viernes, 29 de agosto de 2014

Un acorde que nos toca el alma

La noche está oscura. Llueve y se hace el silencio en la sala. Comienzan los acordes. El sonido del piano rompe las brumas que, sobre la paredes vestidas de negro, parecen serpentear por toda la sala. Entonces la vemos. Ella toca, desprevenida y como quien no espera, buscando que la perfección salga de sus manos.

La magia se hace en el lugar. Pero de pronto se rompe. Abril (Patricia Muñoz), la protagonista de la historia, es interrumpida de repente por su hermana Carmen (Dolly Martínez), quien irrumpe en la escena llena de consejos, reclamos, ímpetu, risas... vida, comenzando a explicarnos que algo sucede con Abril; su presencia es intensa y, a través de sus palabras, nos recuerda que debemos sacudirnos de cuando en cuando.

Carmen se va. La música, que no se había marchado pero sí interrumpido de cuando en cuando, regresa repleta de melancolía. Abril contagia y arrebata. Algo comienza a doler en el alma. Aún no sabremos qué. Sin embargo, queremos arrullarla, acompañarla...

Entonces llega la hija de Abril, Isabel (Patricia H. Banks), con Cristóbal (Mario Peguero), ese hombre que antes había mencionado Carmen y que no es otro que su hijo que vive en Boston. Abril se emociona, regresa a ayer. Se sienta en el piano, toca, se levanta, se justifica y todo se vuelve confuso. Isabel nos revela todo a golpe de reclamos, dolor e incertidumbre lo que nos venían susurrando: una tragedia marcó a Abril; su marido, su hijo y su nieto murieron en un accidente de tránsito. Luego Cristóbal nos contará que ella, que iba con ellos en el carro, sobrevivió. Su alma, sin embargo, quedó rota aquel día.

El piano es su refugio. En sus acordes se pierde y se encuentra. A ella no le interesa nada más. Su mundo se detuvo aunque siga amando a su familia; nada será como fue, lo que es fácil de entender, y Abril nos obliga a hacer demasiadas miradas cuando se empeña en soltarlo todo y dejarnos, cual si volara, en el teatro. ¡Cuánto sentimos, vivimos y pensamos a través de sus palabras.

Me he pasado. He dicho demasiado. Quedan detalles, claro, que hay que ver estando allí, frente a Abril, Carmen, Isabel y Cristóbal, quienes dan vida a Acorde Final y harán que su noche valga la pena. La obra, cortita pero intensa, fue escrita por Patricia Muñoz y, sin lugar a dudas, toca a quien la ve. Por todo ello, como Acorde Final sigue este fin de semana en la sala Ravelo del Teatro Nacional (donde no llueve dentro, por cierto), dénse ese regalito. ¿La hora? Como siempre, a las 8:30. Les aseguro que no se van a arrepentir.


PD. La foto es de Maya Oviedo, quien además me llevó a ver la obra, :)

martes, 19 de agosto de 2014

Por esos "amantes" que nunca he conocido

Hoy descubrí que tuve un amante. Fue hace unos años -cuando tuve un acercamiento profesional con él- pero nunca logré darme cuenta de que estuvo en mis sábanas o, tal vez, yo en las suyas. En ese momento nunca lo supe. A pesar de que fue mi novio por un tiempo, según me acaban de contar, sus besos y caricias jamás fueron míos: le pertenecían a su esposa (una razón más que suficiente para nunca haber tenido nada con él).

El, sin embargo, no ha sido mi único amante anónimo. A lo largo de los años he coleccionado muchos, tal vez demasiados, y nunca he logrado entender por qué: jamás he ocultado cuando he estado con alguien, a pesar de que hay uno que otro que borraría del mapa si pudiera (a veces uno comete errores fatales), por lo que no entiendo esa necesidad de endilgarme individuos con los que nunca he tenido nada que ver.

En alguna que otra ocasión sé que mis novios o amantes imaginarios han surgido de las elucubraciones del propio "favorecido", quien ha dejado caer algún comentario para que los tígueres asuman que "se la está comiendo" (literalmente) aunque en realidad está pasando un hambre del carajo.

