sábado, 19 de mayo de 2012

Justo antes de... mi reflexión


He estado lejos, muy lejos. No he tenido oportunidad de saber ni de pensar. Eso, en cierta medida, ha sido bueno. Pero hasta aquí, sin embargo, me han llegado los aires enrarecidos de la política local. Todo se ha extremado, se perdieron las formas y un sinnúmero de gnomos parecen haber hecho de las suyas en un lugar que tiene poco de país y demasiado de fábula.

Hoy no es mucho lo que debe decirse. Según la ley, veinticuatro horas antes de las elecciones no se puede hacer ninguna incitación ni propaganda electoral por la prensa, radio, televisión, avisos, carteles, telones y otros medios similares. Este, asumo, ha de ser uno de los similares.

Mi intención no es decirles por quién votar. El post que comencé a escribir reflexionando sobre ello, y dando mi valoración de cada uno de los candidatos, se volvió añejo, inservible... a un mes de distancia y tantas intenciones como dudas. Sí, porque las dudas han sido las grandes protagonistas de estos meses, esta campaña... esta vida.

A veces pienso qué hemos hecho para merecernos esto. Un panorama electoral casi calcado al del 2000 y, sin temor a equivocarme, con tan pocas esperanzas de que suceda algo grandioso mañana. Pase lo que pase será pan comido: rutina, sabor a tiempo pasado, agua que vuelve a molino aunque molino no quiera.

Nuestro país no está preparado para nuevas alternativas. No es que no pueda haber alguna que funcione sino que ni siquiera tenemos el valor de intentarlo. En algunas de ellas hay propuestas, reales, que se fueron ofreciendo a lo largo de estos meses. Pocos las escucharon. Mañana, ¿las recordarán algunos? Sí, seguramente esos que están comprometidos con la diferencia y quieren un camino verdaderamente distinto. Ya veremos cuántos serán. Seguramente tan pocos que nos avergüence.

Dando un vistazo a todas las opciones no hay grandes apuestas. Así como los partidos pequeños serían algo distinto porque ninguno ha gobernado, casi todos sus candidatos han formado parte activa de algún gobierno pasado... es dar un vistazo atrás y, depende de lo que veas, saber si te gusta o no.

De los dos grandes partidos, alguno de los cuales nos gobernará a partir del 16 de agosto (que los minoritarios perdonen mi sinceridad pero el realismo debe pesar más que lo onírico), no es demasiado lo que se puede decir. Ambos se han cansado de hacer las mismas jugadas, en oportunidades distintas, pero a nosotros no nos importa nada.

La desfachatez oficial ha roto todos los límites. Igual que lo hemos visto en cada una de las elecciones que hemos vivido, sin importar quién gobierne, el Estado parece ser un señor que pone todos sus recursos al servicio del candidato oficial. Y hay quienes lo celebran. Esos que se sirvieron con la cuchara del poder, haciéndose millonarios cuando ayer no tuvieron nada, no quieren que seamos capaces de ver esto y nos dicen a viva voz que lo sensato es votar por ellos.

Pero siempre podemos pensar que el candidato tenía años separado del Gobierno. Aunque formó parte de él en el pasado remoto, cuando se presentó su candidatura estaban divorciados. Terminaron uniéndose, por mil coyunturas, pero podríamos suponer que si él gana puede volver a sus orígenes y hacer el proyecto que enarbolaba, dejando atrás a quienes le han aupado para quedarse. Eso sería lo sensato, lo que nos conviene. Es la apuesta de muchos. Pero, ¿si no es así? La respuesta a esta pregunta, que sería muy triste de escuchar, debe dársela cada quien.

En la acera contraria tenemos a alguien que ya ha estado ahí. Su gobierno nos produjo muchas lágrimas. Terminó tan mal que fue un alivio que se acabara. Nunca pensé que tendría una nueva oportunidad. Muchos asumimos que era historia pasada, desterrada, algo que jamás volveríamos a encontrarnos. Pero ahora está ahí. Y es la fórmula para cambiar de partido y respirar otros aires. La idea tienta. Muchos, de hecho, afirman que es lo que debe hacerse. Sus seguidores aseguran que viene a reivindicarse, que aprendió la lección y que no hará lo mismo de nuevo. Sin embargo, ¿qué pasa si no es así? Es un riesgo, personal, que cada cual debe decidir si quiere asumir.

Vistas las cosas, ante la incertidumbre que generan los candidatos de los principales partidos, apuesto a mirar hacia otro lado: a la gente que les rodea. Veamos quiénes están al lado de los candidatos, cuál sería su equipo económico y cómo conformarían el gabinete... partiendo de ahí, tal vez, la decisión sea más fácil. Más que dudar de alguien, confiemos en quienes pueden mantener el país a flote.

No podemos llamarnos a engaño. Sin importar quién gane, la República Dominicana no lo tendrá fácil. Un país hipotecado a rabiar, sin un ápice de institucionalidad y con más vicios que oportunidades no será el paraíso soñado. ¡Qué triste es saber que, de cualquier manera, no habrá forma de salvarnos!

1 comentario:

  1. Así es que nos quieren los politicos, que no sintamos esperanzas, que todo está perdido...este país quizás necesita tocar fondo, como argentina y quizás despertaremos a otra realidad y dejar de vivir esto...

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