jueves, 21 de enero de 2016

Hamlet Hermann, un funeral que no se cubrió

Cuando empecé a leer los comentarios acabando con la prensa, lo confieso, me incomodé. Y lo hice a pesar de que dije que no lo haría porque desde ayer sabía que vendrían. ¿Cómo, quien no supiera lo que había detrás, podría entender que el funeral de Hamlet Hermann "no se cubrió"?

Ver que la mayoría de los medios sólo publica las condolencias del presidente Danilo Medina, quien decretó un día de duelo nacional, dejó a muchos aturdidos y haciéndose preguntas. Algunos dijeron, incluso, que en esta sociedad los valores están tan invertidos que no le hicimos caso al funeral de uno de nuestros más grandes hombres. Todos los que hablaron desconocían, por supuesto, que los reporteros fueron a la funeraria Blandino y que, una vez allí, fueron echados de una forma bastante agria.

Acusando a los periodistas de imprudentes y de no respetar el dolor ajeno, algo que debería discutirse porque no es cierto que todos pequemos de irrespetar a los deudos cuando nos toca la triste tarea de cubrir un funeral, uno de los hijos de Hamlet dijo que no querían periodistas en el lugar. Por ello, como la familia tiene todo el derecho del mundo a pedir que no se cubriera el responso, los reporteros se marcharon de la funeraria: nadie permanece donde no le quieren (a pesar de que la persona a la que le tocó aguantarse el boche le tenía cariño a Hamlet, un hombre que siempre estuvo muy cerca de la prensa).

Hoy cuando revisé los periódicos vi que sólo El Caribe publicó una crónica de la funeraria. Tal vez fue antes de que tomaran la decisión de no permitir que la prensa estuviera allí o quizás a ellos sí les permitieron hacer su trabajo. De cualquier manera, da igual: ver la foto que acompaña a esa historia me dolió mucho más que no haber cubierto/publicado la noticia: parecía todo menos el funeral de alguien como Hamlet. ¿Cómo si usted va a despedir a una persona como él puede estar sonriendo en el vestíbulo de la capilla?

La foto, que acompaña estas líneas, nos obliga a insistir en el triste espectáculo que se vive en las funerarias de República Dominicana: la gente va a usarla de pasarela, a dejarse ver porque hay que estar ahí y las normas mandar abrazar a los deudos y mostrar un dolor que, en la mayoría de las ocasiones, se olvida en cuando cruzan el umbral de la capilla. ¿Acaso olvidan que el ruido de las tertulias del vestíbulo se escucha dentro y es muy desagradable escucharlo?

Al final, como sucede en ocasiones, quienes irrespetaron a Hamlet no fueron los periodistas, sino sus conocidos. Esos que, como hace ahora casi todo el mundo, convierten la muerte en una fiesta y olvidan que la funeraria es un lugar para recogerse y estar tranquilos.

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