Quizás exorcismo, quizás ejercicio de reflexión. De cualquier manera, no son más que palabras que se unen en un lúdico baile (sin pretensiones ni egolatrías).
martes, 3 de enero de 2012
No, no es putería
Ella era la última víctima del 2011. No murió. Pero su rostro y su vida quedarán para siempre marcados por aquel hecho. Con los dientes destrozados, una bala que se alojó en la clavícula y el alma más lacerdada aún, Anyi Cruz Perdomo sobrevivió por cosas del azar a un intento de homicidio.
Su verdugo, ese que tanto la ha lastimado desde que se casó con él, siempre le decía que ella no era nadie y que, con sus importantes amigos, tendría la impunidad garantizada. ¿Quieres llamar al fiscal? Toma el número, le dijo un día, llámalo para que veas cómo me lo paso por el trasero a los dos.
Así eran los días de Anyi con su esposo, un primer teniente del Ejército Nacional, quien empredió la huida tras dispararle y ahora es sólo un fantasma: nadie sabe por dónde anda.
El caso de Anyi no es único. 229 mujeres fueron asesinadas por sus parejas o exparejas el año pasado. La cifra. Pero duele más cuando uno escucha que un hombre dice, con todo el desparpajo posible, que estos casos son producto de la infidelidad.
"Ellas son infieles y eso es lo que pasa", comentaba un compañero de trabajo cuando se habló sobre este caso. Le respondo que no es así, que muchas de estas mujeres ni siquiera han cometido adulterio y que, en caso de que así fuera, eso tampoco debe convertirse en una pena de muerte.
El, dueño de un machismo tan lacerante como absurdo, comenzó a intentar explicar cómo los hombres se obnubilan cuando les engañan. En ese momento, a pesar de que un dejo de indignación nos embargaba (a todas las mujeres que estábamos ahí), le dijimos que él tenía que agradecer que las mujeres no somos tan animales porque, si infidelidad es sinónimo de homicidio, a él lo hubieran matado hace muchos años ya.
Empezó una discusión tan fútil como inútil. Primero le reiteré que muchas de estas mujeres no habían sido infieles y que, para colmo, la mayoría eran ex mujeres de sus asesinos, por lo que ya no había ningún vínculo. De ahí pasamos al punto del sentido de propiedad, del egoísmo que hace que los hombres entiendan que las mujeres son de su propiedad y que tienen derecho a hacer con ellas lo que les plazca.
Fue mucho lo que dije. Todo en defensa del honor de unas mujeres que, ya muertas, son vueltas a asesinar. Su nombre se mancilla bajo el manto del morbo porque, sólo con él, los machos pueden justificar esta vileza. Nada sirvió. El dijo, sentenciando, “es pura putería”. Y con ello quiso zanjar el tema e insistir en que nosotras somos las culpables de lo que nos sucede.
La palabra putería provocó en mí una oleada de ira. ¿Cómo es posible que alguien reduzca un tema tan delicado a algo tan vulgar? ¿Cómo una persona puede acusar a alguien de su propia muerte? ¿Cómo justificar al macho haciendo entender que el problema es que las mujeres no se "comportan"?... mi reacción, incómoda, fue decir mil cosas más. Todo se resume a que no hay razón, no importa lo que pase, para matar a alguien. Quien defiende la vida debe defenderla en toda su dimensión.
La discusión terminó con la conclusión (suya, por supuesto) de que yo soy demasiado feminista. Por eso, porque no acepto la lapidación moral a la que se somete a las mujeres, no aceptaba ese punto de vista. A pesar de que le dije que no era asunto de feminismo sino de defender lo que es correcto, lo dejé de ese tamaño. El no entendería porque estaba dispuesto. El lleva muchos años como ese macho pisoteador de mujeres que cree que el hombre puede acostarse con quien quiera pero la mujer puede ser castigada si lo hace.
Les cuento todo esto porque es mucha la gente que piensa como él. Son muchos los hombres que, criados como ayer, entienden que tienen el poder de hacer con la vida de "sus" mujeres lo que ellos quieran. Por ello tanta humillación y dolor. Por ello tanta muerte y tanta mentira; tanta falsa putería con la que quieren justificar toda esa sangre que no se debe derramar.
Estos son los hombres que han hecho de la sociedad un lugar casi irrespirable para las mujeres. Son los que entienden que no tenemos derechos y que debemos vivir sometidas. A ellos hay que enseñarles que eso ya no es vida. Que todo ha cambiado y que el mundo gira en otra dirección.
A nosotras, las mujeres, nos obliga a pensar en los maridos, hijos, sobrinos, amigos... y en cómo desarrollamos nuestras relaciones hombre/mujer de forma que éstas sean saludables. Sólo así evitaremos que nos maltraten y que nuestros descendientes no sean maltratadores el día de mañana.
Son muchos los retos que tenemos por delante. Pero no podemos echarnos abajo. Tenemos que mantener la dignidad sobre todas las cosas. De nosotras depende que mañana nuestras hijas no mueran a manos de ningún hombre. También que dejen de acusarnos de putas.
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Es preocupante (por decir lo menos) que un animal como este sea capaz de sentirse protegido por un uniforme y que las autoridades que le dieron el uniforme no hayan hecho nada aún. Y preocupa también que existan miles de animales similares capaces de esas actitudes hasta sin tener "protección" alguna sino sólo el "aval" de años de machismo y crianza sexista. Este es el tipo de cosas que hay que denunciar, condenar y dar seguimiento permanente. Este azaroso, si sale en libertad como él supone (y que no nos sorprenda si así lo logra) no va a meterse a monje tibetano. Volverá a malograr a alguien más temprano que tarde. Esa genética subhumana tiene que ser erradicada y cada día me temo más que sólo se eliminará con muerte.
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