martes, 20 de enero de 2015

El parque Iberoamérica o una gran pesadilla

Cuando decidí que debía mudarme fue triste. Tenía casi nueve años viviendo en el mismo lugar y, aunque sabía que debía irme, la nostalgia y los recuerdos se mezclaban a las comodidades de la zona y, por supuesto, la cercanía de ese parque Mirador del Sur que tanto he amado a través de los años. ¡Decirle adiós era tan difícil!

Tras unos meses de búsqueda y mil descartes a razón de precios y lugares, di con un pequeño apartamento en la zona universitaria. ¡Era todo lo que necesitaba y, por tanto, decidí que ahí quería vivir! ¿Lo mejor? El parque Iberoamérica estaba muy cerca, a razón de unos cinco minutos caminando, por lo que tenía garantizado disfrutar del aire libre y la paz que sólo los lugares abiertos pueden dar.

Cuando comencé a hacer todas las gestiones para mudarme comenzaba el año 2013. El parque había sido inaugurado en diciembre del año anterior y ofrecía un gimnasio municipal, dos fuentes, un iguanario y un parque infantil, que sería terminado después. Para la segunda etapa estaba anunciada la recuperación de la Cueva de Santa Ana (algo que no se ha hecho) y llegar a un acuerdo con el Ministerio de Cultura para organizar actividades junto a los estudiantes del Conservatorio Nacional, que funciona en ese parque.

En octubre del 2013 el Ayuntamiento del Distrito Nacional terminó la segunda etapa del parque, con lo que se agregaron zonas de picnic, jardinería y el área administrativa. Fue entonces que anunciaron, por primera vez, que se haría un gran parque de luces. La iniciativa, que bautizaron como Brillante Navidad, maravilló a todos... ¡salvo a quienes vivimos cerca de ese lugar!

Los constantes tapones, los carros mal parqueados, los conciertos, los parqueadores, el ruido a toda hora... nuestro mundo, tan tranquilo hasta ese momento, cambió abruptamente y sin que nadie haya tenido la delicadeza de informar a los vecinos de las áreas circundantes.

El que alteraran nuestra rutina era, a juicio de muchos, algo que debíamos aguantar ya que es una vez al año y toca sacrificarse en nombre de los pobres que no tienen dónde divertirse y encuentran en la Brillante Navidad su espacio de solaz. Bien, no hay problema: respiramos, aguantamos el chucho y volvimos a ser felices en enero, cuando todo terminó.

En el 2014 la Brillante Navidad regresó. Esta vez con algo adicional: un anfiteatro construido para acoger los espectáculos que la alcaldía quería presentar. ¡Qué bonito se veía todo pero qué difícil fue para nosotros volver a lidiar con lo que implica! Nueva vez, los amigos volvieron a decirnos: es sólo mes, aguanten.

El mes pasó y la tranquilidad volvió. La noche del viernes pasado, sin embargo, me acerqué al parque y vi que estaban probando luces y música en la fuente. Entonces supe que a partir de febrero todos los fines de semana harán un espectáculo en ese lugar. ¡Más entretenimiento para los munícipes!

Intentando no pensar mucho en ello, porque al final puede que el parque no se llene esos días, decidí esperar a que inauguren la fuente antes de quejarme. ¡No se puede ser tan agrio, caramba, me dije (al tiempo de reconocer que el espectáculo de las luces, el agua y la música está chulo -igual que el de la fuente aquella del Malecón que murió a golpe de descuido-)!

Esta mañana, sin embargo, mis temores regresaron. Y todo fue por un anuncio en la radio: ¡viene Pablo Alborán (qué me encanta)! ¿Dónde se presentará? En el nuevo anfiteatro municipal, que tiene el nombre de la siempre querida Nuryn Sanlley. Oh, oh, pensé... si Miosotis tenía toda la razón cuando me dijo que el anfiteatro será usado para diversos conciertos durante el año.

Al escuchar el anuncio, varias preguntas surgieron rápidamente. La primera: ¿qué será de los que vivimos cerca cuando ni siquiera se ha pensado en acondicionar un parqueo para la gente que acuda, regularmente, a ese lugar? ¿Tendremos que vivir un infierno cada vez que se alquile ese espacio? ¿El alcalde pretende seguir ignorándonos por más tiempo? Alguien, por favor, que le enseñe estas líneas: los vecinos del parque no merecemos vivir una eterna pesadilla.

lunes, 19 de enero de 2015

¡No se estresen por mi estado civil!

Doce de la noche. Llega el 2015. El, como siempre, me dio un abrazo cálido. Su sonrisa era amplia. Sé que de verdad me quiere. Por eso, desea para mí "lo mejor" en este nuevo año que acaba de comenzar: qué encuentre un buen marido y me case. Dicho esto, me dio un sonoro beso y agregó: es en serio.

