martes, 5 de abril de 2011

La historia de un avatar


Ayer decidí cambiar mi avatar de Twitter. Como hoy es el Día del Periodista, puse una foto en la que estoy haciéndole una entrevista a una "metresilí" que vivió por un tiempo en las entrañas del monumento a Fray Antón de Montesinos.

Esa foto, que me tomó Rafael Segura, me hace recordar la reportera que fui hasta hace poco. Recordarlo es parte de mi ejercicio profesional. Y es que, como le decía a una amiga esta mañana, esos momentos me obligan a recordar de qué se trata mi trabajo: ser la voz de quienes no pueden reclamar.

Fueron muchas las personas que entrevisté. Cada una me enseñó algo distinto. Algunas de las lecciones más importantes, sin embargo, me las dieron las personas más normales, esas que sobreviven al día y a las circunstancias. Hoy quiero compartir la entrevista que le hice a Cristina Montero, con quien estoy en la foto, el domingo 9 de enero del año 2005.



Cristina Montero: la Metresilí de Montesinos


Por MARIEN A. CAPITAN
Redactora de Hoy

Rodeada por estampas de santos, los restos de una fogata, velones y unos trozos de cartón que quizás le sirvieron para cubrirse del viento, Cristina Montero sorprende a los turistas y visitantes que se acercan al monumento de Fray Antón de Montesinos y la descubren descansando en la segunda planta de la edificación.
Sobre un gastado colchón y cubierta por una sucia sábana verde, Montero sostiene que está durmiendo en el monumento desde el pasado 30 de diciembre. Antes, apunta, estaba deambulando por las calles.
Ajena al olor de las materias fecales y los orines que hay en las escaleras que dan acceso al espacio en el que está, Montero observa a quienes llegan y, si la saludan, responde con simpatía y amabilidad.
Al hablar de su vida, cuenta que llegó a la capital desde una loma cercana a El Cercado, San Juan, cuando tenía 21 años. Desde aquellos días, precisa, han pasado ya diecinueve años.
Durante este tiempo su vida no ha sido fácil. Amén de que ha tenido trabajos tan diversos como el del servicio doméstico o las ventas ambulantes sobre un triciclo, el golpe más fuerte para ella tuvo lugar hace cinco años, cuando violaron a su pequeña de diez años de edad.
Todo sucedió en El Mamey, Villa Mella, una zona que nunca le gustó para vivir. Pese a ello, por insistencia de su marido, se mantuvo en el lugar hasta el pasado mes de julio, fecha en que sintió que debía buscar un espacio en el que construir un altar para sus santos.
Con una fe inquebrantable, según dice, Montero cree tanto en los santos católicos como en los del vudú. Acerca del vudú, asegura que conoce tan bien sus ritos y tradiciones que en su pueblo era famosa por este motivo. “Todos me conocían porque yo soy una artista, porque cantaba las canciones del vudú. También cantaba baladas”, manifiesta argumentando que tiene una gran voz.
Pero cuando establece que en realidad se marchó de su casa porque entendió que no era Cristina sino Metresilí, una de las reinas del vudú, la historia de Montero cobra un matiz distinto. Más aún cuando subraya que, aunque empezó a construir su casa para poder levantarle un altar a sus santos, en ese espacio había algo que no le permitía vivir tranquila.
Segura de que encontraría un lugar mejor, Montero dejó a sus tres hijos y se fue a vivir la aventura de encontrar dónde hacer su altar. Improvisado, ahora lo tiene en el monumento a Montesinos: una cuantas estampas y una estatuilla de santos, dos velones, un platico plástico con sal, una rasuradora, dos cajas de fósforos y un par de botellas con agua dan vida al pequeño altar en el que cada día le agradece a Dios y a la fe.
Aunque muchos dirán que Montero no tiene nada que agradecer, ella se confiesa en extremo afortunada: a pesar de que en la calle ha soportado golpes y vejaciones, está viva y es dueña, asevera, de mucha suerte.
Esa suerte tiene que ver con el haber conocido el amor (con su último marido duró quince años), haber podido ser madre, encontrar cómo sobrevivir y, lo más asombroso, poder aguantar cosas tan indecibles como tragar vidrio o tomarse un veneno sin que le suceda nada.
Encontrar comida, sin embargo, no es parte de su fortuna. Pueden pasar semanas, confiesa Montero, sin que encuentre nada que comer. Por eso, sin ruborizarse y hablando con gran serenidad y un tono sereno, sostiene que desearía encontrar dónde vivir y un trabajo que le permita comer con frecuencia. Mientras eso sucede, Montero seguirá siendo la Metresilí de Montesinos. Junto a él continuará contando su historia, rezando y afirmando que jamás le hará daño a nadie que no se lo merezca.


P.D. Para quienes se preguntan, perdí la pista de Cristina Montero en febrero de aquel año. Ella desapareció de los predios del monumento la madrugada del 14 de febrero, cuando un militar la violó. Jamás la he vuelto a ver.

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