lunes, 3 de septiembre de 2012

Porque llevo el alma tatuada... ¡a la merd!

Nunca me lo hice. Una mezcla de cobardía, miedo y, por supuesto, respeto ante la omnipresente imagen de mi férreo padre, me lo impidieron. Pero siempre lo quise. Lo imaginé mil veces en mi memoria. Podría dibujarlo, incluso, si tuviera el talento suficiente.

Hoy comienzo estas líneas confesando que uno de mis sueños de adolescente fue hacerme un tatuaje, un deseo que no se concretizó porque mis angustias eran mayores que mis deseos de mostrarle al mundo que era infinitamente rebelde y no estaba de acuerdo con los cánones establecidos.

Tener un tatuaje a finales de los 80's estaba mucho peor visto que ahora. Sólo las muy malas, o demasiado descaradas, los llevaban. Y no es que hicieron cosas tremendas, a veces sólo se trataba de travesuras propias de la edad, pero está muy claro que en República Dominicana siempre han importado más las apariencias que la realidad. Consciente de ello, y pensando en la crisis que eso podía generar en mi familia, nunca me marqué el cuerpo (también influyó pensar en el futuro, ¿y si deja de gustarme?).

Los tatuajes, como los piercings -ay, sí, también quise ponerme un brillantito en la nariz, :) pero es evidente que tampoco lo hice-, han vuelto a ser protagonistas de esta sociedad en la que, ante cualquier hecho, volvemos a demostrar cuán atrasados e imbéciles somos. Porque, ¿desde cuando una imagen, un afición o hasta una locura de momento, puede traducirse en la calidad de una persona? ¿Cómo somos capaces siquiera de pensar que lo impoluto de nuestros cuerpos nos hace mejores que aquellos que han decidido colorear su piel?

La cantidad de cosas que se han escuchado y leído a partir de la muerte de José Carlos Hernández, un joven de 24 años asesinado de 27 puñaladas el sábado pasado frente a Gustavo Live Pub (sí, sí, ahí en la Churchill) demuestra hasta qué punto somos hijos del prejuicio y la condena.

"¿Tú viste? Tenía no sé cuántos tatuajes y piercings", se escuchaba decir. Y yo me pregunto, ¿qué tiene que ver eso con su muerte? Nada. Tampoco el que usara ropa negra, fuera metálico o, como han dicho satánico. Su vida, su apariencia y sus costumbres, al parecer, no tuvieron nada qué ver en su muerte.

Aún no tenemos claro qué sucedió. Dicen que lo confundieron con alguien que había violado a una chica pero no se ha confirmado. Eso indigna. Que alguien quiera ajusticiar a alguien, encima equivocándose de víctima, nos dice que este país está mucho más podrido de lo que pensábamos. Pero la gente, en lugar de pensar en ello, prefiere reparar en los tatuajes. Al hacerlo, queda velada una implícita justificación. Es casi como si dijeran que él se lo buscó. Pero, ¿vivir de una forma distinta realmente te hace merecedor de algo así? Claro que no.

En RD vivimos rodeados de corruptos que nunca han sido castigados, pedófilos que se esconden hasta detrás de los campanarios, ladrones de todas las envergaduras, prostitutas de alto linaje y de bastarda procedencia pero no... esos se pasean tranquilamente por la ciudad, con copas de champán o tragos de gran destilado en las manos, y nadie dice nada. ¡Claro, es que no tienen tatuajes!

Con mirada asqueada y pensamientos oscuros hemos vestido a una víctima con juicios muchos más tenebrosos que lo que puede resultar la música que él tocaba. ¿Es que no pueden verlo? Era alguien que comenzaba a vivir. No vivía como nosotros, como nos gusta, pero nadie tiene derecho a meterse en eso: la opción de viva de cada quien es personal y, si no daña a nadie, no hay por qué meterse en ello ni criticarlo.

A mis casi 40 años es difícil pensar en hacerme un tatuaje. Desde el dolor hasta la prudencia, por aquello de cualquier enfermedad, me dicen a gritos que ya pasó el momento para ello. Si tuviera fuerzas me lo haría. Pensándolo bien, tampoco hace demasiada falta. Mi alma está llena de tatuajes esta noche. Todos tienen un mensaje claro. Dice, en letras colmadas de color, lo que he contenido desde que sucedió todo esto: ¡váyanse a la mierda!

2 comentarios:

  1. Muy bueno el articulo pero me ha molestado bastante lo de "prostitutas de alto linaje y de bastarda procedencia", el ser prostituta no es mas que un oficio igual que cualquier otro, y no creo que merezca una definicion tan despectiva y humillante. La mayoria de las mujeres que se ven obligadas a prostituirse lo hacen por necesidad. Y aun no fuera asi no hacen dano a nadie.

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  2. Buenos días, lo dije de esa manera porque en realidad no estoy hablando de las mujeres que se prostituyen por necesidad, sino de las que lo hacen por ambición. Pensé que en el contexto se entendería.

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