miércoles, 18 de enero de 2012

La intolerancia... en pie de guerra


Casi todos tenemos alguien a quien llorar. O, nuestra familia, en su defecto, carga consigo con el manto del dolor. Nadie, o muy pocos, pueden afirmar que quedaron a salvo de aquellos días en los que la arbitrariedad, la cobardía, el oprobio y la fuerza protagonizaron la vida de Quisqueya.

Fueron treinta y un años en los que la mentira y la ruindad nos asfixiaron. Luego vendrían otros doce en los que vida no sería mucho más fácil. Producto de ese casi medio siglo, República Dominicana perdió a muchos de sus mejor hijos.

Sus vidas, sus ejemplos y lo poco que se pudo rescatar descansa ahora en el Museo de la Resistencia, un espacio en el que la memoria emerge de las ruinas del pasado y nos obliga a descubrir lo que la historia en algunas ocasiones nos ha negado.

Han sido muchos los intentos que se han hecho en este país por ocultar lo que en realidad sucedió. Tanto se ha tapado el sol que aún mucha gente no tiene claro, por sólo citar un ejemplo, quién fue Joaquín Balaguer y todo el daño que hizo en el país.

También hay muchos que han querido jugar con el recuerdo de la dictadura de Rafael Leonidas Trujillo, dándole matices positivos a lo que fue una época de dolor, miedo, abusos, muerte... y tantas pero tantas cosas que han de rescatarse para que nadie lo olvide.

Han de ser ellos, los que que se empeñan en jugar con la memoria, los que han amenazado Luisa de Peña Díaz, directora del Museo, y al personal que allí trabaja. La denuncia, grave, nos obliga a pensar en cómo la intolerancia se ha adueñado de nuestro país.

Vale preguntarse a quién o a quiénes les duele que se sepa la verdad. ¿Qué fantasma o gran señor quieren proteger? En una sociedad en la que el tiempo redime a los asesinos, la verdad, puede ser a cualquiera.

Hoy es el momento en que reclamos. No podemos permitir que nadie nos quite el único espacio en el que podemos repasar nuestra historia. Que nadie nos quite el recuerdo. De olvidar, perderemos lo poco que aún nos queda.

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