Otros casos han sido muy distintos. Se han distorsionado cercanías, relaciones laborales, amistades... con esa manía de asumir que si tienes un hombre cerca te lo estás cogiendo porque, ¿cómo va a ser que un hombre y una mujer compartan tiempo juntos si no hay sexo de por medio? De esos he llevado bastantes y, la verdad, nunca me ha importado porque al fin y al cabo entiendo que no debo andar explicando qué tipo de relación tengo o dejo de tener con alguien.

El no querer explicar, porque creo que ninguna mujer tiene que dar cuentas de lo que hace o deja de hacer en su cama o en una ajena (a menos de que se trate de un hombre casado o comprometido, en cuyo caso sí hay problemas y toca rendir unas cuentas terribles), puede ser lo que me haya generado más amantes de los que yo misma imaginaba. Entendía, erróneamente, que el tiempo disipaba esos "amores" y que todo se olvidaba. Pero no. Esos "amantes" quedan grabados en mi "historial", según comprobé hoy cuando supe de alguien a quien le hablaron de dos de mis "exparejas". ¿Lo mejor? La gente cuenta mi vida paralela, con lujo de detalles, y mantiene vigente esas historias al margen de mí misma.

¿Por qué nadie se ha acercado a preguntarme si yo he tenido que ver con tal o cual personaje? ¿No es más fácil, si mi vida personal les emociona, saberlo de primera mano en lugar de andar hilando "pasados" que no tienen nada que ver conmigo? Tal vez aspiro a demasiado. Puede que la intención sea precisamente esa: este es un "país" en el que las mujeres "valemos" de acuerdo a nuestra "castidad" o, al menos, de lo que se sabe de nosotras; por ello, asumo, me anotan amantes: de esa forma, supongo, entenderán que me reducen como persona aunque una cosa no debería tener nada que ver con la otra -en esta aldea, desafortunadamente sí-.

Puede que a mis espaldas se hable mucho más de lo que yo sepa. La verdad es que no me quita el sueño. Quienes me conocen saben quién soy y para qué doy, amén de que si hubiese hecho fiesta con mi cuerpo sería sólo mi problema. Pero no. Jamás he tenido nada que ver con gente de mi entorno laboral. Hay personas, cuando se es periodista, con las que uno no se puede mezclar: compañeros de trabajo, jefes, protagonistas y relacionados de tu fuente (en mi caso de todas las fuentes, claro), políticos, funcionarios... en fin, con nadie que pueda representar noticia o con quien pueda haber un conflicto de intereses.

Reduciendo ese enorme abanico se disminuyen bastante los "amantes", furtivos o no, que algunos de ustedes han tenido la bondad de adjudicarme. Si a eso le sumamos que en los últimos ocho años he tenido un novio, un aspirante y un tremendo error, la brecha es aún menor. Pero, ¿por qué me detengo a aclararlo? Creo que por cansancio. ¿Hasta cuándo las mujeres tendremos que soportar que se teja todo tipo de falacias alrededor de nuestra vida personal? ¿Por qué pretenden que demostremos lo "serias" que somos cuando la seriedad dista mucho del número de personas que hemos tenido o dejado de tener? ¿Por qué nos hacen el "currículum" más amplio cuando nuestra intimidad no debe estar en la boca de nadie y, mucho menos, ser tomada a la ligera o exagerada (en un sitio tan machista como este, tristemente, se nos hace demasiado daño cuando nos adjudican hombres con quienes nunca soñamos, pensamos o quisimos estar)?

Nunca he ido por la vida con una careta. Siempre he dado la cara y he sido, en ocasiones, demasiado sincera. Jamás he pretendido ir de santa por el mundo porque no lo soy ni me interesa (qué aburrido ha de ser, por demás). Por ello, las relaciones que he tenido han estado de cara al mundo. Esos "amantes" de rincones y pasillos no son más que invenciones de gente que tiene muy poco en qué ocupar su tiempo y su vida o, en su defecto, de hombres que necesitan inventar lo que jamás podrán lograr.

Sé que mis palabras se las llevará un clic y que tal vez no sirvan de nada. Pese a ello, quiero dejar claro que mi vida privada no es asunto de nadie y que, por tanto, tampoco debe ser tema de conversación en los predios que nos ocupan. Busquen otro pasatiempo. Con este sólo demuestran lo miserables que son.

PD:
La foto que ilustra esta líneas es el cuadro "Los Amantes", del pintor surrealista belga René François Ghislain Magritte.