martes, 27 de marzo de 2012

Aquí, la vida no vale nada...


"La vida no vale nada
si no es para perecer
porque otros puedan tener
lo que uno disfruta y ama".


Así, tarareando a Pablo Milanés, me encuentro ahora. Aunque con una intención distinta a la de la canción, hoy afirmo con dolor que la vida no vale nada. Pero no vale nada en el lugar (o sitio, como diría Bego) en el que vivo.

El caso de Edwin Esteban López Burgos, de 33 años, bien lo confirma. Su muerte, absurda, nos grita a la cara que en este mamotreto de Nación la muerte encuentra las maneras más bizarras (sí, sí, a pesar de la RAE esa es la palabra que quiero usar) de alcanzarnos.

Vale decir que no sé a qué velocidad transitaba López Burgos por la avenida Expreso V Centenario cuando se estrelló con el muro del puente que está sobre la calle Marcos Ruiz (conocida como la 20). La razón del accidente, sin embargo, llama a la indignación. Y es que, como dijeron los vecinos del lugar, él perdió el control del vehículo después que se le explotara la goma delantera del lado izquierdo al caer en uno de los hoyos que están frente a las instalaciones de Televida.

El hoyo, a pesar de lo que escribí originalmente, nada tiene que ver con la pavimentación. La culpa es de uno de esos tantos rateros que se llevan las tapas del alcantarillado dejando en su lugar un hueco que, definitivamente, puede causar muchísimos problemas.

Que alguien muera de esa forma es irracional. ¿Cuánto puede costar tapar un hoyo de estos? Ese es el precio de la vida de un muchacho que trabajaba en Bávaro para mantener a su familia. Hoy deja a una niña huérfana.

Mientras esto sucede uno se detiene a pensar en quién se hará responsable de este tema. El Gobierno, demasiado ocupado con invertir en el bacheo y repavimentación de calles, seguramente no tendrá tiempo de ocuparse de este tipo de cosas tan nimias. Total, es el robo de la tapa de una alcantarilla.

Seguramente tampoco habrá de pensar en ello el Ayuntamiento, el verdadero responsable de esto, porque es más necesario darle forma a las isletas de los rincones más escondidos de la ciudad (poniendo el letrero con la imagen del síndico diciendo que está trabajando) que reponer unas tapas. Y dirán... no es nuestra culpa que se las roben.

Tampoco será culpa de nadie que existan calles y avenidas que se hayan bacheado tantas veces (como la Tiradentes, la Lincoln o la Churchill... esas transitadas por lo "mejor" de la ciudad) que también tienen hoyos porque las alcantarillas quedan bastate abajo.

Ver noticias como la muerte de este joven debería avergonzar al Ayuntamiento y al Gobierno. Un Estado que no pueda garantizar la vida de los ciudadanos no merece llamarse como tal. Mucho menos cuando la garantía de vida se reduce a tener calles transitables.

¡Cuánto gastar en campaña, yéndose a los confines más lejanos del país, y no aparece dinero para la tapa de un burdo agujero! Hoy sabemos que hacerlo va más allá de cuidar nuestros bolsillos (muchos, en algún momento, hemos tenido que gastar en gomas, amortiguadores y demás menesteres por culpa de alguno de los tantos hoyos que hay en la ciudad): puede ser la diferencia entre la vida o la muerte.

Asumo que pronto taparán este hoyo. Pero nadie le devolverá la vida a ese muchacho. Tampoco será posible explicarle a su hija, cuando crezca, que su padre murió por culpa de un hoyo. Eso, ¿cómo alguien puede entenderlo? Sólo quien vive, como nosotros, en un "antipaís".

2 comentarios:

  1. Esto que has escrito es tan verdadero que mi corazón latio con fuerza de la impotencia.

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  2. Ahora tengo noticias nuevas. El hoyo no es de pavimentación, sino de alcantarillado. A los ladrones de metales les debemos esta muerte.

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