domingo, 26 de febrero de 2012

A Cabiya... con los ojos abiertos


Cuando escuché hablar de él reparé en que su apellido me sonaba de algo. Lo tenía registrado allá, en la memoria lejana, aunque no sabía bien de quién se trataba. Tantos años y tanta gente vista hacen que uno sufra de una especie de amnesia laboral que, aunque no ayuda, a veces resulta imposible de controlar.

Lo busqué en Google, ese amigo fiel que hasta nos hace parecer inteligentes algunas veces, y vi que es un escritor. Aún no sabía, sin embargo, quién era (confieso que mi conocimiento en torno a la cultura boricua es paupérrimo). No fue hasta ayer, sin embargo, que mi memoria reaccionó: hace años escribí su nombre, estaba segura, en algún reportaje de la Feria del Libro.

Busqué en los archivos de Hoy. Y ahí lo encontré. Es una crónica del 2005, en la que por demás hay un lamentable error en el nombre de Noam Chomsky (hasta tengo una foto con él, no entiendo qué pasó)... allí hablaba de los libros que se podían encontrar y mencioné "Historias tremendas", del boricua Pedro Cabiya. Al ver el nombre, recordé el momento en el que tomé el libro en las manos, lo hojeé y prometí volver después por él. Nunca lo hice (¿desidia, falta de tiempo? ¡Quién lo puede recordar ahora!).

Aunque "abandoné" a Cabiya hace tanto tiempo que lo olvidé irremediablemente, la vida me lo pone ahora de frente. Como si quisiera burlarse, él aparece tanto tiempo después hablándome casi como si no fuera capaz de pensar.

"Abre los ojos", dice en un tono que no puede más que recordarme aquella película de Alejandro Amenábar en la que el sueño y la realidad se entremezclan de una forma tal que sólo al final se termina sabiendo cuál es cuál. Y es que, en la vida, eso también sucede unas tantas veces.

No sé si es un exceso de petulancia, un manejo desacertado de la ironía o que mis hormonas juegan demasiado y agrian mi carácter... pero reencontrarme con Cabiya fue cualquier cosa menos una placentera experiencia. Salvando el inconveniente de lo extenso del texto (algo que no hubiese sido óbice si no hubiese estado al punto de reventarme en reiteradas ocasiones), resultó difícil para mí ver cómo habla de la prensa como si fue esa ramera servilista que vive arrodillada y esperando que el patrón llegue a usarla (la palabra correcta sería muy dura, pero imagínenla, por favor).

Aunque si bien es cierto que hay quienes viven descaradamente de las prebendas oficialistas y han hecho del ejercicio de la profesión un estercolero que logra confundir hasta al más ingenuo, es injusto ver que alguien hable con tanto desprecio de todo un conglomerado. Y es que, aunque no dijo todos sino casi todos cuando se refirió a los periodistas y medios, luego cerró demasiado esa brecha.

Sé que es casi un imposible pedir cierta dosis de indulgencia hacia un colectivo que ha sido reiteradamente incomprendido y pisoteado por los dentro y los de fuera. Sin embargo, creo que no es demasiado pedir que haya al menos algo de objetividad.

Por ejemplo, no se puede decir que hemos guardado silencio y que nadie podrá saber, leyendo la prensa, lo que ha sucedido con el caso de Margarita Cedeño de Fernández. Sí, es cierto que la acusación original no salió de inmediato en los medios pero tengo a bien recordarle (a Cabiya, si me lee) que las leyes dominicanas son muy estrictas con el tema de la difamación (sobre todo cuando se trata de periódicos), por lo que las cosas deben verificarse antes de publicarse. Las "pruebas" -aún no hay certeza de que sean válidas o no- no existían en ese momento.

