jueves, 26 de julio de 2012

Hoy elegí olvidar

En un rincón me detengo a mirar atrás. Sé que no debo hacerlo. De introspecciones están dibujadas mis desgracias. El no saber mirar adelante me ha marcado, indefinidamente, haciendo que tropiece siempre con el mismo pie (de piedras no hablar que, aunque distintas, suelen tener la misma forma).

Hoy quiero hablar de todo lo que nos detiene. No hay una razón para ello. Bueno, quizás sí: es una alerta, un hasta aquí, para no repetirme ni repetirte. ¡Ya está bueno, de verdad, de dar vueltas en círculos!

Esta es una llamada a la cordura si es que eso existe. Querer ser demasiado es lo que me ha atado. Pero se acabó. No más intentos fallidos, no más búsquedas fortuitas… ¡toca vivir!

Tengo casi 40 años. He perdido demasiado tiempo. Lo confieso. Y no me justificaré. Tampoco diré que errar es de humanos o cualquiera de esas payasadas en las que nos refugiamos para sentirnos mejor. Nada de lástima ni de medias tintas. Mirándome a la cara, o imaginándola reflejada en estas letras, me obligo a ser sincera: me he fallado.

Con esto no pretendo hacer un acto de contrición. Hace años que no voy a la Iglesia porque eso de confesarme no me va. Para perdonarme estoy yo, nadie más, y si el Señor es tan pío sé que lo entenderá.

Sigamos. Me entretengo. Como siempre, mis pensamientos divagan y no me centro. Pecado recurrente, sí, pero es parte de lo que soy. Tomar o dejar que no hay otra opción. Si te mareo vuela y nada más. ¿Qué más se puede hacer?

Pensando en lo que he vivido, me siento a quemar las cartas que nunca envié. Las quemo aquí, jamás en el papel, porque no tiene sentido darle vida a algo que ya no tiene un porqué. Me deshago de lo que no tiene razón de ser. Olvido para poder vivir.

Una de nuestras mayores tragedias es retener. No somos capaces, muchas veces por tozudez, de pasar las páginas para terminar con las historias absurdas. ¿Por qué? Ego, vanidad, orgullo y unas tantas cosas más que luego se traducen en una sola palabra: amargura. Cuando nos aferramos perdemos no más importante: la libertad. También, si hay sentimientos de odio, ira o resentimiento, la paz.

Soltar las amarras, lo sé, conlleva cierto esfuerzo. Muchas veces nos parece, incluso, imposible. Pero no. Se puede. Para comenzar, vale dejar de pensar. Aléjate de los recuerdos. Entretente, haz algo nuevo, vive, descubre lugares, conoce personas, enamórate de la luna, disfruta del atardecer… y poco a poco, un buen día, descubrirás que apenas recuerdas qué es lo que querías olvidar.

Cuando hablo de olvido no me refiero a alguien. Muchas veces nuestros problemas no tienen nombre propio (otras sí, claro, pero al final es lo mismo). Nada debe detenernos. Ni lo material, ni las metas ni el trabajo… que la competitividad, el alcanzar o el tener impidan que podamos tener una vida real. ¡Cuánto nos perdemos por afanarnos detrás de algo!

Dejar fluir. Ese al final es el secreto de la vida. Disfrutar lo que tenemos ahora, en este mismo instante, y convencernos de que nada por venir es más importante. Mucho menos lo que no puede ser, ese ayer que por algún motivo quedó trunco. Si lo piensas bien, repasando tu vida, verás que siempre hay una razón para que las cosas sucedan o no. Con el tiempo, que al final es más aliado que verdugo, terminamos viendo que tras una frustración viene una alegría.

Tampoco se trata de conformarse. Tampoco se trata sentarse y decir con esto tengo. Pocas cosas dan más placer que alcanzar los sueños (sin vivir de quimeras, que entonces jamás seremos felices). Equilibrio. Esa es la palabra clave. Debe haber un balance entre el querer y el ser. Nunca tan poco que nos deje en el mismo lugar pero tampoco tanto que nos dé infelicidad.

Aprender a vivir es la mayor de las odiseas. Si lo hacemos con optimismo y voluntad, sin embargo, casi todo es posible. Seamos más nosotros y menos lo que quieren los demás. No queramos ser ni hacer lo que nos impone la sociedad porque, después de todo, a ella le vale lo que nos pase.

Nuestro mundo es lo importante. Defendamos lo justo y hagamos lo que deseemos. Todo lo demás es irrelevante. No nos amarguemos por lo que se fue o lo que no podemos tener. Que la risa sea nuestra bandera y el olvido, ese señor sin forma, nos tome de la mano cada vez que sea necesario. Volvamos a empezar. Que cada paso nos acerque a eso que queremos ser. Yo lo estoy haciendo. ¡Suerte!

