viernes, 24 de febrero de 2012

Oh, la prensa... siempre culpable


Mirarla a lo lejos, casi con desprecio. Mancillarla, intentando destruirla en cada paso, y hacer de eso algo parecido a un juego. Lanzar los dados, al tiempo que se mira al cielo, esperando que el número sea el más propicio; el azar como religión y templo.

Así, medalaganaria y absurda, es la relación de muchos con la prensa: esa puta perfecta, a juicio de los que entienden que siempre se vende al mejor -o conveniente- postor, de la que todos quieren servirse y a la que todos (la prueben o no) atacan con deleite.

Siempre deseada y temida, al final la prensa es lo más parecido a esa mujer infiel a la que se ama, se critica pero se aguanta porque, después de todo, no hay más remedio. ¿Divorcio? Noooo, hay quienes nunca se dejan.

Hoy, como ayer y como mañana, toca ver cómo vuelven a culpar a la prensa de todo lo que sale mal. Es que decir, en un país en el que se calla tanto, es casi como un pecado. Pero no decir, cuando aquí todos entendemos que debe decirse cuanto queramos, también lo es.

A pesar de que son pocos los que han hecho y saben con certeza cómo se hace un periódico, hay miles de ciudadanos que entienden que todo debemos hacerlo de forma distinta. O, mejor dicho, que cuestionan la forma en que se manejan los periódicos. Pero lo hacen, tristemente, sólo cuando los medios dicen cosas que les molestan.

Defender por defender tampoco es la idea. Hay medios que se han ganado a pulso su terrible fama; y periodistas que, con su antiejercicio, bien merecen ser llevados al paredón moral. Sin embargo, es injusto que se tire lodo sobre toda la prensa, sobre todo cuando el tiempo se ha encargado de demostrar que algunos medios siempre se han manejado de la misma manera: apegados a la verdad.

Hay quienes dirán que la verdad es relativa o que todo depende del cristal con que se mire. Pero no. Una escuela destruida siempre será una escuela destruida y un hospital sin medicinas será un lugar donde no puede haber salud. La realidad suele pesar más que las palabras. Y eso, le duela a quien le duela, siempre habrá que decirlo.

Es curioso cómo sectores de la prensa son acusados por la oposición de ser oficialistas mientras, al mismo tiempo, el gobierno los tilda de enemigos y opositores. Mal con todos, algo ha de estarse haciendo bien.

Y digo bien porque lo peor que puede pasarle a la prensa es ser la niña linda de alguien. Eso implicaría que le complace, como la esposa abnegada que aguanta callada, y que no cuestiona nada. Por tanto, mejor que se incomoden y hablen.

Aunque acostumbrados a que nos acaben y nos miren mal, confieso que hay momentos en los que uno se incomoda. Cuando arrojan basura sobre nosotros, diciendo mentiras y acusándonos de lo que no hemos hecho, no podemos quedarnos indiferentes. Por eso hoy me desahogo. Y quiero decirle, a título personal (como Marien nada más), que se vayan al carajo todos aquellos que se han dado a la tarea de difamarnos. Cuando lleguen allá, sean felices y olvídense de que existimos.

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