jueves, 26 de abril de 2012

Mientras reina lo absurdo, olvidan lo más relevante

Cada vez falta menos. El momento está presto a llegar y los albores casi se dibujan para alguien que, aún desconocido, llegará a nuestras vidas para cambiarlas de alguna manera. Nada quedará inalterable.

Hoy es 26 de abril. Apenas faltan 24 días para que decidamos quién le tomará el relevo al presidente Leonel Fernández. Aún nada está escrito. Y todos parecen saberlo. Por eso vemos que la locura se ha apoderado de una sociedad que se agita a ritmo de tramas, denuncias, descalificaciones y elucubraciones.

El absurdo nos rodea. Se han buscado las justificaciones más variopintas para las circunstancias más reales y han vestido de realidad otras que más tienen tintes de ficción. Mientras eso sucede, y los escándalos despuntan, muchos dominicanos se empeñan en sobrevivir. Para ellos, que son la mayoría, la vida se reduce a lo cotidiano; en ella es que piensan.

Son esos ciudadanos, los que viven a la orilla del río o en los callejones más ocultos, los que tendrán la gran responsabilidad de elegir a quienes nos gobernarán. Las élites influyen, claro que sí, pero no dejan de ser minoría. Pensando en eso, uno se pregunta: ¿por qué no dedican las energías que usan en fabular para diseñar estrategias que de verdad le cambien la vida a esa gente?

Nadie ha llegado hasta ellos. Pasean sus caravanas por donde viven pero no se sientan a escucharles. Ese es el verdadero pueblo. Ellos son los que más oportunidades necesitan. ¿Por qué, si hablan de cambiar el país, los olvidan tanto?

Hoy, aún en abril, es hora de sentarse a pensar en la gente. Dejemos de crear historias. Al final, nadie las cree.

martes, 24 de abril de 2012

Ese debate que nunca existió

Nunca hubo intención real. Eso está claro. Por más declaraciones y afirmaciones frente a terceros, a lo interno nunca quisieron. Ni uno ni otro. Tal parece que, temores al margen, no querían someterse a la presión de un interrogatorio cara a cara.

Como ven por la fecha de "publicación", que no es más que aquella en la que comencé a escribir, hace días que pensaba en lo oportuno o no de decir unas tantas cosas sobre el debate. Tras el artículo de Juan Bolívar de hoy (domingo 22 de abril), , se disipan estas dudas.

Antes que nada, es oportuno decir que habría sido una gran cosa que se lograra el debate. Amén de la novedad, nos habría dado la oportunidad de ver si los candidatos eran capaces de confrontar sus ideas y cómo lo hacían.

La idea, por lo que vimos, parecía no agradarle a ninguno de los dos. Escudados en diversas excusas, uno y otro lo hicieron todo para no ponerse de acuerdo. Y Anje, que organizaba, no hizo que las cosas fueran más fáciles.

Para comenzar, surgió la sombra de que fueran los periodistas nacionales los que dirigieran y participaran en el debate (aunque igual tenía más que ver con el Grupo Corripio, que estaba entre los organizadores) porque, tal como dijo Danilo Medina, "en el país todo el mundo está identificado".

No sólo Danilo favorecía que CNN también moderada el debate. Y se decidió que así fuera. Pero entonces llegó una nueva pieza al zapato: tanto Hipólito Mejía como CNN decían que el debate tenía que ser con todos los candidatos, algo que no quería Danilo pero que tampoco está en los reglamentos de Anje, que establece que los partidos haber sacado al menos un 5% en las elecciones para ir al debate.

Así las cosas, Hipólito nunca confirmó el debate y Danilo lo hizo después que se había dicho que no había consenso. Al final, todos pecadores o todos santos, los que perdimos fuimos los ciudadanos. Tendremos que esperar, con suerte, que el 2016 se estrene como el año del primer debate presidencial.

viernes, 20 de abril de 2012

Ahora quiero un maco para poder hablar tranquila


Me detengo a recordar. Me río. Cuántas cosas dichas y escuchadas. Algunas cándidas, otras emocionantes, graciosas y, por lo que ahora se ve, hasta amenazantes y peligrosas.

La palabra se ha convertido de repente en una verduga que puede condenarnos en cualquier instante. Una conversación trivial puede convertirse en maquinaria acusatoria que cambie nuestra vida.