Esperanza: un grito contra el artículo 37

Las discusiones fueron álgidas. Por momentos, incluso, subieron de tono. Muchos nos opusimos a él. Sabíamos que, de aprobarlo, podría ser una pena de muerte para muchas mujeres. Pero primó la ética que, vestida de una presión eclesiástica, poco tenía que ver con la moral.

Nada valió. Al final, tal vez porque quienes legislan son hombres que jamás podrán ponerse en los zapatos de una mujer, aprobaron el artículo 37 en la Constitución de la República: "El derecho a la vida es inviolable desde la concepción hasta la muerte". Es decir, se prohíbe el aborto sin importar las razones.

Apelando a ese artículo los médicos que atendían a Esperanza, una adolescente de 16 años, con leucemia aguda y 7 semanas de gestación, se oponían a darle quimioterapia hasta que llegara a las 12 semanas, que es cuando la quimioterapia es segura para el feto. Antes podría provocar un aborto o secuelas insospechadas en el bebé.

Dos semanas después nos enteramos. Y se armó la revolución. Ya estaba en la novena semana de embarazo. Faltaban aún tres y los médicos no se decidían. Apostaban a la espera. Era ilegal, decían algunos, atentar contra la vida del futuro bebé. Mientras, se ponía en riesgo a la joven, que necesitaba comenzar a tratarse desde ya.

Hoy el tratamiento es una realidad. Los médicos cedieron. O entendieron que no era justo condenar a una mujer a muerte por una vida que jamás podría garantizarse si ella moría. ¿Por qué perder dos vidas si se podía apostar a que ella sobreviviera? Cada minuto que se pierde ante una enfermedad como el cáncer, lo sabemos todos, puede ser la diferencia entre la vida y la muerte.

Ya Esperanza comenzó a ser tratada. Está en la semana número 10. No sabemos si sobreviva y, si supera la enfermedad, no se sabe qué pasará con el bebé. La cuestión ahora, sin embargo, debe ser que revisemos nuestra Constitución: no esperemos que haya una nueva Esperanza antes de dar la voz de alarma.

Es evidente, desde que comenzaron las discusiones de aquel anteproyecto de reforma constitucional, que el artículo 37 (otrora 30) es una condena de muerte para las mujeres enfermas. Se pone por encima la gestación y, al hacerlo, se da la espalda a quienes necesitan vivir para lograr que el embarazo llegue a término.

Sé que muchas mujeres han elegido dar la vida por los hijos que esperan. Es muy loable, siempre y cuando se elija, pero no es más que una crueldad cuando es una imposición constitucional. Y es que, ¿dónde queda la inviolabilidad del derecho a la vida? Nadie puede ser obligado a renunciar a él.

En el tema de este artículo entraron en juego muchas cosas. Primero la mojigatería de una sociedad que se divide entre los que aparentan ser buenos y los que se oponen a todo porque sí, porque está bien y hay que aparentar que somos tan moralistas como el que más. Querían evitar un festival de abortos que, según ellos, tendría lugar de no ponerles veda en la Constitución.

Amén de que el cuerpo de cada cual es suyo, siempre he estado en contra del aborto porque sí. Si decido coger (ah, no te escandalices ahora) y quedo embarazada, entiendo que debo enfrentar las consecuencias con responsabilidad. Nunca abortaría si el bebé es producto de una fiesta de los sentidos. ¿Que otras decidan hacerlo? Es su problema. Yo no soy quien para criticarlas ni para evitarlo. Si su conciencia y su alma lo toleran, que hagan lo que entiendan.

Ni la religión ni las posturas personales deben primar en temas como el aborto. Su prohibición, al calor de la poca educación y la falta de acceso a los anticonceptivos, sólo provoca dolor y muerte. ¡Cuántas mujeres, adolescentes y hasta niñas mueren en cuchitriles convertidos en "clínicas"! Mientras más lejos la solución, peor es la fórmula para alcanzarla. Nada de esto ha sido tomado en cuenta.

Dejando de lado a quienes pecan de gozo y enfrentan situaciones que les hacen pensar en el aborto, pasemos a otras, difíciles y crueles, que no ofrecen otra alternativa: los casos de violación, incesto o malformación del feto. Ninguno de ellos fue tomado en cuenta a la hora de aprobar la Constitución.

