viernes, 22 de noviembre de 2019

En RD, cuando se habla de votar, estamos fregados

A escasas jornadas para conmemorar el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, Luis Abinader posa sonriente con un grupo de prestantes hombres de la sociedad entre los que se destaca Leonardo Matos Berrido, quien asesinó a su esposa Edith Gómez el 31 de octubre de 1982. El terrible crimen, como era usual en la época, quedó impute.

Ver a Luis recibir ese apoyo duele tanto como haber visto al presidente del Partido Revolucionario Moderno (PRM), José Ignacio Paliza, junto a otros prestantes de la talla de Vinicio Marino Castillo o Elías Wessin Chávez -que representan lo más atrasado de la sociedad-, así como del reformismo y el leonelismo, que han sido acusados por el mismo Abinader por sus devaneos a nivel ético.

No sé si es que la memoria no les da para recordar el pasado palerista de Vincho, el expediente de Wessin en Bienes Nacionales, el escándalo de Federico Antún Batlle en el Banco Nacional de la Vivienda (BNV) y la forma en que Leonel Fernández se hizo el sueco con Víctor Díaz Rúa o Félix Bautista, por no olvidar cuando le gritaban “ladrón, ladrón, ladronazo” frente a Funglode por el hoyo fiscal que dejó en su mandato.

¿Cómo es posible que esos hombres que repudiaban hasta ayer hoy sean sus aliados? Al hacerlo, en el PRM demuestran que no creen que la gente honesta quiere ese cambio que ellos venden.

Pero, ¿qué opción hay? ¿Se puede creer en Gonzalo Castillo cuando aprobó contratos dudosos por RD$11,500 millones en solo siete meses y trae consigo las usanzas del Gobierno? ¿Y los demás? Por más que miremos, no tienen opción. En RD estamos, para votar, muy fregados.

jueves, 21 de noviembre de 2019

Aunque el hombre habló, no estuvo solo

"Para ser feminista y luchar por la igualdad no es necesario odiar todo lo masculino", sostuvo Ana María cuando yo me quejaba de que la última campaña de Cerveza Presidente se la comió creando expectativas pero hizo vomitar con el resultado porque al final no fue más que una campaña machista usada para presentar un anuncio de una pésima calidad que ni siquiera logra conectar con esa emoción que buscaba provocar.

Mi queja fue en Twitter, donde señalé que el #elhombrehablo pero habría sido preferible que callara. Muchos, a partir del tuit en cuestión, me han preguntado qué tiene el anuncio de machista y, además, me han acusado de todo un poco. Como lo último me tiene sin cuidado -y no entraré en consideraciones personales-, hablemos solo de machismo.

A pesar de que me acabaron porque aseguran que la campaña no tiene nada de machista, la afirmación de Ana María me da la razón aunque busque hacer lo contrario: ella afirma que la campaña y el anuncio son masculinos y por eso entiende que no me parecieron bien (ella asume que detesto todo lo masculino).

Tras aclarar que no odio lo masculino porque masculino y machista no significan lo mismo, vale resaltar que el anuncio me hizo pensar en que se trataba de una campaña para prevenir la violencia contra la mujer; como el hombre iba a hablar, la mujer tendría que callar porque no tendría nada que decir o sus palabras no significarían nada frente a las del hombre.

De ahí que Mike Alfonseca aprovechara el tirón de la expectativa para darle un giro magistral a la campaña y, ¿por qué no?, confundir un poco más a la gente preguntando que la mujer pa' cuándo (va a hablar), al tiempo de recordarle a las víctimas de violencia que denunciar es el primer paso para evitar un feminicidio. Acto seguido les decía que no esperaran que el hombre hable para hacerlo y les ofrecía el número de la línea vida: 809-200-1202, que funciona las 24 horas del día, los 7 días de la semana y las 52 semanas del año... es decir, todo el tiempo.

La campaña, sin ninguna duda, buscaba provocar. Quería crear la controversia, disgustar incluso y generar ese ambiente porque era la mejor manera de que todo el mundo estuviera pendiente de lo que dijera el hombre. Y así fue: la gente estuvo tan pendiente que, por ello, se decepcionó más con el resultado.