Ya no podemos hablar. A pesar de que la Constitución nos protege, no sabemos qué organismos nos oyen, graban y, si les luego les interesa, reproducirán aquello que decimos. Sólo nos pertenece el silencio, lo que pensamos, eso que no nos atrevemos a decir. La sentencia está echada: hoy el miedo se traduce en una mordaza.

Nunca pensé que en plena ¿modernidad? veríamos usos del pasado. Pero la denuncia, vestida de trama, nos confirma lo que siempre se ha sabido: nos vigilan, ya hemos perdido la libertad.

No sé si alguna vez he dicho algo que pueda ser usado en mi contra. Es probable que sí, que cualquier frase se tome como una amenaza a pesar del contexto. De haber sido así, antes de que surja una demanda o me involucren en un complot, pido formalmente disculpas. Conste que no guardo rencores ni aspiro dañar a nadie. Sí, sí, me pongo alante.

Hecha la aclaración, una solicitud oportuna: ¿alguien me ayuda a conseguir uno de esos macos que, a su nombre, no pueda ser vinculado conmigo? No es que yo diga cosas tan importantes. Sin embargo, me desagrada la idea de que alguien pueda grabarme.

Amén de que es ilegal y está penalizado, nadie tiene derecho a irrumpir en mi intimidad.

A un mes de la gran cita


Hoy es un día muy triste para mí. A un mes de esa gran cita por la "democracia", miro atrás y veo con nostalgia todo lo que he perdido. Esta campaña ha significado, en términos personales, muchas pérdidas que jamás hubiera imaginado. Todo en honor de una profesión, de una posición y de mil mentiras que pululan por ahí porque, tal parece, en política se vale hasta lo impensable.

Nunca he sido un ente político. Llevo 18 años trabajando formalmente como periodista, en diversas áreas, y jamás me he involucrado (directa o indirectamente) en nada que tenga que ver con ningún partido político. Pese a ello, por publicar cosas que disgustan, siempre me han colocado en el banquillo de la oposición, tenga éste el color que sea.

Todavía ahora, y lo digo sin rubor, no me atrevo a decir a ciencia cierta quién ganará las próximas elecciones. Lo que sí lamento es que estoy segura de que yo las he perdido. En el camino quedaron muchos afectos que eran importantes y, según lo establecido, debieron durar toda la vida.

Sé que sangro por la herida. Pero este es mi espacio para el desahogo. Por eso escribo hoy. Necesito maldecir a estas elecciones y quienes han hecho de ellas un ring detestable y anacrónico. Nada es como debería ser, todo ha sido sacado de contexto y, en nombre de una victoria, se han jugado los más sucios partidos. No se respeta nada, ni la filiación, porque lo que importa es mantener o alcanzar el poder. Pero, ¿qué tanto ganarán con ello?

El candidato lo tendrá todo. El anillo que le rodee, también. Pero los peones, esos que son mayoría, sólo se quedarán con la anécdota de que "ayudaron" al candidato a ganar. Con suerte, en el mejor de los casos, se lo agradecerán.

Quienes pierdan estarán exactamente igual que hoy. Por tanto, verán cómo las esperanzas se diluirán al compás de unos eslóganes que parecerán canciones de mortuorio y, al comprobarlo, querrán enmendar todo el daño que hicieron. Tal vez ya sea tarde.

En cualquiera de los casos, está claro que la mayoría de la población sólo ganará en la medida en que las decisiones del próximo gobierno sean acertadas. Por tanto, como a nivel personal no se juegan nada, creo que es hora de que se sienten a pensar en lo que están sembrando al repartir tanta inquina por donde cruzan. Llevar las cosas al terreno personal, que es el único que deberíamos defender hasta el final, nunca compensará.

Sé que en la vida no debemos hacer las cosas por lo que representan para nosotros. En este país se juega demasiado como para que nos detengamos a pensar en lo que podemos ganar a nivel personal. Debemos, ante todo, sopesar lo que la Nación realmente necesita. De cualquier manera, sin embargo, siempre tenemos que pensar en lo que podemos perder si ello e sinónimo de afectar esas cosas que jamás deberían tocarse en nombre de una campaña.

Esta campaña ha sido muy sucia. Se ha ido a los términos más personales posibles. Se ha herido, se ha ultrajado, se ha difamado... se ha hecho todo por hundir a quienes piensan distinto o, según la apreciación, está en la acera de enfrente.

Jamás había visto una campaña más desagradable. Al principio pensé que eran cosas mías. Pero pregunté. Y me confirmaron que esta ha sido la peor de los últimos años. Yo me pregunto por qué. ¿Será que empeoramos como sociedad? Es muy triste pensarlo.

