martes, 14 de junio de 2011

De Vargas Llosa y de la peste


Aún recuerdo cómo el alba me sorprendía junto a él. Acariciando su obra, sintiendo su esencia como si fuera mía, sólo me desprendía de él cuando había terminado de disfrutarlo por completo.

Podían ser horas. Largas pero no eternas. Parecían cortas. Como todo lo que se disfruta, en su compañía todo se diluía y era feliz. Me arrancaba sonrisas. También lágrimas. Estar con él era pura emoción y satisfacción garantizada.

Por eso me dolió tanto perderle. Escucharle hablar mal de mí, a pesar de haber vivido tantos amores secretos junto a él, fue tremendo. Porque, ¿puede alguien separar lo que soy de lo que hago?

Como periodista, no puedo abstraerme de lo que leo. Y viceversa. Por ello, al escuchar a Mario Vargas Llosa decir que es víctima de la peste periódistica, no pude más que darme por aludida. ¡Tantas noches juntos, a través de sus libros, para que me considere parte de una peste!

Con Vargas Llosa viví amores tan inolvidables como el de "La tía Julia y el escribidor" y fui presa de "Pantaleón y las visitadoras", por ejemplo. Siempre le leía de noche. Sus palabras me hechizaban. Tal era mi devoción que hasta le perdoné las herejías de la "Fiesta del Chivo", una novela que debío haber sido más realidad y menos ficción al tratarse de una historia dolorosa y real.

Lo de ayer, sin embargo, confieso que me dio duro. Y es que él dijo ser "víctima de la peste periodística". "Cuando uno gana el Premio Nobel de Literatura cree que va a recibir muchos halagos, y efectivamente recibe muchos halagos, pero se vuelve víctima también de una especie de jauría periodística, que lo persigue sin darle tregua, que no le deja escribir en paz, que no le permite trabajar en paz, aislándose con disciplina”, aseguró en un encuentro que sostuvo con escritores y lectores de China.

Vargas Llosase incomoda ahora por lo que le preguntan. “Siempre está uno rodeado de periodistas que le preguntan cosas inconvenientes, sobre las que uno no quiere hablar, y eso puede convertirse realmente en un gran estorbo (...). A ratos dan ganas de huir, escapar a una isla desierta, donde no haya periodistas".

Y lo dice así, él que debe mirarse ante el espejo cuando habla de los periodistas, y recoce que no habla solamente "desde fuera, sino también desde adentro, porque soy periodista y he sido periodista toda mi vida, pero el Premio Nobel puede convertir a un escritor en una víctima de los periodistas".

Puede, en efecto, que un premio Nobel convierta a un escritor en una víctima. Pero no de la prensa, sino de sí mismo. La arrogancia hace que se ciege y pierda la perspectiva. También el tino a la hora de hablar.

Vargas Llosa nunca debió referirse a nosotros, sus colegas, de esa manera. Que pida sosiego, descanso, sin insultar. No hay por qué llegar a tales extremos. Sería bueno que recuerde que es a través de nosotros que se promocionan sus libros, esos que le dan para vivir.

La prensa es a Vargas Llosa lo que Vargas Llosa es a la prensa. Por tanto, a partir de ahora, en lugar del escritor a descubrir, para mí no será más que ese ser que nos ve como algo apestoso. Alguna vez soñé con entrevistarle. Ya no. Un sueño menos por cumplir. Alguien que para mí ya no existe... aunque "El sueño del Celta" espere por mí. No sé si le dedique mis horas.

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