No sé si los legisladores prefieren que estos casos se sigan manejando bajo el oscuro fantasma de la ilegalidad. Tal vez es preferible. Un negocio rentable, aunque nauseabundo, se oculta detrás de todo esto. Pero, como lo "moral" es decir no al aborto, ¿seguiremos ignorándolo? No debemos hacerlo. Hoy toca volver la vista sobre ello. Cambiemos lo que haya que cambiar, aunque fastidiemos al mismísimo Cardenal.



jueves, 19 de julio de 2012

Un día de preguntas tontas

Sé que mis preguntas son muy tontas. No importa. Hay muchas cosas que no puedo entender y necesito que un avieso ciudadano, de esos que tanto abundan en círculos ignotos, me las aclare. Tal vez, echados a andar, tal vez encontremos la fórmula de la conceptualización (será etérea pero, al menos, nos podrá a nivel los más eminentes líderes nacionales).

La primera interrogante que tengo gira -así, como si del tránsito se tratase (favor insertar imagen mental-, en torno a las afirmaciones que hicieran el día de ayer el vicepresidente de la República, don Rafael Alburquerque; y el canciller Carlos Morales Troncoso... si el Gobierno dominicano trabaja de manera sostenida con miras a lograr una participación cada vez más activa de las mujeres en todos los ámbitos de la vida nacional, ¿por qué sólo hay tres ministras?

En torno a ello, también vale preguntarse... ¿por qué sólo hay tres mujeres en su comité político y por qué sólo llevaron una candidata al Senado? Tal vez me respondan que llevaron a una mujer a la candidatura vicepresidencial pero, ¿habrían llevado a Margarita si no fuera la esposa de Leonel? Si hubiesen estados seguros de que Danilo ganaría sin ella, ¿no habrían puesto un hombre?

Vale, vale, tal vez me pasé pero, ¿por qué el PLD, que es el partido de gobierno nunca ha cumplido con la fatídica cuota del 33% de las candidaturas para las mujeres? (Oh, Dios, espero ver el día que no haya cuotas y que lleguen todas las que estén preparadas.).

Pasando a lo económico, ¿por qué el trabajo sostenido por lograr la igualdad de género nunca se ha visto reflejado en los presupuestos?. ¿Por qué el Misterio de la Mujer (cuya existencia me sabe a discriminación pero ese es otro tema) siempre ha sido Cenicienta estatal y jamás se toma en cuenta para definir políticas de Estado?

Si tanto le importa al Gobierno la participación activa de las mujeres, ¿por qué no vemos programas para facilitarles créditos o darles incentivos especiales para que se inserten en la producción?

Por otro lado, y aunque tome otra vía, ¿por qué el Presidente, que hasta felicitó a la selección de fútbol de España por ganar la Eurocopa, nunca se ha pronunciado sobre los feminicidios ni ha declarado como una urgencia tomar medidas para disminuirlos?

Por preguntar podría hacer mil preguntas. Pero no quiero importunar. Lanzo estas a ver si alguien me responde. Agradeceré infinitamente que lo hagan. Muchos saludos.

Eduquemos para la paz... basta de tantas muertes

No eran tiempos de muñecas. Pero casi. A los 12 años nunca nos habría pasado por la cabeza dejar a nuestros padres y “casarnos” para poder tener libertad.

Eso hizo Ileana Rubí Ovalles hace 24 días. Veintidós después moría a manos de su marido, Juan Luis Martínez García, de 18 años, quien decidió matarla para evitar a que su familia la enviara a los Estados Unidos. Luego se suicidó.

En un estilo que recuerda a las tragedias de Shakespeare, esta historia es una terrible evidencia de todos los males que estamos padeciendo. Para comenzar, es difícil entender por qué nuestras niñas han dejado de serlo a tan temprana edad. A Ileana, que hubiese cumplido los 13 mañana, le tocaba hacer demasiadas cosas antes de decidir jugar a ser mujer.

Aunque no podemos culparla por lo que hizo Juan Luis, esto no habría pasado si ella hubiese estado con sus padres.

Este caso, además, nos lleva a cuestionar la forma en que nuestros jóvenes están entendiendo el “amor”. ¿Cómo es posible que un muchacho de 18 años prefiera matar y morir antes de perder a la persona que dice amar? Amén de que nos advierte que hay un grave problema de autoestima y de machismo, esto nos demuestra que para ellos la violencia es algo tan natural que puede ser la salida más fácil ante cualquier problema.

No es casualidad que veamos a tantos menores involucrados en cruentos y absurdos crímenes. Hemos perdido el respeto por la vida y por la dignidad. Toca educar para la paz, el respeto, el amor y la igualdad. No podemos permitir las próximas generaciones se llenen de asesinos. Ya basta de tantas muertes. También de tanto abuso y dolor.

