lunes, 1 de diciembre de 2014

Al padre Luis Rosario...

Cuando leí la carta del padre Luis Rosario sentí un montón de cosas. Por un lado fue un poco de indignación pero por el otro casi un poco de ternura. Su posición, como cura, es tan predecible que no debo tomar a mal sus palabras. Por ello, aunque muchas de sus afirmaciones me cayeron como un balde de agua fría, lo entendí perfectamente. Pero, ¿significa eso que debía olvidarlo? Definitivamente, no. Y es que, a pesar de que sus intenciones son en principio buenas, el tema en cuestión es tan femenino que la Iglesia debería mantenerse tres pasos atrás cuando se trata de ello. ¿Quién, acaso, debe llevar un embarazo? ¡Nosotras!

A pesar de que somos las mujeres las que tenemos que lidiar con este asunto, nos hemos pasado la vida viendo cómo los hombres presionan para que su posición sea la que prime. La Iglesia es el mejor ejemplo: compuesta por señores que quieren decidir todo lo que se hace y se deja de hacer, quiere imponer sus dogmas sobre nuestro cuerpo. Es por ello que vemos cómo el padre Luis Rosario le dice al presidente Danilo Medina que le ha decepcionado porque al observar el Código Penal le está abriendo las puertas al aborto legal en la República Dominicana (algo que no sucederá pero que ojalá así fuera porque cada mujer debería tener derecho a decidir sobre su cuerpo).

Cuando el padre Luis Rosario habla de abrir las puertas al aborto olvida decir que aquí se está hablando únicamente de los casos en los que peligra la vida de la madre, así como los de violación, incesto o cuando el feto tenga malformaciones incompatibles con la vida. Es decir, no estamos hablando de festinar el aborto, que es lo que siempre temen las iglesias cuando se menciona este tema.

Sé que para la mayoría de los católicos es difícil pensar en cualquier forma de aborto. Sin embargo, y con una cruz que cuelga de mi cuello, le diré que las convicciones religiosas jamás deberían imponerse sobre el corazón y la razón. Y es que, padre, ¿se imagina usted lo duro que debe ser parir el producto de una violación? Como hombre, seguramente que no puede ponerse en ese lugar. Yo le digo, padre, que no hay nada más terrible que ser abusada. Si encima de ello el cuerpo te lo recuerda cada día, mientras crece el producto de ese abuso, el dolor se multiplica. Por ello, a pesar de Dios, será muy difícil amar a ese bebé. ¿Y es justo que nazca un bebé rechazado, que no tendrá amor y que al final terminará siendo abandonado? Prefiero mil veces no tenerlo.

Por otro lado, padre, nadie puede pedirme que renuncie a mi vida si un embarazo puede acabar con ella. Hay quienes dicen que hay una salida constitucional a ello pero, ¿quién me asegura que el médico que me trate pensará en la Constitución en lugar del Código Penal? No hay derecho, padre, a que las mujeres sean llevadas a la tumba si no lo desean. Ese debe ser, igual que en el anterior, un caso en el que la mujer decida qué quiere hacer.

También debe ser potestad de cada quien llevar a término un embarazo que traerá consigo un bebé que no es viable. Hemos visto casos de padres que deciden hacerlo, a sabiendas de que su bebé durará horas. Pero, ¿y si no quiero pasar por ese dolor? Esa debe ser mi decisión.

Siguiendo con su carta, padre, usted dice que el cuidado y la protección del matrimonio y la familia es un asunto del Estado porque así lo consiga la Constitución de la República. Pero, ¿qué tiene que ver el aborto terapéutico con todo esto? ¿Será, acaso, que usted teme que con la despenalización del aborto (en todas sus formas, asumo) disminuyan los matrimonios que se materializan a causa de los embarazos? En ese caso, padre, puede estar tranquilo: quien decide abortar lo hace por encima del Código Penal, como sucede ahora, con la diferencia de que recurre a abortos inseguros e insalubres que se llevan a más de una hacia el otro mundo.

El Estado, padre, no debe decidir sobre los asuntos personales. Por más que la Iglesia lo desee, el matrimonio y la familia son un algo personal. Nadie puede obligarme a casarme y tener hijos. Como mujer adulta que soy, con 41 años, soy yo quien decidirá si algún día se casa y, por demás, si decide o no tener hijos. Ni Dios ni la Iglesia son quiénes para decidir por mí.

Continuando con el tema de las decisiones, que son las que de verdad le asustan, usted habla del aborto como "la búsqueda de soluciones fáciles a posibles situaciones incómodas que se produzcan como resultado de la actividad sexual, muchas veces descontrolada". ¿Aplica eso para la violación? ¿Debe la mujer cargar con las consecuencias del "descontrol" sexual de un hombre? No, padre, definitivamente no.

En el caso del sexo consensuado, sin embargo, hay una manera fácil de no tener que lidiar con "situaciones incómodas", como usted le llama a los embarazos no deseados: se llama prevención. ¿Cómo hacerlo? Mediante esos demoníacos anticonceptivos y/o la educación sexual que tanto ustedes odian. Sí, sí, padre, diga lo que quiera pero no cierre los ojos: los adolescentes seguirán teniendo sexo, de forma irresponsable, mientras queramos evadir la realidad. Hay que hablarles de sexo, decirles qué pasa si lo hacen, para que entonces retarden su inicio sexual.

