Embajador Grimaldi Céspedes está dirigida con motivo de la controversia que ha producido el caso del cobro de una deuda por tres millones de pesos al dirigente peledeísta Euclides Gutiérrez Félix. El texto de la correspondencia es el siguiente: ‘‘Excelentísimo Señor Presidente de la República Doctor Leonel Antonio Fernández Reyna Muy Distinguido y Estimado Amigo: Desde aquí, con los anteojos que permiten ver a distancia, observo con la preocupación de muchos dominicanos y dominicanas el momento de transición política que se comienza a vivir en el territorio que el profesor Ramón Casado Soler, autor del himno de cumpleaños ‘‘El Regalo Mejor’’, con acierto llamaba ‘‘el País del Amor Eterno’’, por nuestros orígenes, por nuestra bandera con la Biblia y la Cruz de la redención y el amor de Jesucristo. A Usted, las circunstancias, los procesos socio-políticos y el visto de bueno de dos grandes liderazgos nacionales, por fortuna o destino, pusieron en 1996 sobre sus hombros una responsabilidad que ha sabido llevar más bien que mal, a pesar de todas las circunstancias adversas que ha enfrentado en esta última etapa de su carrera gubernativa que ha de concluir, si Dios es invocado siempre, en provecho del pueblo dominicano y de sus éxitos particulares. Le escribo para referirme a las nuevas escaramuzas que se han estado presentado recientemente con algunos ‘‘comunicadores sociales’’ y el Gobierno. Las observo desde lejos, y me recuerdan los desencuentros y recriminaciones que algunos destacados periodistas sostuvieron con regularidad durante muchos años contra el profesor Juan Bosch a partir del mes de diciembre de 1972, cuando entonces Usted, que ni apenas llegaba a sus 19 años por cumplir, no soñaba lo que le ha tocado hacer como político en el 2011. Toda esa animosidad negativa se originaba en el hecho cierto de que quien era entonces el líder del Partido Revolucionario Dominicano, Juan Bosch, hizo salir de su casa en la calle César Nicolás Penson No. 62 de Santo Domingo al reportero de Ultima Hora que había acudido a una rueda de prensa convocada por Bosch, y sucedía que Ultima Hora era un medio que por esos días realizaba una campaña sistemática de ataques contra Bosch como puede comprobarse en la colección del Archivo General de la Nación. La adnimalversión contra Bosch se trasladó luego contra el Partido de la Liberación Dominicana, desde el mismo momento en que fue creado en el mes de diciembre de 1973. Sin embargo, como son las ironías de la vida, algunos de los que realizaban esas campañas desde Ultima Hora hoy son colaboradores suyos. Otros no. Por qué?, uno se pregunta. Usted, recordando sus cátedras de comunicación y sociología en la UASD, diría que esa es la libertad de elección. A mí por mi parte, me parece que hay que buscar las razones o motivaciones en cuestiones de fondo. Me explico: Hipolito Mejía y Domínguez gobernó cuatro años la República Dominicana después que Usted también había gobernado sus primeros cuatro años. El Presidente Mejía y Domínguez como gobernante tenía que actuar como gobernante y líder político. Antes, el Presidente Fernández Reyna también hubo de actuar como gobernante y líder político en sus primeros cuatro años de gestión. Algunos de quienes les conocieron antes de ser ambos presidentes alegaban que el uno y el otro separadamente habían cambiado la formar de actuar antes de llegar al Poder. Que no eran los mismos. Pero se explica esto debido a que en general la gente desconoce que un gobernante está condicionado por las circunstancias y las fuerzas socio-políticas que lo sostienen y permiten o le impulsan a tomar decisiones. Los grados de libertad del mandatario son limitados. Pues bien, en el caso suyo, resulta que ha estado gobernando ya otros siete años y ha de completar dos períodos adicionales en relación a su primera gestión 1996-2000, y es natural que esos ‘‘otros’’ con los que Usted coordializaba desde la cátedra, o con la amistad de las conversaciones casuales, o en sus relaciones públicas peledeístas en la oposición a Joaquín Balaguer, hoy se sientan resentidos porque sus recetas y sus ‘‘consejos’’ no sean los que hayan dirigido el Palacio Nacional y el Gobierno del PLD. Así, propician pesadillas morales al estilo del Comité de Salud Pública que llevó a la guillotina al monarca Luis XVI y a su esposa María Antonieta. Ahora Euclides Gutiérrez Félix pudiera haber sido el primer balón de ensayo de los nuevos giacobinos. No dudo que él haya cometido algunos errores conductuales que permitieran ponerle el mote de ‘‘sangrú’’ por un problema de carácter, de personalidad, de trato con las personas, pero pruebas para procesarlo por delitos graves no han sido presentadas hasta ahora en los tribunales. Una deuda por consumo eléctrico, Euclides aceptó negociarla reclamando sus derechos ciudadanos, como tantos lo han hecho y se logró el objetivo de convertirlo en piedra de escándalo, ‘‘porque Euclides no es simpático’’. Ahora bien, los que intentan resucitar la etapa del ‘‘terror’’ de la Francia revolucionaria, a la criolla, han omitido el verdadero meollo del problema eléctrico: el gran engaño o multimillonario fraude en dólares que ha enriquecido durante 15 años a quienes desde el sector público y el sector privado han manejado este negocio, en perjuicio del pueblo dominicano. Usted, que carga con la responsabilidad política, es una persona sana y desinteresada ajeno a manejos turbios. Me consta. Un caso, uno, es del de Cogentrix: En sus primeros diez años, sin contar los últimos cuatro, el Estado, en definitiva el pueblo dominicano, perdió 838 millones de dólares con este mal negocio, solo el de Cogentrix. Más de 23 millones de dólares perdidos cada mes. Eso es miles y miles de millones de veces lo que se le reclama compulsivamente a muchos dominicanos por facturas atrasadas de luz. Es dinero que pudo haber sido invertido en la educación. Los giacobinos criollos omiten enarbolar esa bandera. Simplemente se dirigen a reclamar la cabeza de Luis XVI y de su simpática consorte María Antonieta. ¿Por qué? Espero en otra ocasión poder abundar sobre este tema. Le saludo con respetos y un abrazo cordial. VICTOR MANUEL GRIMALDI CÉSPEDES Roma, Domingo 4 de septiembre 2011