Ha llegado el momento, al calor de un feminicidio con matices más grises que la mayoría de los 110 que le precedieron,

miércoles, 11 de julio de 2012

Hoy estoy de luto por las que sufren

Hoy hablo a través de mis lágrimas. Aquellas que derramé tantas veces y me hicieron entender que no valía la pena vivir, si es que eso era vida, así: en un casa que no tenía nada de hogar y con alguien que, si me amó alguna vez, lo disimulaba demasiado bien.

Despertar cada mañana imaginando cuál será el pleito del día, si habría desdén o rabia contenida... abrir los ojos con el único deseo de volverlos a cerrar por temor a volver, como a ayer, a llorar.

Nunca tuve miedo. Mi cuerpo no estaba en peligro. No lo imagino haciéndome daño físicamente. A pesar de enfadarse, nunca respondió con ese tipo de agresividad.

Mi vida, sin embargo, sí estaba en riesgo. Para mí todo era gris. Nada tenía sentido. Me revolcaba en el dolor y, casi sin darme cuenta, hice de él mi sino. Me destruía, por dentro, y buscaba maneras de evadir lo que estaba sucediendo.

No es fácil pasar por esto. Si bien sabe a tragedia cuando lo estás viviendo, reparar en que debes salir del círculo vicioso en el que te encuentras es demasiado complicado. Y es que, lo digo de corazón, ¿cómo actuar cuando ni siquiera sabes qué eres ni qué quieres?. Tu mundo se traduce en un nudo de lágrimas. Y punto.

Tal vez al leer esto me tildes de tonta, de masoquista o digas que no me amaba lo suficiente que aguanté muchas más cosas de las que debí. Sé que piensas en todo aquello que debí haber hecho, en cómo debí asumir y cómo salir de ahí. Pero, ¿sabes qué? ¡Es muy fácil es hablar desde la serenidad y de la paz!

Sé que la mayoría de los que habla lo hace pensando en hacer el bien. Sin embargo, antes de hablar, es bueno que cada quien se ponga en el lugar del otro. Nadie desea vivir un infierno. Mucho menos si, además de que te destruyen el alma, viene vestido de maltrato físico.

Son muchas las razones por las que una mujer guarda silencio. La primera de ella es el amor. Por él, al principio, no te das cuenta de que la forma en que te trata no es normal. Que sus actitudes, su estilo de reclamarte o castigarte porque no hiciste lo que él quería, no es normal. Comienzas discutiendo, intentando arreglar las cosas, pero luego ves que no sirve más que para empeorarlo todo. Entonces empiezas a callar. Y comienza la verdadera procesión.

Si todo esto sucede en un momento económicamente difícil, la sentencia está servida. Es difícil, cuando te sientes terriblemente perdida, que veas una salida. Y de repente existe, sí, pero no eres capaz de verla. Si alguien no te la muestra, no vas a hacerlo nunca (si sabes de alguien que pasa por esa situación, enséñasela).

Y sí puede que el amor propio se haya ido por la coladera a estas alturas. El desgaste emocional llega a ser tal que no puedes hacer nada. No tienes fuerzas, no quieres, crees que no eres capaz... te sientes tan disminuida que sólo te dan deseos de dormir o de perderte en las noches de solaz simplemente para no tener que sentir ni pensar.

La palabra clave para salir de ahí es AYUDA. Hay que pedirla. Tenemos que decir lo que nos pasa. Nuestro silencio nos condena irremediablemente. Sólo al hablar encontramos quien nos dé la mano, nos muestre el camino y nos haga salir hacia adelante. Se puede, les juro que se puede. Cuando lo logras, y vuelves a sonreír, descubres que el mundo es maravilloso y siempre hay una razón para ser feliz. Para comenzar, estás tú. Luego, siempre en respeto y paz, los demás.

Hoy decidí escribir estas líneas porque me vestí de luto por todas las mujeres que han sido asesinadas por sus parejas o ex. Luego pensé en aquellas que respiran pero están muertas. En ellas es que hay que pensar ahora: salvarlas del horror en el que viven es preservar sus vidas o, si ellos no son violentos físicamente, sus almas.

Toca pensar en la manera en que podemos ayudar a las mujeres que sufren. Está en nuestras manos que cambien de vida. Ellas son víctimas de su tragedia. No saldrán solas. Por ello, si alguien cerca de ti vive esto, actúa. No seas cómplice con tu silencio.

lunes, 9 de julio de 2012

Miércoles... día de luto nacional

Los números se me trastornan. También las historias. Ya es poco lo que puedo retener. El horror, el asombro, me aniquilan sin remedio. Pero, ¿cómo permanecer inalterable cuando vemos que casi cada día una mujer muere de la mano de quien está llamado a darle amor y no la muerte?

