Quizás exorcismo, quizás ejercicio de reflexión. De cualquier manera, no son más que palabras que se unen en un lúdico baile (sin pretensiones ni egolatrías).
viernes, 20 de abril de 2012
A un mes de la gran cita
Hoy es un día muy triste para mí. A un mes de esa gran cita por la "democracia", miro atrás y veo con nostalgia todo lo que he perdido. Esta campaña ha significado, en términos personales, muchas pérdidas que jamás hubiera imaginado. Todo en honor de una profesión, de una posición y de mil mentiras que pululan por ahí porque, tal parece, en política se vale hasta lo impensable.
Nunca he sido un ente político. Llevo 18 años trabajando formalmente como periodista, en diversas áreas, y jamás me he involucrado (directa o indirectamente) en nada que tenga que ver con ningún partido político. Pese a ello, por publicar cosas que disgustan, siempre me han colocado en el banquillo de la oposición, tenga éste el color que sea.
Todavía ahora, y lo digo sin rubor, no me atrevo a decir a ciencia cierta quién ganará las próximas elecciones. Lo que sí lamento es que estoy segura de que yo las he perdido. En el camino quedaron muchos afectos que eran importantes y, según lo establecido, debieron durar toda la vida.
Sé que sangro por la herida. Pero este es mi espacio para el desahogo. Por eso escribo hoy. Necesito maldecir a estas elecciones y quienes han hecho de ellas un ring detestable y anacrónico. Nada es como debería ser, todo ha sido sacado de contexto y, en nombre de una victoria, se han jugado los más sucios partidos. No se respeta nada, ni la filiación, porque lo que importa es mantener o alcanzar el poder. Pero, ¿qué tanto ganarán con ello?
El candidato lo tendrá todo. El anillo que le rodee, también. Pero los peones, esos que son mayoría, sólo se quedarán con la anécdota de que "ayudaron" al candidato a ganar. Con suerte, en el mejor de los casos, se lo agradecerán.
Quienes pierdan estarán exactamente igual que hoy. Por tanto, verán cómo las esperanzas se diluirán al compás de unos eslóganes que parecerán canciones de mortuorio y, al comprobarlo, querrán enmendar todo el daño que hicieron. Tal vez ya sea tarde.
En cualquiera de los casos, está claro que la mayoría de la población sólo ganará en la medida en que las decisiones del próximo gobierno sean acertadas. Por tanto, como a nivel personal no se juegan nada, creo que es hora de que se sienten a pensar en lo que están sembrando al repartir tanta inquina por donde cruzan. Llevar las cosas al terreno personal, que es el único que deberíamos defender hasta el final, nunca compensará.
Sé que en la vida no debemos hacer las cosas por lo que representan para nosotros. En este país se juega demasiado como para que nos detengamos a pensar en lo que podemos ganar a nivel personal. Debemos, ante todo, sopesar lo que la Nación realmente necesita. De cualquier manera, sin embargo, siempre tenemos que pensar en lo que podemos perder si ello e sinónimo de afectar esas cosas que jamás deberían tocarse en nombre de una campaña.
Esta campaña ha sido muy sucia. Se ha ido a los términos más personales posibles. Se ha herido, se ha ultrajado, se ha difamado... se ha hecho todo por hundir a quienes piensan distinto o, según la apreciación, está en la acera de enfrente.
Jamás había visto una campaña más desagradable. Al principio pensé que eran cosas mías. Pero pregunté. Y me confirmaron que esta ha sido la peor de los últimos años. Yo me pregunto por qué. ¿Será que empeoramos como sociedad? Es muy triste pensarlo.
Hoy, a un mes de la campaña, pido sosiego. Seamos un poco más justos y templados. No hay necesidad de lastimar a nadie. Ondeen las banderas de sus programas de gobierno, hablen de lo que harán pero no se empeñen en destruir a nadie. Eso jamás se olvida. Y, sobre todo, no merece la pena.
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