Hoy, a un mes de la campaña, pido sosiego. Seamos un poco más justos y templados. No hay necesidad de lastimar a nadie. Ondeen las banderas de sus programas de gobierno, hablen de lo que harán pero no se empeñen en destruir a nadie. Eso jamás se olvida. Y, sobre todo, no merece la pena.

viernes, 13 de abril de 2012

Como los niños mexicanos, peleemos por el futuro que queremos y merecemos

Ora ladrones. Ora corruptos y/o corruptores. Ora inmigrantes ilegales. Ora secuestradores, policías que se venden o narcotraficantes. ¡Cuántos personajes en tan pocos minutos!

Eso es, más o menos, lo que verán en el video que acompaña estas líneas. Son lo peor de una sociedad que se descalabra sin que nadie parezca hacer nada para salvarla. Es la realidad que, representada por niños de México, muestra lo que ellos no quieren vivir en el futuro.

El mensaje es directo. A muchos no les ha gustado porque pone a los niños a protagonizar lo peor de lo que se puede encontrar. Sin embargo, los detractores del video no se han detenido a pensar lo más importante: los niños sólo están exigiendo que haya un México distinto, con oportunidades y seguridad.

Así, como ellos, nosotros deberíamos exigir una República Dominica en la que desaparezcan las cosas que nos hacen daños. Peleemos por el futuro, exigiéndole a los políticos que se preocupen por las cosas que nos afectan en lugar de estar haciendo politiquería barata. Sigamos el ejemplo de estos niños...

jueves, 12 de abril de 2012

Exijamos debate y digamos no al bandereo inútil


La tarde de pronto se desvaneció. El tiempo se diluyó a través de la pantalla del celular y, hechos Twitter, nos convertimos en máquinas que intentaban dejar de pensar.

La rabia nos consumía. Era incómodo estar detenidos en un eterno tapón porque, de repente, al partido de gobierno se le ocurrió tomar la avenida Máximo Gómez para hacer proselitismo.

Aún la gente no se había repuesto del trastorno provocado por el PLD y el PRD el domingo pasado cuando tomaron la entrada y varias calles de la ciudad para hacer sus bandereos, cuando el martes a plena hora pico tuvimos que vivir una nueva falta de respeto.

Muchas personas tardaron hasta dos horas en llegar a sus casas por culpa del congestionamiento. Lo decían, con ira, mientras aseguraban que le estaban tomando manía a los candidatos que les robaban la paz.

Tal parece que ninguno de los partidos mayoritarios se ha detenido a pensar en el efecto que causa sobre la ciudadanía el que sucedan cosas como ésta: además de la animadversión, se torna en un duro cuestionamiento. Por ejemplo, partamos del combustible que se desperdicia (y que pagamos los contribuyentes), del tiempo que perdemos todos y, sobre todo, de lo inútil de los bandereos y caravanas, ya que ni miden simpatías.

Creo que, en lugar de aceptar como buenas estas prácticas, toca exigir que cesen de inmediato. Es hora de que los candidatos se centren en decirnos cómo resolverán los problemas del país. Dejemos la chercha, que sólo genera incomodidad, y pasemos a las cosas que realmente tienen importancia. El país lo agradecerá infinitamente.

martes, 10 de abril de 2012

De la campaña, ¡ESTOY HARTA!


No quería escribir de la campaña. Tan hastiada ya, deseaba borrarlo de mi mente como si, al hacerlo, tuviera el poder de detener esta barbarie en la que se ha convertido la política dominicana.

Por mucho ignorar, sin embargo, no se cambian las cosas. En lugar de ello, a golpe de silencio, terminamos siendo cómplices de todo lo que sucede. Por ese motivo he decidido elevar mi voz, si se puede, y decir antes que nada que ¡ESTOY HARTA!

Son muchas las razones por las que estoy cansada. La primera de ellas está directamente relacionada con uno de los últimos hechos acontecidos: la muerte de un dirigente perredeísta, Antonio Peña Ramos (Blanco), quien tenía apenas 45 años, es decir, que aún le quedaba demasiado por vivir.

Ese asesinato, que tuvo lugar en medio de un tiroteo, nos demuestra los niveles de agresividad que existen en la población dominicana. No sólo la política, no, también en el día a día de los ciudadanos: no hay un momento en el que alguien no nos quiera avasallar (sobre todo si hablamos del tránsito).

