De repente el silencio pesa. También la soledad. Hay días en los que todo parece molestar. Son esos momentos en los que no entiendes nada o no sabes descubrir el porqué de lo que sucede. Cuando eso pasa, toca detener la marcha.
Hay intantes en los que, paradójicamente, es mejor no hacer nada. Toca sentarse, cual espectador de nuestra propia vida, a dejar que el tiempo lo ponga todo en su lugar. Mientras eso sucede, vale mantener los sentidos despiertos y buscar en cada vaivén del viento la lección oculta que toca aprender.
Hoy es un día de mil preguntas. Sé que ninguna será contestada. Por más que quiere escuchar una respuesta sólo encuentro silencio. ¿Será que debo estar con él? Todo parece indicar que me tocará tomarlo de la mano y, en un acto de paciencia extremo, empezar a caminar con él.
Quizás cuando le tome cariño, como siempre pasa, escucharé una voz que rompa nuestro idilio. Y entonces sabré el porqué todo. Mientras, no queda más que esperar.
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