Cada vez falta menos. El momento está presto a llegar y los albores casi se dibujan para alguien que, aún desconocido, llegará a nuestras vidas para cambiarlas de alguna manera. Nada quedará inalterable.
Hoy es 26 de abril. Apenas faltan 24 días para que decidamos quién le tomará el relevo al presidente Leonel Fernández. Aún nada está escrito. Y todos parecen saberlo. Por eso vemos que la locura se ha apoderado de una sociedad que se agita a ritmo de tramas, denuncias, descalificaciones y elucubraciones.
El absurdo nos rodea. Se han buscado las justificaciones más variopintas para las circunstancias más reales y han vestido de realidad otras que más tienen tintes de ficción. Mientras eso sucede, y los escándalos despuntan, muchos dominicanos se empeñan en sobrevivir. Para ellos, que son la mayoría, la vida se reduce a lo cotidiano; en ella es que piensan.
Son esos ciudadanos, los que viven a la orilla del río o en los callejones más ocultos, los que tendrán la gran responsabilidad de elegir a quienes nos gobernarán. Las élites influyen, claro que sí, pero no dejan de ser minoría. Pensando en eso, uno se pregunta: ¿por qué no dedican las energías que usan en fabular para diseñar estrategias que de verdad le cambien la vida a esa gente?
Nadie ha llegado hasta ellos. Pasean sus caravanas por donde viven pero no se sientan a escucharles. Ese es el verdadero pueblo. Ellos son los que más oportunidades necesitan. ¿Por qué, si hablan de cambiar el país, los olvidan tanto?
Hoy, aún en abril, es hora de sentarse a pensar en la gente. Dejemos de crear historias. Al final, nadie las cree.
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