Posteriormente, en cuanto Cedeño de Fernández ofreció las declaraciones, se publicó todo lo concerniente al caso. Los links se los pondré a continuación para que vea que no pretendo venderle alguna historia falsificada, de esas que están tan de moda en estos días (estamos de acuerdo en que alguien miente, ¿no?):

http://bit.ly/y6exhj
http://bit.ly/AvF0FZ
http://bit.ly/x5oIBT
http://bit.ly/yUaFud
http://bit.ly/w2I4Zw
http://bit.ly/w5kwGo
http://bit.ly/zprgcg
http://bit.ly/AbmUxJ
http://bit.ly/xY2C11
http://bit.ly/wP8JhB
http://bit.ly/zfq3Hw
http://bit.ly/A7gQ7j
http://bit.ly/wlA4qt
http://bit.ly/x5dTAr (esta, por favor, verla al final).
http://bit.ly/yZa45b
http://bit.ly/wIZf6J
http://bit.ly/wFEaN1
http://bit.ly/xswFuY
http://bit.ly/xVzM8e
http://bit.ly/xRchv4
http://bit.ly/y64xQr
http://bit.ly/yS0FGE
http://bit.ly/xcEDIt

Si entra en cada uno de estos links, que corresponden sólo al periódico Hoy, verá que se dijo tanto lo que pasaba que hay días en los que las noticias se subieron dos y tres veces. Por tanto, creo que al final podemos decir que los lectores sí se enteraron de lo que estaba pasando.

Respecto al "abandono" a Marcos Martínez exagera también. El que el Colegio de Periodistas diga que es abogado, que lo es, y no periodista no quiere decir que el gremio lo haya dejado a su suerte. Se le ha permitido hablar, defenderse, y si ha habido omisiones ha sido aquellas que él mismo ha provocado cuando no ha respondido cuando se le ha buscado.

Nadie sabe cómo acabará esta historia. Pero no puede acusar a todos los medios de complicidad ni de callar. Tampoco puede decir que intentamos decirle a la gente que no piense, que no exija, que no cuestione a sus políticos... muchos de nosotros lo hacemos cada día. Si usted no lo ve, sinceramente, es que ha elegido muy mal a quiénes leer.

Le puedo asegurar que la indiferencia no es nuestro norte. Si lee bien la prensa, esa que no se acomoda, se podrá dar cuenta de que no somos harina del mismo costal (perdón por el lugar común pero me gusta cómo se oye). Por eso, porque no todos somos tan villanos ni tenemos retorcidas intenciones, me molestó bastante leer esto: "Los ingenuos podrían caer en la trampa de pensar que nuestros diarios nacionales se trazan como meta la difusión de la verdad. A estos santos inocentes hay que educarlos en las veleidades del manejo de la información por organismos que realmente están en el negocio de vender anuncios".

¿Qué cree usted que buscamos? ¿No se ha detenido a reparar en esas crónicas que cuentan las cosas que están mal? No le valen los reportajes acerca de las nóminas, los excesos de viceministros, los problemas de los barrios, las quejas de la gente, las reseñas de los aumentos de los precios... ¿decir eso no es mostrar la verdad? Respecto a lo de las cuentas en los bancos de Dinamarca y Suiza tengo que pedirle que me disculpe: no puedo dar por cierto algo que no me consta. Por ello, presentamos el caso tal como es: denuncia y respuesta. También la incertidumbre que aún pesa, tal como ha reseñado la prensa danesa, en torno a la existencia o no de estas cuentas.

Sé que me he extendido demasiado. Esto, en realidad, es un mero desahogo de una simple periodista que, quizás más cauta que tonta -aunque reconozco que soy bastante tonta-, quiere decirle que todo lo que sucede en este país nos duele quizás más que a usted. También que somos muchos los que tenemos los ojos lo suficientemente abiertos para haber pensado, antes de que lo escribiera, en bastante de lo que dijo (como la versión la Saona, por ejemplo).

Lo que sí agradezco, además de su exquisito estilo, es la invitación al ciudadano común -pero no por ello menos pensante- a hacer suyo el reclamo de encontrar la verdad. En eso sí le doy toda la razón: la apatía es uno de los grandes males que nos ahogan. También la mentira. Por eso espero, como usted, que la verdad salga a flote. En eso, no lo dude, siempre estaremos de acuerdo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario