Sabía, sólo con verle, que le quería. Tenía que conseguirle a cualquier precio. Alcanzarle no era fácil. Estaba en un lugar prohibido. Entonces buscó a los mejores consejeros del reino y, tras revisar todas las opciones, diseñar una jugada maestra.
Fue así que quienes están llamados a hacer la ley, vistieron el Congreso Nacional de trampa para aprobar la Ley Orgánica del Consejo Nacional de la Magistratura. Con esta aprobación, que bañada de legitimidad con trapos sucios, se violó el artículo 112 de la Constitución, que establece que para su aprobar o modificar las leyes orgánicas se requerirá del voto favorable de las dos terceras partes de los presentes en las cámaras.
La violación a este artículo se ampara en el 102, que indica que las leyes observadas deben discutirse en una nueva lectura y, “si después de esta discusión, las dos terceras partes de los miembros presentes de dicha cámara la aprobaren de nuevo, será remitida a la otra cámara; y si ésta la aprobare por igual mayoría, se considerará definitivamente ley y se promulgará y publicará en los plazos establecidos en el artículo 101”.
A pesar de que el artículo estipula que estas leyes deben ser aprobadas por las dos terceras partes, el presidente de la Cámara de Diputados, Abel Martínez, dice que eso sólo sucede cuando se impone el criterio del Congreso sobre el Poder Ejecutivo. Yo, ¿será que no sé leer? no entiendo nada. Aunque han intentado explicármelo, no soy capaz de ver la posibilidad de que haya mayoría simple. Me parece que se trata de interpretaciones antojadizas. Y es que, al final, quien hace la ley hace la trampa.
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