jueves, 1 de septiembre de 2011

Y mientras unos sueñan, otros debemos pagar

La vida era un sueño. Aún no lo sabíamos. Ni siquiera nos imaginábamos lo complejo que sería creer. Por ello, hasta el trabajo era en ese momento un simple juego. Cada día, siendo bastante niñas, mi papá nos llevaba a la farmacia de mi tío Carmelo, por entonces en la Duarte, para que aprendiéramos lo que significaba ganarse la vida. Nada, nos decía, era gratis en esta vida. Fueron muchas las lecciones que aprendimos en aquellos veranos. Desde el significado del trabajo hasta el “manejo” del “salario” que devengábamos. Esa experiencia fue el preludio de otra importante lección que nos legarían posteriormente: nunca podemos arroparnos más allá de lo que la sábana nos alcanza. Producto de ello, siempre hemos vivido de acuerdo a nuestras posibilidades. Esta última lección, que yo pensé era universal, parece que se enseña muy poco en nuestro país. Pero no sólo se le olvida a las familias impartirla. A los políticos muchísimo menos. Por eso vemos cómo un renovado Hipólito Mejía se atreve a prometer que pagará los RD$1,000 millones que deben los arroceros al Banco Agrícola. Aunque muchas de esas deudas son producto de pérdidas producidas por factores climatológicos, me parece que esta propuesta es muy desatinada. Condonar deudas, paternalmente, ha sido una tradición gubernamental. Pero esto, junto al clientelismo, hace mucho daño: la gente, en lugar de entender que debe trabajar para merecer lo que tiene, asume que todo deben dárselo y/o resolvérselo. Ya es hora de que todos despertemos. La sociedad no puede seguir pagando por los sueños ajenos.