Son más de 100 en lo que va de año. Son demasiadas. Una que muera es mucho. Superar la centena ya es tragedia. Alguna gente, por momentos, parecería acostumbrarse a escuchar que hubo un feminicidio. Dice, incluso, "ah, uno más". Pero no, no es sólo uno más: cada caso es un llamado a lo que estamos haciendo con nuestra sociedad: reproduciendo soledades, dejando niños huérfanos, y acabando con vidas que no deberían perderse de esa manera.

Cada una de las mujeres que vive bajo el manto de la violencia es una víctima potencial de su tirano. Pero muchas veces no lo vemos así. Nos hacemos de la vista gorda, pensando que él no será capaz porque nunca ha sido tan malo... y entonces pasa. Así tenemos muchas historias.

Hoy ha llegado el momento en que digamos hasta aquí. Tenemos que reclamar nuestro derecho a la vida. Para ello nos convocan el próximo miércoles frente al Congreso Nacional. Bautizada como "Un día de Luto", la jornada surge ante la certeza de que los feminicidios se han convertido en una tragedia y emergencia nacional.

La cita es muy temprano: de 7 a 9 de la mañana. Por eso el eslogan es "temprano contra los feminicidios". La idea es llegar, vestidos de luto (negro, gris o blanco), concentrarse y entregar un documento en el Congreso Nacional. Apoyemos esta iniciativa. Demostremos que estamos cansados de tanto sin sentido.

No olvidemos a Josefina

Escribo estas líneas con rabia y dolor. La voz de Josefina, aunque nunca la escuché, aún retumba en mi cabeza: "Orlando no me mates, si tú quieres yo me voy de la casa”, le imploró antes de que él le diera los dos primeros tiros de los 4 que tendría reservados para ella aquel martes 4 de julio.

La historia de Josefina es desgarradora. Como la de tantas otras, es la verdadera crónica de una muerte que ha sido demasiadas veces anunciada. Vale saber que en diciembre pasado Orlando (que en realidad se llama Epifanio Pereyra), de 50 años, intentó ahorcar a Josefina de los Santos Guillén, de 34, y fue denunciado ante la fiscalía de San Cristóbal.

¿Por qué no estaba preso? Porque la madre de ella, Eladia Guillén, le pidió que quitara la denuncia. “Él duró dos días preso porque le dio una golpiza que casi la mata; pero cuando lo iban a trasladar a la cárcel de Najayo yo le dije que retirara la denuncia y que se separara de él. Orlando pagó una multa de 25 mil pesos y obtuvo su libertad y le dictaron orden de alejamiento de mi hija”, dijo la señora.

Poco después vinieron la reconciliación y el embarazo. Pero él, sin embargo, nunca aceptó que el hijo fuera suyo (no es coincidencia que los dos primeros tiros se los diera en la barriga, el tercero en la frente y el último en una pierna). Y ella, aunque tenía otra mujer, se quedó con él a pesar de todos los desplantes que le hacía y lo mucho que la maltrataba.

Con escenas constantes de celos, su calvario terminó como era de esperarse: en tragedia. ¿El detonante? Un tropezón. “Él se molestó con ella porque trasladó una nevera del cuartito de atrás para la casa, con la cual él se tropezó al entrar. Entonces le preguntó por qué la había movido. Cuando ella trató de explicarle él le dio un palo y la tiró al suelo. Entonces la sobrina de ella, Dahiana, nos vino a buscar aquí atrás, cuando me desperté fui y le pedí el revólver, pero él me dijo que si no me quitaba hasta a mí me iba a matar”, contó Junior Frías, de 12 años, quien lo vio todo.

Como Josefina son muchas las mujeres que apuestan a aguantar. Al hacerlo, olvidan que hacerlo o no es la diferencia entre vivir o morir. Visto desde fuera, es fácil concluirlo. Pero, ¿por qué ellas no lo ven? ¿Es la necesidad más fuerte que la prudencia? ¿Creen que no les pasará a ellas? ¿Asumen que el maltrato es parte de una relación? ¿Entienden que no hay más salida?

Las preguntas se suceden. Cada vez más mujeres mueren y las autoridades parecen no entender que la situación se agrava más y más. La apatía nos corroe como sociedad y apenas, a veces, vemos declaraciones de condena. ¡¿Es que nadie piensa hacer nada?! Ver, leer cosas como esta, duele demasiado. Evitemos que haya más josefinas. Hagamos algo... pero ya.