Volviendo con el tuit y las respuestas que recibí, hubo otra que me llamó la atención: "Machista por qué? Si lo hacen con una mujer no genera la expectativa que quería ya que todo el mundo hubiese dicho "es margarita que va a hablar" 🤷🏻‍♂️ Ahora quieren buscarle vainas sexistas a un disparate de campaña". Aunque de acuerdo en que la campaña fue muy mala, el comentario me chocó. ¿Habrá puesto de manifiesto lo mismo que pensaron los creativos? De ser así, creo que se equivocan porque Margarita no pasa desapercibida pero tampoco es la única que podría hablar.

La mejor prueba de que no existe una sola mujer que hable en República Dominicana llegó esa misma noche cuando Alicia Ortega presentó un programa en el que ofreció detalles sobre los cuestionables contratos que, por más de RD$11,500 millones, se firmaron en Obras Públicas durante los últimos siete meses del exministro y hoy candidato presidencial por el PLD, Gonzalo Castillo.

Hay quienes dijeron, por aquello de que somos más fanáticos de las conspiraciones que del béisbol, que el anuncio de Presidente se presentó justo aquella noche para que no se escuchara lo que la mujer tenía que decir y, en su lugar, se oyera al hombre hablar. Es difícil pensar que fue así: la Cervecería seguramente habría preferido que solo se hablara del hombre. Lamentablemente para ellos, él no estuvo solo. Ella habló y lo hizo tan fuerte que su voz aún suena. Ojalá que en el futuro también se escuchen las voces de esas mujeres a las que le habló Mike.

Finalmente, les dejo con el tuit de @Vielka, que retuiteé con el comentario y dio pie a toda la discusión: “En el mes de la no violencia contra la mujer y en medio de esta ola de feminicidios, vamos a hacer una expectativa de corte machista en ooh, digital e impreso diciendo que “El hombre va a hablar. Todo el mundo prestará atención al hombre”. No se diga mas! Aprobado".

jueves, 10 de enero de 2019

Lloras, ¿y qué?

Con la computadora en blanco, con un texto por escribir, las palabras se atoraban en el alma. El día no ha sido radiante como otros tantos. Solo tengo deseos de llorar. Sé que mis lágrimas son presurosas y absurdas pero también son inevitables. Me contengo. Mi urna es de cristal. ¿Qué pensarán ellos, los que están cerca, si me ven llorar?

Mi oficina, para que se hagan una idea, es la delicia para cualquier fisgón. Nada que haga pasa desapercibido. De ahí mi control, mi buen estar y di afán de disimularlo todo. ¿Por qué nos cuesta tanto dejarnos ser? ¿Será que nos educaron para controlar las emociones? Me temo que sí.

Hasta hoy no había reparado en ello. Sin embargo, hablando con un par de amigas, les decía que no me atrevía a escribir lo que sentía este diez de enero porque sabía que, al hacerlo, iba a llorar. Ellas me decían que llorara, recordándome que las mejores cosas se escriben en medio de lágrimas pero, más importante aún, nada es capaz de liberar ni limpiar mejor el alma que el llanto.

-La vaina es que mi oficina es de cristal, respondí cuando me dijeron que llorara.
-¿Y qué? Igual te ven cuando ríes?, me contestó una de ellas.
-Yo no le doy mucha mente a llorar... vivo con una lágrima siempre afuera. Eso es algo natural y libera. Y así se lo he enseñado a mis hijos, agregó posteriormente
.
La segunda, más escueta, fue más imperativa:
-Lloras, ¿y qué? Dale y escribe.

La conversación fue rápida, sí. Todas nos despedimos para hacer lo que corresponde en un jueves de inicios de enero. Yo me senté a escribir, tengo que hacerlo, pero solo he puesto dos palabras. Frente a ellas, unas lágrimas que salen descontroladas, como si tuvieran prisa por morir. Mientras salen, escribo estas líneas porque, ¿cuántos de nosotros no nos atrevemos a dejar salir las emociones? Hoy se trata del llanto pero mañana puede ser cualquier otra emoción. ¡Tenemos -o tengo, mejor dicho- que aprender a solar todas las cadenas que lastran lo que sentimos!

Mis amigas, en un instante, me recordaron que debo dejar mi eterna manía de controlar todo lo que siento. ¡Cuánto me cuesta fluir!, como dice otra de ellas. Hoy el día está pago. La verdad es que, aunque no sé si logre escribir, la jornada valió la pena porque logré llorar y dejar que todo se fuera junto al llanto. ¡Qué bien se siente! ¡Nunca olvidemos darle rienda suelta a los sentimientos, merece la pena!