Usted dice también que el tema de la "sexualidad amerita un trato respetuoso, sobre todo porque hay valores trascendentales de por medio, como es la vida, la felicidad, el respeto a sí mismo/a y a los demás, la visión del hombre en relación a la mujer y la visión de la mujer en relación al hombre, y sobre todo el amor. No es un juego de niños/as, sino tal vez el valor más sagrado que tiene la existencia humana, que merece ser tratado con respeto y dignidad".

En eso estamos de acuerdo. La sexualidad amerita un trato respetuoso y, por tanto, no debe ser penal. En ese mismo tenor, se debe respetar la forma en que cada quien decida vivir su sexualidad, independientemente de lo que entienda la Iglesia. También, en honor al respeto a sí mismo y a los demás, cada quien debe respetar lo que otro decida. ¿Cómo usted pretende, padre, decirme que me respeta y respeta el valor de la felicidad si quiere imponerme su criterio?

No entiendo, por ejemplo, que usted diga que nuestra cultura empuje a la permisividad en perjuicio sobre todo del matrimonio y la familia. ¿Es que acaso todos tenemos que casarnos y tener una familia con un montón de niños? ¿Y si eso no me hace feliz? ¿Y si no he encontrado con quién tener esa familia? Creo, padre, que el fin del individuo no es casarse y tener una familia. Si eso llega, perfecto. De lo contrario, creo que como adulta puedo hacer lo que estime pertinente con mi cuerpo.

Usted dirá, como expone en su carta, que no creo en el matrimonio y la familia. No, no se trata de eso, padre. Se trata de todo lo contrario: tanto creo en el matrimonio y la familia, esos que deben ser para siempre, que nunca me casé. Y es que, padre, yo no quería divorciarme y que mis hijos fueran producto de un divorcio.

El no haberme casado no es sinónimo, como usted da a entender, que no tenga valores éticos. Tener sexo sin haberme caso nunca, padre, no le resta nada a mi integridad. Tampoco le hubiese agregado el que me mantuviera virgen hasta el día de hoy.

Dejando de lado mi cuerpo, porque no es de lo que se trata, quiero volver a tocar el punto de la educación sexual. Usted dice que "no puede concebirse como una instrucción sobre la anatomía humana, cómo utilizar el cuerpo, cómo bloquear la conjunción de un óvulo y un espermatozoide. Las políticas de algunas instituciones privadas y hasta del Estado han ido en esta línea, que es poco educativa y no tanto humanizante".

Ay, padre, ¿por qué no dice mejor la Iglesia se sigue oponiendo a los anticonceptivos y que cree que la educación sexual se remite sólo a eso? No hay quien les entienda, padre. ¿Cómo evitar los embarazos no deseados si no es por medio de la anticoncepción? ¿Cómo cree usted, si no se explica qué sucede si tienen relaciones sexuales antes de tiempo, que se evitará que las adolescentes queden embarazas? Por otro lado, vistas las evidencias de que muchos muchachos tienen sexo, ¿no cree usted que es mejor que se cuiden para que no haya tantos embarazos no deseados y tantos abortos? Las estadísticas, padre, son la mejor evidencia de que hay que hacer algo en torno a ese tema. Y no es morbo, como usted dice, sino prevención.

Usted dice también que "la educación sexual no puede estar dirigida a una vida sexual sin proyecto de vida y sin orientación en valores". En eso también estamos de acuerdo. Sin embargo, padre, hay que ver a qué le llamamos proyecto de vida porque yo creo que el mío no coincide con el suyo. Eso no quiere decir, como usted señala, que contradiga el mundo de valores "que debe orientar a los seres humanos" (otro punto del que deberíamos haber después, por cierto). Y es que, aunque mi fin ulterior no sea la procreación, le puedo asegurar que mi sexualidad es todo lo responsable que tiene que ser.

Sé que a estas alturas usted estará escandalizado, padre. Sin embargo, debo advertirle que mucha gente siente y piensa lo mismo que yo. Y es que, padre, la sexualidad va mucho más allá de la religión. También los principios. Por eso, padre, le pido que no nos quiera imponer su forma de ver la vida. El matrimonio y la familia son hermosos. Pero deben estar basados en el amor. Nunca en una violación o en un incesto. Por ello, padre, no debemos mezclar esos casos con los demás. Hacerlo es un pecado.


