jueves, 21 de mayo de 2020

¿Podremos vivir bajo la nueva covidianidad del ser?

Las calles comenzaron a bullir casi con frenesí. Cerca de 833 mil personas regresaron ayer a sus puestos de trabajo pero también fueron abiertos muchos comercios que estuvieron cerrados desde el 19 de marzo cuando millones de dominicanos tuvieron que encerrarse en sus casas para protegerse del Covid-19.

Dos meses y dos días después del inicio de la cuarentena los dominicanos nos enfrentamos al mayor de los retos: respetar las reglas, algo a lo que no somos dados, para evitar un repunte de la enfermedad. ¿Seremos capaces de aprender a vivir en la nueva covidianidad sin desfallecer en el intento?

Esa covidianidad, citada por el presidente Danilo Medina el domingo pasado para anunciar el inicio de la desescalada o la apertura gradual de la economía, irá cambiando nuestra realidad en las cuatro fases que contempla.

Por ejemplo, cuando comience la segunda el 3 de junio veremos más trabajadores en los sectores productivos, abrirán los comercios de las plazas y tendremos misas los domingos. Además, habrá transporte colectivo y volverán los juegos de azar, salvo los casinos.

No será hasta la cuarta y última fase, que iniciará el 5 de julio coincidiendo con las elecciones, que haya cierta normalidad económica: ese día, si no hay contratiempos, se reactivará el turismo y abrirán sus puertas los hoteles y los aeropuertos. Para hacerlo más emocionante, aunque sea discretamente por aquello de la contienda electoral, ese día podremos ir a comer en los restaurantes (que hasta ahora solo pueden tomar pedidos a domicilio y para llevar) e intentar desoxidar el esqueleto en los gimnasios.

Eso no quiere decir, sin embargo, que tendremos total libertad: hasta el 24 de agosto estarán cerrados todos los lugares de entretenimiento y están prohibidas las actividades en las que pueda haber aglomeraciones (aunque ya las haya, como ayer en la primera jornada del metro, hay que evitar que se hagan).

Durante todas estas fases -y no sabemos si más- tendremos que convivir con la pesada mascarilla que nos roba la respiración. También con esa distancia a la que no estamos acostumbrados. Habrá que hacerlo, aunque moleste, para que algún día vuelvan los abrazos y nos olvidemos por fin de esta nueva -y un tanto pesada- covidianidad del ser.

PD. Desde que comenzamos a usar la "máscara" se perdieron las sonrisas.