jueves, 2 de febrero de 2012

Mientras unas mueren, otras no son escuchadas


Él se fue cargando consigo una mochila de nostalgia y dolor. Dijo adiós, sigiloso, y con su partida nos quedó el sabor amargo de unas tantas cosas que, incomprensibles y casi hasta absurdas, no podemos pasar por alto.

Enero fue muy gris. Y se marchó de la forma más despiadada: mostrando cómo el desamor y la violencia, en su estado más cruel, acabaron con la vida de Miguelina Pacheco, una joven de 24 años que murió calcinada cuando su ex novio, Edwin Figueroa, se prendió fuego en la habitación de ella.

No sé hasta dónde llegaremos con la violencia de género. Cada vez los casos son peores. Mientras eso sucede, hay mujeres que aseguran que han ido a las fiscalías y nadie les escucha. Eso le sucedió, por ejemplo, a Patria Núñez (Amarilis) el viernes pasado: fue a denunciar que su marido le había caído a tiros el día anterior pero el Fiscal de la Provincia de Santo Domingo se empeñaba en conciliar. Yo me pregunto, ¿cómo conciliar con alguien que casi te mata?

Amarilis tuvo la suerte de tener alguien que hablara por ella. Otras mujeres no han corrido con la misma suerte. Van a las fiscalías y, a pesar de las lindas marchas que hace la Procuraduría General de la República, sus palabras caen en el vacío.

Por eso las mujeres también han comenzado a herir y matar. Temiendo por sus vidas, han perdido el respeto por la de sus agresores. Pero, ¿cómo pedirles que piensen en ése que les hace daño? ¿Cómo, si las autoridades las han abandonado, podemos decirles que hay otras maneras de hacer las cosas? Sobrevivir, al final, es lo que cuenta.

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