lunes, 27 de junio de 2011

Vivir el dejavú... ¿sabrá a infierno?





Exhultantes por la victoria, hoy la estrella brilla más para ellos. Se sienten vencedores. Pero no de una candidatura. No, esa es pequeña... y les habla de algo más grande: es, y no lo dudan, sólo el preludio de lo que parecería ser la gloria final.

En la otra acera el mundo es distinto. A ritmo de reguetón hablan de un padre que no nos ha engendrado pero quiere tratarnos cual si fuésemos sus hijos. Es decir, que le creamos, le sigamos como lo haríamos con nuestro progenitor: con una fe ciega, creyendo en sus palabras y otorgando el perdón por cualquier error del pasado.

Danilo Medina a un lado e Hipólito Mejía en el otro. Una contienda que sabe a viejo, que suena a dejavú, y que se traducirá en una experiencia llena de dolor. No importa qué suceda. Lo que se juega es demasiado: el adiós al Partido de la Liberación Dominicana (PLD) y la reivindicación del Partido Revolucionario Dominicano (PRD); o la continuidad oficial, con matices distintos pero muchos protagonistas repetidos, y el indudable ostracismo del PRD.



Esta vez, a pesar de que el escenario se ve igual que en el 2000, no está Joaquín Balaguer para darle la absolución a Hipólito. Y es que, si hacemos memoria, el PLD no forzó la segunda vuelta electoral porque Balaguer le dejó claro a Danilo que "no tenía el control del PRSC" para apoyarlo en la segunda vuelta. Gracioso, ¿no? El viejo zorro, el que aún sigue llevando las filas del reformismo aunque no esté, decía que no tenía el poder de su partido.




Los reformistas están ahora más cerca del PLD. Pero ya no tienen la fuerza de antes. Con una cantidad ínfima de votos en las elecciones pasadas, no definen demasiado el panorama. Pero un voto es un voto y cuenta. Claro que cuenta.


A estas alturas es difícil hacer un pronóstico acertado. La gente está cansada del gobierno, de su obsesión por el poder, pero Danilo se viste con el traje del cambio. Muchos creerán en su propuesta de gobierno, que es buena, y apostarán a él.

A Hipólito muchos le temen. El recuerdo de su gobierno es una pesadilla que aún no se disipa. Pero tiene carisma. Mucho más que Danilo. Y hay votantes jóvenes, esos que estaban al margen de todo en el 2000, que no sufrieron su gobierno. Son los consumidores de reguetones y la chercha. Esos estarán con él. También aquellos que, hartos la prepotencia peledeísta, prefieren apostar al cambio cueste lo que cueste.

Decidir entre uno y otro puede ser un verdadero dolor de cabeza. Con Danilo no se sabe si se mantiene el engranaje actual pero con Hipólito hay dudas de que pueda enmendar el pasado.

Danilo tendrá que hilar fino e intentar convencer al país de que las prácticas actuales no continuarán en su gobierno. Al mismo tiempo, deberá lograr que los leonelistas que se sirven el pastel gubernamental confíen en que esa ruptura no les afectará. De lo contrario, lo traicionarán.

Hipólito a su vez tiene que rodearse de grandes y buenos colaboradores. Deberá gestar un buen programa de gobierno y convencer de que será capaz de llevarlo a cabo. Tendrá que aprender a callar. Su espontaneidad, que seduce a la clase llana (esa que es mayoría, no lo olviden), atemoriza a la gente de más nivel educativo.

Quien haga mejor su tarea será nuestro Presidente. Hoy no quiero aventurarme a dejar en estas líneas una sentencia. Por eso me quedo con una canción de Franco de Vita. Con ella, aunque cambiemos el amor por el poder, comenzamos una campaña política que podría tener matices de infierno. Ojalá que no.


"Y parecía que ya lo había vivido,
Aquellas frases que yo ya había oído,
Aquellas manos que yo había sentido no, no,
Juro que esto ya lo había vivido,
En esas noches que soñé contigo,
Sin tu saberlo té había poseído, no, no,
Juro que esto ya lo había vivido".

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