jueves, 3 de febrero de 2011

No se trata de comprensión, es que no suceda


Su ausencia tenía un porqué. Buscaba, en el silencio y la introspección, la manera en que las cosas que salieran perfectas, sin ningún margen de error.

Así lo había dicho a viva voz, varias veces, justificando la postergación del inicio del desayuno escolar. Pero el desayuno volvió. Y lo hizo con la intoxicación, nuevamente, de 17 niños.

A la par de que esto sucede, y en lugar de cuestionarse a sí mismo, el ministro de Educación se despacha pidiéndole a los medios y a la sociedad que ayuden al gobierno a preservar el programa no maximizando “leves acontecimientos”.

Entonces de repente, en lugar de que las culpas descansen en ese ministerio que ha sido incapaz de regular el programa, el fracaso terminará siendo de los periódicos que publicaron en primera página lo que había sucedido.

Al tiempo de asegurar que se está articulando un conjunto de fuerzas para afectar el desayuno, Melanio Paredes olvida que él había dicho que no reiniciaría el programa hasta lograr que hubiera “cero ruidos”. Ese ruido, sin embargo, llegó el primer día.

Nadie en su sano juicio callaría algo así. Tampoco lo minimizaría. Al fin y al cabo el reinicio se anunció con bombos y platillos. Y también, señor ministro, eso salió en la portada de los medios.

Si el programa se va a pique no será por lo que se publica en los periódicos. Nosotros sólo somos un espejo de la realidad. Si todo va bien, y eso es lo que quisiéramos porque muchos niños dependen del desayuno escolar, no habrá noticias. Por tanto, en lugar de buscar fantasmas, procure que así sea.

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