jueves, 5 de enero de 2012

... Y hasta la piel tembló


Por momentos me impuse el silencio. No quería ser una de esas tantas voces que decían más (o menos, quién sabe) de lo mismo. El temblor ya me sonaba a hastío, a puto, a vencido... a todo eso que desagrada porque, a golpe de colectividad, te lo meten hasta por las narices.

Pero entonces me incomodé. Y necesité desahogarme. Conque mírenme aquí, haciendo de estas líneas ese mundo en el que puedo decir absolutamente lo que me dé la gana y si -¿por un momento?- se me van las tuercas no pasa nada: con dejar de leer tiene usted, amigo, suficiente.

Sé que este tono le puede molestar a muchos pero la verdad es que me da igual: quiero decir lo que salga de mi mente y de mis dedos sin editarlo, suavizarlo ni hacerlo más digerible. ¡Tengo deseos de gritar, de decir que estoy enfadada, aburrida, agotada... y quiero que me dejen tranquila!

No es fácil despertarse a las 5:35 am por culpa de un temblor que cada segundo rezuma esa histeria colectiva que comencé a descubrir poco después de las seis, cuando me di cuenta de que, a pesar de haber dado media vuelta en la cama tras tuitear "¡Qué f... temblor!", ya no dormiría absolutamente nada. Sueño liviano, vida pesada; el insomnio siempre puede hacerse presente.

Del momento del temblor sólo me sorprende cómo él se adentró en mis sueños para traerme a la realidad. En el momento en el que el sismo comenzó yo soñaba que hablaba con mi hermana Begoña y le comentaba que me estaba temblando la barbilla como a papá (cuando se incomoda o se preocupa le sucede eso) y luego le digo "no, mira, me tiembla el cuerpo entero". Tras la frase la conciencia emergió y pensé en que alguien mecía mi cama. Segundos después reparé en que nadie podía hacerlo, por lo que era evidente que temblaba la tierra. Me arropé, dije "Dios, que no pase nada" y me acurruqué. Intentar salir corriendo era muy absurdo. Cinco plantas son demasiadas para pensar que bajaría antes de que dejara de temblar. Por ello, y el temor a caer, me quedé tranquila y esperé que todo se dejara de mover.

Aunque era esperable que todo el mundo hablara, contara, comentara... y dijera algo sobre su experiencia y lo que sintió (el susto fue atroz, eso es innegable), nunca pensé que rompiéramos todos los récords alcanzados en materia de estupidez y cantidad de tonterías que somos capaces de decir y/o hacer por segundo. Vale entrar a Twitter o revisar los BB para comprobar hasta qué punto el dominicano pierde el juicio con algo tan natural como un temblor de Tierra.

No sé si es que tengo sangre de maco o soy demasiado pragmática pero no creo en ninguna profecía apocalíptica que me haga traducir un temblor en una suerte de preludio fatalista. No, no y no. Por eso me incomoda ver tanto salmo y tanta oración con vocación al terror y no por un sentido de verdadera fe y/o adoración. Quien cree de verdad y corazón ha de saber que el fanatismo y el absurdo nada tienen que ver con la cercanía al Señor. Por tanto, ¿para qué tanto show?

Respetando los temores y los cultos, que son asunto de cada quien, creo que las prédicas deben guardarse para los momentos adecuados. Es decir, para brindarlas a aquellos que están deseosos de escucharlas. Intentar imponerlas es violentar mi derecho a no querer oír cosas que me puedan alterar.

De ahí pasamos a los tsunamis y demás anuncios que demuestran lo poco que sabemos de este tipo de cosas. Para que haya un maremoto -que es como en realidad se denomina el tsunami (voz en japonés) en español- el epicentro del movimiento telúrico (terremoto, no se estrese) debe estar debajo del mar. Hay otras razones: la erupción de un volcán, un gran deslizamiento de tierra hacia el mar, la caída de un gran trozo de hielo o un terremoto de muy alta intensidad.