Tal agresividad se hace mucho más latente en los partidos políticos, donde tanto líderes como vasallos parecen fieras ávidas de comer carne fresca. Los colmillos, aunque los quieran vestir de palabrerías revestidas de cortesía, se ven a lo lejos. Y todos, absolutamente todos, son responsables de lo que está pasando -sí, sí, no mire para otro lado que sin importar su color usted también es culpable-.

Pero si la agresividad ha picado alto, la incoherencia ha sido la reina de esta campaña. Unos critican a los otros pero, al final, todos hacen lo mismo: recrean una farsa que, vestida de promesas, no nos deja más que llorar por nuestro triste destino.

Y hacen lo que critican. O critican lo que han hecho. Entonces uno se pregunta, ¿realmente hay políticos serios, que estén dispuestos a cumplir a cabalidad con lo que dicen y a decir realmente lo que harán? No lo creo. El presente habla de un futuro que no legará nada nuevo: el propio discurso baila un compás muy distinto al de los actos. La verdad, parece una patética obra de teatro, de esas tan malas en las que el desatino es el único protagonista.

Hay otro motivo que me hastía. Y es la costumbre de disminuir/descalificar a todo el que no está de acuerdo con tal o cual partido. O estoy contigo o contra ti: jamás se respeta al que disiente porque, simple y llanamente, no se entiende que haya quienes no tengan ningún interés partidario. Y así, a golpe de endilgarte alguna etiqueta, buscan silenciarte.

Oh, los silencios. Esa es la peor parte. Quieren callarnos, a toda costa, porque entienden que afecta sus intereses. Dicen que hay temas que no se deben tocar en campaña. Por ejemplo, la educación. Pero yo me pregunto, si no hablamos de lo que importa, ¿de qué lo haremos? ¿Nos dedicamos, como muchos, al insulto? Yo no entro en eso. Y hablaré. Mi silencio me hace cómplice. Y jamás lo he sido.

lunes, 9 de abril de 2012

A tu salud, viejito vagabundón...


Nueve de abril. Un día muy triste. Fecha memorable que, vestida de alegría hasta ayer, hoy habla de lágrimas y de ausencia. Momento en el que su risa debería sonar con estruendo, robándole el tiempo al silencio.

Hace tres años que no estás. Y parecería como si fuera una eternidad. Tal vez sí lo es. Antes de irte habías dejado de estar con nosotros desde hacía tiempo. Pero en ese momento, mientras vivías, albergábamos la esperanza de verte cruzar la puerta algún día. No fue así. Por eso hoy podremos encender las velas y brindar a tu salud. Ya no eres.

Por momentos no quiero mencionar tu nombre. Decirlo sin que lo escuches puede doler bastante. Por eso lo guardo en el recuerdo. Así parecería que en algún momento algo mágico podría suceder.

Cada abril hay nuevos motivos para recordarte. Desde ese día cinco, que es el llamado día del periodista, el recuerdo se hace aún más vivo. ¡Cuántas lecciones recibidas, cuántos momentos vividos en una redacción que, más que un trabajo, parecía una casa!

Desde el jueves venía pensando en ti. Iba a escribir pero, como sabes, la vagancia de apodera de nosotros en esos días en que no tenemos que hacer nada. Estoy segura de que tú tampoco lo habrías escrito. Pero fue mucho, sin embargo, lo que discurrí.

Por ejemplo, recordé esos momentos en los que me prohibías ir a la fuente para darle una lección a una funcionaria soberbia que casi había arrastrado el piso conmigo. Instantes como esos hicieron que templara mi carácter y aprendiera que, cuando se es profesional, nadie tiene derecho a pisotearte. Puedes estar tranquilo: la lección fue aprendida; jamás he permitido que nadie lo intente de nuevo.

Si estuvieras aquí te reirías con las mil historias que te contaríamos acerca de las cosas que dicen de nosotros. No muy distinto a lo que escuchabas en otras campañas, cierto, sólo que ahora existen redes sociales que nos mantienen en contacto con desconocidos y, por tanto, oímos muchísimas cosas. Como siempre, sin embargo, esto apesta (para mí, quizás porque ahora lo veo más de cerca, tal vez un poco más).

Hoy quería decirte tantas cosas. Pero me pongo a llorar. Por eso, mi querido viejito vagabundón, sólo me resta decirte que te sigo queriendo igual. Aunque muchos ya no recuerdan lo especial que es este día, Cuchito, yo brindo por ti. Mil besos.