viernes, 1 de julio de 2011

Huyamos del "macho", por favor


Las lágrimas que más lastiman corren por dentro. Son aquellas que destrozan el corazón, quiebran el alma y te dejan sin palabras. Llegan solas, se instalan sin que te des cuenta, y comienzan a lacerarte poco a poco.

Puede venir de la mano de mil frases humillantes, de un golpe propinado por él y hasta por el desdén rutinario de esa nada que le regala a tu cuerpo... no hay una sola forma de eso que sólo tiene un nombre: violencia de género.

Reconocerla y aceptarla es uno de los caminos más tristes que puede recorrer una mujer. Nadie está preparado para ser destruido por quien más ama. Por eso, cuando estamos frente a esa realidad, la ignoramos como si al no aceptarla no sucediera. Es entonces cuando llega la tristeza.

Al principio no dirás nada. Como no aceptas lo que sucede, no hay nada que decir. Pero tu mirada no brillará jamás. Te verás opaca, disminuida... como si apenas fueras una estela de algo desconocido. No entenderás la vida y sólo sabrás que quieres sentirte mejor, que necesitas salir de ese círculo vicioso. No te atreverás.

Aguantarás. Seguramente mucho. Y cuando toques fondo, al ver que ya las lágrimas sí salen y pueden llenar mares, empezarás a preguntarte qué y por qué sucede. Hablarás en voz alta y alguien te dirá que esos desmanes del hombre que vive a tu lado no son normales. Te costará aceptarlo. Pero tienes que hacerlo. Si no, puede que jamás aprendas la lección: uno de sus ataques de ira puede acabar contigo para siempre.

Muchas mujeres no han sabido, o no han podido, decir adiós en el momento oportuno. Dejar a un hombre violento no es fácil. Tampoco a uno de esos asesinos psicológicos que te reducen a un punto tal que terminas siendo una sombra de ti misma.

Pero hay que hacerlo. Las mujeres no podemos ser aguantando. Sufrir no es normal, no es justo. Nadie se merece ser lastimado. ¿Es que nunca lo entenderemos? ¿Por qué diablos nos cuesta tanto comprender que tenemos derecho a ser felices o, al menos, no ser maltratadas?

Hoy murieron dos jóvenes más. Una es Arelis Herminia Castro Nicasio, de 26 años; y la otra Wendy Mercedes Tapia Claudio, de 21. Con ellas dos, ya son al menos cuarenta las mujeres que mueren a manos de sus parejas en lo que va de año.

Leer esto ha removido muchas cosas en mí. Y es que esta mañana escuché una canción. Se titula "Que nadie" y la canta Manuel Carrasco. Dice lo siguiente:

"Empezaron los problemas
se enganchó a la pena
se aferró a la soledad
ya no mira las estrellas
mira sus ojeras
cansada de pelear.

Olvidándose de todo
busca algún modo
de encontrar su libertad
el cerrojo que le aprieta
le pone cadenas
y nunca descansa en paz
y tu dignidad se ha quedado esperando a que vuelvas

Estribillo

Que nadie calle tu verdad
que nadie te ahogue el corazón
que nadie te haga más llorar
hundiéndote en silencio
que nadie te obligue a morir
cortando tu alas al volar
que vuelvan tus ganas de vivir

En el túnel del espanto
todo se hace largo
cuando se iluminará
amarrado a su destino
va sin ser testigo
de tu lento caminar

Tienen hambre sus latidos
pero son sumisos
y suenan a su compás
la alegría traicionera
le cierra la puerta
o se sienta en su sofa
y tu dignidad se ha quedado esperando a que vuelva".



Esta es la vida de muchas mujeres. Aunque callen, tras una mirada destemplada puede esconderse un grito de auxilio. Reencontrar la dignidad es muy difícil. Mas no imposible. Recordemos siempre que no hay necesidad de aguantar los demanes de esos machos que necesitan imponerse para ser. Una relación que no fluye, y sólo da dolor, es tóxica y no trae más que sufrimiento. Tenemos que aprender a salir del círculo vicioso. Hacerlo es la verdadera victoria. Después, hay un mundo maravilloso por descubrir. Háganlo, por favor. Huyan y dénse la oportunidad de vivir una vida de verdad.

1 comentario:

  1. Esto lo deberían leer todas las mujeres y todos los "hombres" de esta sociedad tan machista! Excelente Marien

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