lunes, 22 de julio de 2013

Haití y su defensa al medio ambiente... ¿chiste o burla?

Hoy supimos de manera oficial que desde el día primero de agosto los plásticos dominicanos no podrán entrar a Haití. Al escucharlo, en primer momento, pensé en que ellos tienen todo el derecho del mundo a rechazar cada uno de los productos de la industria local. Todo país es libre de elegir, que contra eso nadie puede...

Oír la razón por la que rechazan los plásticos dominicanos, sin embargo, me indignó. ¿Cómo Haití se atreve a decir que no permitirá que entren los plásticos dominicanos porque dañan el medio ambiente? ¿De verdad los haitianos, quienes han depredado su país y parte del nuestro, quieren defender el medio ambiente? ¿Por qué, entonces, no prohíben la entrada del carbón? Ese, que es producto de la tala indiscriminada de nuestros bosques, sí que daña el medio ambiente.

Si ese mismo argumento lo esgrimieran contra nosotros Estados Unidos, Europa o algunos países de América Latina juro que lo entendería. Es más, casi que lo aplaudiría a pesar del daño que le pueda causar a la industria local.

Que Haití nos hable de medio ambiente, sin embargo, es una verdadera vergüenza. Un Gobierno que jamás ha hecho nada para controlar la depredación de su país y se hace de la vista gorda cuando se trata del contrabando del carbón, ¿nos quiere dar clases de conservación ambiental? De no ser una burla, la verdad, no lo comprendo.

Y es que República Dominicana, por demás, es el único país que ayuda a Haití a proteger su medio ambiente. Justo ayer Bautista Rojas Gómez anunciaba la puesta en marcha de una serie de iniciativas de protección ambiental que se desarrollarán a todo lo largo de la zona fronteriza como parte del cumplimiento del compromiso que asumió el presidente Danilo Medina con su homólogo Michel Martelly cuando visitó Haití en el mes de abril. Durante esa visita, paradójicamente,también acordaron que los ministros de Industria y Comercio de ambos países se reunieran para facilitar las exportaciones desde y hacia ambos países.

De abril a esta parte RD ha cumplido. Incluso, el presidente Danilo Medina regresó a Haití el 5 de junio con motivo de Día Mundial del Medio Ambiente, una jornada durante la que ambos presidentes plantaron juntos un árbol de caoba como expresión de su compromiso con la protección de los recursos naturales de la isla.

En ese contexto, Medina puso a disposición del gobierno del presidente Martelly las plantas necesarias para apoyar a Haití en el amplio programa de reforestación que realiza para elevar su capa boscosa de un 2 a un 4% en tres años.

A pesar de esta y otras tantas ayudas, hoy Haití nos acusa de dañar su medio ambiente. Ojalá que esa fuera la verdadera razón. Sin embargo, parecería que es cualquier cosa menos eso. Y es que, con el asunto de los pollos y los huevos casi resuelto (según promesa eterna), suena demasiado extraño que un nuevo renglón sea prohibido.

Primero fueron los salamis, longanizas y demás; luego los pollos y los huevos. Ahora son los plásticos. Todo ha sucedido justo en el último año. Nada parece casual. Algo, un interés mercurial o de cualquier otra índole, hay detrás de estas vedas. Tal vez hay quienes ganen dinero gracias a ellas. Lo que se importaría desde RD tiene que llegar desde otro lugar. Muchas veces, incluso, más caro. Pero, ¿a quién le importa? Puede que a nadie.

Tampoco parece importarle demasiado al Gobierno dominicano, que toma las cosas con demasiada filosofía y no se termina de envalentonar. Es cierto que todo el mundo nos acaba cuando apretamos un poco a Haití. Nadie dice nada, sin embargo, cuando es al revés. Hoy toca defenderse. No es justo que República Dominicana viva ayudando a Haití, y demostrando toda la buena voluntad que existe hacia el vecino país, y siempre terminen fastidiándonos. Ya está bueno de poner la otra mejilla, una y otra vez, cuando nos abofetean.

Cada quien tiene derecho a imponer sus reglas del juego. Pero las nuestras, ¿nunca van a llegar? Este es el momento de despertar. No se puede ser tan bueno toda la vida. Al final, de cualquier manera, siempre nos joden. Entonces, ¿seguiremos permitiéndolo?