jueves, 23 de febrero de 2012

Sin libertad, no puede haber independencia


Ella se ha vestido de espanto. En su nombre se han gestado las más truculentas conspiraciones. Tantas ha visto surgir que ya ha perdido el sentido de la realidad y no sabe si, precisamente, la denuncia de la conspiración es la propia trama contra la que tiene que luchar.

La democracia, por la que tanto se ha luchado en nuestro país, vive uno de sus peores momentos: con mordazas, mentiras, presiones y hasta con sobornos y contratos a futuro, ha de ver cómo algunas voluntades pesan mucho más que la verdad.

Mientras eso sucede, el 27 de febrero está por llegar. Ese día, lunes, veremos cómo todas las voces se elevan en honor de una independencia que ni siquiera se respeta. Y es que, en un lugar donde está casi prohibido disentir (a menos que se quiera vivir bajo el agobio y el ostracismo), no hay manera de decir que somos libres y podemos hacer lo que deseemos.

Es triste saber, siempre en la oscuridad de las confesiones porque nada puede decirse con franqueza, que desde sectores oficiales estarían presionando a la gente a la que le deben dinero con una consigna muy simple: pagaremos, después de mayo, sólo si ganamos.

Así las cosas, es difícil hablar de independencia. Cuando la política se convierte en un juego de chantajes y escándalos que hablan de cualquier cosa menos de integridad, sólo queda agradecer que Juan Pablo Duarte, Matías Ramón Mella y Francisco del Rosario Sánchez estén tan muertos que no puedan ver esto. Cuánto sacrificarse para que al final seamos tan inescrupulosos. Qué pena de país. Qué mal estamos.

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