La frase de tío Saso recién estrenado el 2015 no me sorprendió. El quiere verme casada desde hace mucho tiempo. Antes deseaba que tuviera hijos pero ya, a mis casi 42 años, creo que se resignó y entendió que ya no tendré descendencia. Por ello, se conformaría con que me case y cumpla con ese gran requisito social.

Ese deseo me recordó la despedida de una chica que trabajó conmigo hasta medidados del año pasado. Al acercarse y darme un abrazo, me dio un consejo que, sin buscarlo, esperarlo o pedirlo, me dejó completamente en shock: "cásate, no pierdas la oportunidad si se presenta", me dijo con cara de preocupación, como si por el hecho de no estar casada me faltara algo o estuviera en deuda conmigo misma y/o con la sociedad.

Cuando le expliqué que no era menester que estuviera casada porque entiendo que el matrimonio no es lo que nos realiza y que no hay que casarse para ser feliz (ojalá lo hubiese sabido, entendido, a los 20 años porque me habría ahorrado bastantes disgustos) ella insistió en que no deje escapar el matrimonio. Acto seguido me entregó un folleto de los Testigos de Jehová titulado "Su familia puede ser feliz" que, cual Biblia, podría salvarme (asumo) del "infierno" de la soltería porque, al casarme, me dará las herramientas para lidiar con la vida en pareja.

Sin entrar en detalles acerca del folleto, porque la religión nada tiene que este asunto (para muchos sí porque entienden que Dios nos creó para formar familia pero esa es otra discusión), me quedé pensando en su honesta preocupación por mi estado civil. ¿Qué lleva a una mujer a sus 30 escasos, bajitos, a entender que el matrimonio podría ser la panacea de mis males (que no tengo, afortunadamente)?

Tal vez ella habla por su experiencia. Recién casada, está feliz y radiante. Puede que quiera que yo viva lo mismo que ella y que por eso insistiera tanto que, a pesar de todas mis explicaciones, casi llegara a rogarme que me case. Apelando al cariño, de veras, no lo tomé a mal. Sin embargo, me hizo detenerme a pensar en la presión social que existe alrededor del matrimonio. ¿Por qué la gente, cómo mi tío, nos fastidia tanto con eso?

Sé cualquiera podría pensar que a mis 41 años es irracional que no esté desesperada por casarme. Para muchos, incluso, soy una suerte de fracasada ambulante; una egoísta que se ha dedicado a su profesión y a vivir en lugar de formar una familia, sentar raíces, y cumplir con el divino mandato de seguir a pies juntillas todos los convencionalismos sociales: casarse, parir, engordar, gritar... en fin, una vida "normal".

Sí, puede que sea anormal. Quizás soy de las pocas (aunque creo que somos bastantes) mujeres que no necesitan unirse a un hombre para sentirse plenas y ser felices (lo digo en serio, no es una pose de mujer acomplejada y/o que no ha encontrado con quién casarse porque les confieso que no es el caso -en ninguna de las anteriores-). Y es que, se los puedo asegurar, una mujer nunca será feliz hasta que no aprende a serlo por sí misma y, cuando eso sucede, deja de necesitar a un hombre para ser feliz.

Con esto no estoy renegando de los hombres. ¡Eso jamás! Tampoco estoy hablando de que hay que estar sola ni mucho menos: el punto es que hagamos lo que nos dice el corazón, no lo que la gente quiere. Puede que mañana decida casarme y si lo hago será con gusto. Jamás, sin embargo, lo haré porque sea obligado o porque entienda que sin eso estoy incompleta.

Yo fui una de esas mujeres que entendía que había que casarse. A pesar de que decliné hacerlo (por mero terror) tres años después de estrenar los 20's, luego "comprendí" que no podía estar evadiendo ese gran paso de por vida porque al fin y al cabo es lo que uno "tiene" que hacer después de pasar X tiempo con alguien. Entonces surgieron las diatribas, los desencuentros y demás hasta que llegó un intento fallido que no viene a cuento (ni ahora ni nunca).

Tras delirios y desaciertos llegó el momento del casi me caso pero al final, por circunstancias veredes, terminó en la mismísima mierda. En ese momento pensé morir. El "sueño" se desvanecía y, tras un tiempo de ver que nada pasaba, mandé al susodicho a paseo y me enfrenté a mí misma. ¿Qué era lo peor que podía pasar?

Lo pasé muy mal. Más por amor que por matrimonio, evidentemente, porque es tremendo terminar con alguien que amas porque no quiere casarse contigo simple y llanamente porque se supone que, a cierta edad y pasado un tiempo en que estás con alguien, todo indica que es de rigor hacerlo.