En la República Dominicana no hay volcanes ni icebergs y el temblor de esta mañana, cuyo epicentro estuvo en San José de Ocoa/Baní, fue de 5.3 grados en la escala de Richter. Por tanto, a menos que un meteorito hubiese caído del cielo al Mar Caribe, hoy no ha habido ninguna razón para que el mar nos abrazara con su cuerpo. Pese a ello, los temores hicieron saltar las alarmas y mucha gente empezó a creer que las olas les ahogarían. Ahora, quizás, rían su ignorancia.

Pero si el tsunami estuvo de fábula, la historia de que el temblor es la antesala del armagedón que se desatará el 21 de diciembre según lo que habrían predicho los mayas, es como para comenzar a acabar con la vida de los fundamentalistas que se entretienen a golpe de anunciar el fin del mundo. Por ellos, ya para joder, circuló un BC que decía "Estuvimos realizando algunas pruebas para el evento de fin de año. Disculpen las molestias. Att. Los Mayas". Al leerlo no supe si reír o llorar.

Sé que cada quien tiene derecho a pensar, decir, ser lo que quiera. Hasta la imbecilidad tiene su precio de vez en cuando. Sin embargo, creo que todos debemos aprender a guardar las formas. Porque, ¿no cree que se ve bastante mal que la gente sepa, confirme, que somos unos idiotas sin remedio? Yo, al menos, hago todo lo posible por evitarlo. Más o menos me va dando resultado.

Por eso hoy escribo todo esto. Es que de alguna forma tengo que parecer lo suficientemente inteligente como para que nada de lo que sucede me perturbe al punto de perder la razón. Cuando lo hago, lo reconozco, un cierto dejo de locura se apodera de mi. Y tiemblo. Juro que entonces tiemblo. Hoy lo he hecho varias veces. Él mundo ha dejado de temblar. Pero la gente aún me estremece.

2 comentarios:

  1. Bueh! Se regó Marien, carajo! :D

    Yo me lo tomo a chiste, tengo una historia bastante larga de testimonios de personas que dicen cada burrada luego de un movimiento, y por eso no me estreso con esas vainas. Al contrario, me resultan sumamente divertidas. Viví más o menos lo mismo que tú: El temblor se metió en mi sueño (asombra la capacidad de improvisación de la mente) hasta que me despertó, pero no me paré ni me asusté. Yo sí tengo sangre de maco y esos asuntos no me sacan de control. Soy del reducido grupo que piensa que si nos viene un temblor capaz de derribar el lugar donde me encuentre, todo se reducirá a suerte, pues eso de correr o meterse bajo la cama, máxime en edificos de varios pisos, es una estupidez enorme.

    Pero una vez pasó el meneo, uffff, cuánto reirme, Marien! En un minuto estaban todos rezando y pidiendo a Dios protección (¿por qué mejor no le piden que no permita los temblores? oh well), y poco después las bromas.

    Yo mismo aporté una diciendo que Consuelo Despradel patrocinó el temblor para subir su rating :)

    Ahora, hablando en serio, este país no tiene ni puta idea de lo que debe hacer si un terremoto realmente fuerte nos sacude. No creo que nos pase la desgracia de Haití, ya que hay que admitir que aún con tremendas deficiencias, nuestras edificaciones son mucho más seguras que las haitianas; pero a nivel de manejo de histeria y capacidad de reacción, estamos fregados.

    Nada, no te lo tomes tan a pecho, tú como periodista ya deberías estar bien curada. Aquí todo se coge a chercha, siempre hay oportunistas y la ignorancia es más que atrevida en este país.

    Ahora, la verdadera hecatombe vendrá si tiembla el 21 de diciembre... :D

    ResponderEliminar
  2. Tienes toda la razón... aún me desespero con cosas que son tan normales aquí.

    ResponderEliminar