PD. La carta del padre Luis Rosario:


CARTA PUBLICA AL LICENCIADO DANILO MEDINA

Distinguido Sr. Presidente:

Permítame que le hable con la mayor franqueza.
¡Qué decepción, Sr. Presidente! Usted ha hecho lo que nunca se hizo: Abrirle las puertas al aborto “legal” en la República Dominicana. De corazón le deseo que Dios lo perdone.
No me sorprendió su decisión de observar el Código Penal, pues si Usted lo recuerda, cuando era Secretario de la Presidencia, externó una posición de semejante contenido. En esto ha sido coherente.
El precedente de Loma Miranda, me permite desconfiar de que el Congreso sea también coherente con la posición que tomó y que permitió que el Proyecto de Código llegara a sus manos para la promulgación abortada.
El cuidado y protección del matrimonio y la familia, que la constitución de la República pone en manos del Estado, se tambalea cuando en alguna forma se viola el derecho a la vida de los más inocentes y se abre las puertas a la búsqueda de soluciones fáciles a posibles situaciones incómodas que se produzcan como resultado de la actividad sexual, muchas veces descontrolada.
El fin último no es defender a la mujer, madre embarazada, en riesgo de salud, sino simplemente que se abran las puertas al aborto. Cuando ya las puertasestén legalmente abiertas, ya nadie preguntará si el aborto se practica por razón eugenésica, por violación, por razones económicas y sociales, o “terapéuticas” como eufemísticamente se le llama al que parece más convincente para la opinión pública.
Su decisión le ha abierto las puertas a este tipo de solución a través del aborto, sólo falta un empujoncito de parte de los legisladores. En fin de cuentas lo que está de por medio es la filosofía de la sexualidad humana que adoptará el Estado.
El tema de la sexualidad amerita un trato respetuoso, sobre todo porque hay valores trascendentales de por medio, como es la vida, la felicidad, el respeto a sí mismo/a y a los demás, la visión del hombre en relación a la mujer y la visión de la mujer en relación al hombre, y sobre todo el amor. No es un juego de niños/as, sino tal vez el valor más sagrado que tiene la existencia humana, que merece ser tratado con respeto y dignidad.
Es cierto que, en el pasado y también en el presente, el tema de la sexualidad ha sido en algo tabú en ciertos contextos, no sólo el religioso, Pero de un tema tabú no puede pasar a recibir un manejo que caiga en la “cualquerización”, sin ningún tipo de referencia ética, quemire como normal la adopción de medidas abortivas.
Mientras en ciertos contextos el tema de la sexualidad ha sido tabú, ha coexistido una cultura permisiva y que empuja a la permisividad, en perjuicio sobre todo del matrimonio y la familia. Quien no cree en el matrimonio y en la familia, no puede tampoco creer en valores éticos en torno a la dimensión sexual, equiparándola entonces a cualquier tipo de conducta, menos la humana.
No es coherente, bajo el punto de vista lógico, lamentarse de que hay adolescentes embarazas y, al mismo tiempo promover alegremente, como política, el uso de preservativos en esa misma población que se quiere proteger, incitándola al morbo, diciéndole que es dueña de su propio cuerpo y que con él puede hacer lo que le da las ganas, aun por encima de cualquier orientación que puedan recibir de sus familiares.
Peor todavía cuando se promueve el aborto como solución a ciertos embarazos en cualquiera de las manifestaciones y que producen pruritos o comezón social.
La educación sexual no puede concebirse como una instrucción sobre la anatomía humana, cómo utilizar el cuerpo, cómo bloquear la conjunción de un óvulo y un espermatozoide.Las políticas de algunas instituciones privadas y hasta del Estado han ido en esta línea, que es poco educativa y no tanto humanizante.
La educación sexual no puede estar dirigida a una vida sexual sin proyecto de vida y sin orientación en valores.
El calificativo de “conservadora”, referido sobre todo a la Iglesia, no mete miedo a nadie ni tiene ningún tipo de efecto, ya que hoy, más que nunca, este término, en contraposición a “revolucionario”, “de avanzada” “progresista”, “liberal”, está desacreditado.
Cuando se quiere vender una práctica como de avanzada, se recurre a enrostrar el término “conservador” a quien no le hace juego a posiciones que, a las claras, contradicen el mundo de valores que debe orientar a los seres humanos. De manera que no tiene ni pie ni cabeza calificar de “conservadora” a la Iglesia porque defiende una sexualidad responsable, el matrimonio entre un hombre y una mujer, y el respeto a la vida contra la práctica del aborto.
Cualquier persona puede hacer las cosas más contradictorias y disparatadas en la vida, pero se va muy lejos cuando se pretende que la sociedad tome ese camino inadecuado.
Aunque no se trata de un tema estrictamente religioso, el que se refiere a la creación de una cultura de valores, también en la dimensión sexual, hay que reconocer que la Iglesia les resulta molesta a quienes desean implantar el caos en el tema relativo a la sexualidad.
En muchas cosas la Iglesia puede variar su posición, debe cambiar, pero en lo que se refiere al respeto sagrado de la sexualidad, al matrimonio y la familia, y en torno al valor de la vida, abandonaría su vocación humanizadora y evangelizadora si lo hiciese.
Los pecados y faltas que se producen dentro de la misma Iglesia, no justifican abandonar el camino en la búsqueda de valores, sino que más bien son signos de la debilidad humana y no de claudicación del llamado a la superación y perfeccionamiento humano.
Como siempre, señor Presidente, le deseo muchas bendiciones y pido al Señor que ilumine su mente y corazón para tomar medidas que fomenten el matrimonio, la familia, la vida y el amor.

Padre Luis Rosario

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