Pensé que moriría. No me interesa negarlo. Pero el tiempo fue pasando. Entonces, de tanto estar conmigo misma, comencé a darme cuenta de que no necesitaba a nadie más para ser feliz: ¡la felicidad está dentro de mí y necesité 38 años para darme cuenta! A partir de ese momento, y tras un daño colateral, replanteé mi vida. Producto de ello, hoy vivo de otra manera: en función de mis propridades y no de las que la sociedad entiende que debo tener.

Casarse o no casarse es una decisión personal y, en todo caso, un asunto de dos. La gente nunca debería preocuparse por el estado civil ajeno. Detrás de cada historia hay un porqué. Algunos pueden ser tristes, en efecto, porque hay mujeres que entienden que la soledad es una forma de perder. Otros no tienen nada trágico. El mío es uno de estos últimos. Por tanto, no se estresen por él. ¡Yo no lo hago!

jueves, 15 de enero de 2015

En el 2015, ¡destruyamos nuestro mundo!

Quince - corregido porque antes decía seis, ocho, trece...- de enero. Después de barajar y barajar me he dicho "basta ya: siéntese a escribir, carajo, que el año pasado le creaste un monumento a la vagancia y este no puedes seguir igual (el 2014 fue más improductivo que el 13, que ya había sido super patético)"... entonces heme aquí, intentando cazar un par de palabras y darles cierto sentido para transmitirles algo de cheverismo antes de que entremos más de lleno en el 2015 (por el paso que va -y lo que hemos visto en sólo quince días- viene a arrollarnos).

Tras varios silencios, de días, horas, párrafos, he de confesar que se me hace cuesta arriba escribir algo bonito. Tal vez la culpa sea de París, que desde hace días sufre y se ha llevado consigo la emoción y el deseo de decir cosas lindas. ¿Cómo se puede pensar en algo personal cuando una parte del mundo ha vivido tales tragedias ? Mucho menos cuando una parte las víctimas son compañeros de oficio, gente que hace y vive lo mismo que uno: decir las cosas y denunciarlas (amén de la manera).

A pesar del baraje, sin embargo, he decidido escribir. ¿Cómo, si no lo hago yo, puedo pedirle a los demás que venzan la pereza y hagan lo que corresponde en el momento indicado? ¿Cómo aspirar a poner las cosas en su lugar si uno va dejando que todo "fluya" sólo por evitarse la molestia de detenerse y hacer algo?

Hoy, como hace cuatro, cinco o seis u ocho días, no sé, me he detenido a pensar en qué debo hacer. Confieso que estoy bastante perdida y no tengo idea de cuál será el camino y muchos menos el destino al que habré de llegar. Sin embargo, hay algo que tengo muy claro: es el momento de quebrarlo todo, despedazarlo y construir algo diferente. ¿Qué? Nueva vez tengo que decir que no sé.

Con la certeza de que dejarme llevar ya no es suficiente y debo salir de mi zona de confort, ¿cómo rayos se hace eso?, ahora toca hacer lo que me recomendó un amigo hace unos días: tomar el timón de mi vida. Y es que, tal como me señaló, el punto no es luchar contra la corriente sino ser quien conduzca el barco.

Asumir ese "manejao" es complicado. Para comenzar, hay que definir qué quiero, qué me importa y qué rayos mandaré a la mierda. También tengo que dejar de perder el tiempo intentando demostrarle a los demás qué soy, qué valgo, qué pienso, por qué lo pienso, por qué tomo tal o cuál decisión... de verdad, ¡no tiene sentido porque sólo desgasta (y todos lo hacemos en mayor o menor medida)!

Aunque es probable que a estas alturas estés pensando que debería hacer uno de esos famosos listados en los que anotamos mil metas, lamento decirte que esa es otra de las cosas que no tienen sentido: siempre he pensado que esas listas no sirven de nada porque generalmente nunca las llevamos a cabo (si tienes que obligarte a escribir lo que te "propones" no es real; ¡el día que sean tus verdaderos objetivos saldrás a por ellos sin que ninguna libretita te lo recuerde!).

Volviendo al 2015, espero que este sea un año de menos clichés. Por eso no te desearé que encuentres el amor, que te aumenten el sueldo, que te saques la loto o cualquiera de esas cosas que la gente desea porque algo hay que desear: conque te encuentres a ti mismo será suficiente puesto que entonces harás eso que te haga feliz y no lo que la sociedad cree que estás llamado a hacer.

Pensándolo bien, ya sé cuál es mi camino en el 2015. Debo ir hacia mí misma. La ruta, lo más probable, es que sea larga. Puede que sea lo mejor. Con casi cuarenta y dos años encima creo que por primera vez he empezado a cuestionarme acerca de mi vida. ¿Soy feliz? ¿Estoy donde que quiero?... en honor a las respuestas, que no compartiré, sólo les diré que este es el año de encontrarnos. ¡Destruyamos nuestro mundo! ¡Seamos dueños de nosotros!