Cual poema, ellos desplegaron sus alas y rompieron la noche. Su destello lo iluminaba todo. El cielo rugía, la vida se detenía. No había mucho qué hacer: tocaba rendirse ante su imagen.
Cada relámpago matizaba el tiempo. Lo volvía añicos y, al hacerlo, yo me perdía. Era jueves, fue ayer, y aunque la prudencia habla de dormir yo no podía: su luz me hechizaba, no podía moverme, no sabía como hacerlo. No sé cuánto tiempo duraron. No fue fue mucho, estoy segura. Sin embargo, esos instantes fueron casi eternos. Hecho recuerdos, me hicieron soñar. Por ello, les dejo esta foto. Verla hace creer en la inmensidad. También nos recuerda lo maravillosa que es la Naturaleza: encuentra belleza hasta de las cosas tenebrosas. ¿Cómo resistirse al encanto del preludio de una tormenta? Es un hermoso anuncio del dolor. Irónico, ¿no?
Como la vida, muchas veces nos perdemos sabiendo que lo haremos. Pero el momento es perfecto. Y lo disfrutamos. A conciencia, sabiendo que el dolor vendrá, asumimos todas las consecuencias. Así, como era inevitable, me sentí ayer: presa de un bello presagio de tormenta.
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