Hace una semana hablaron de violencia. Dibujaron un lazo blanco y asumieron el compromiso de no cometer, permitir o silenciar la violencia contra las mujeres. Así lo dijo el propio Abel Martínez, presidente de la Cámara de Diputados, en ocasión del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.
Hoy es un buen día para recordarles su compromiso. Dentro de unos minutos se sentarán a discutir las observaciones que el presidente Danilo Medina le hizo al Código Penal. Hablarán del aborto o de la interrupción del embarazo, si les suena mejor, y tomarán una decisión que nos afectará para toda la vida. Espero que, al sopesarla, recuerde su compromiso: NO NOS VIOLENTEN.
Sé que son muchas las voces que les piden que rechacen las observaciones del Presidente. Pero, ¿se ha fijado que la gran mayoría de ellas son pronunciadas por hombres? Las iglesias, sobre todo, advierten del peligro que sería permitir el aborto en determinadas ocasiones. Pero, ¿debe ponerse la fe por encima de una violación, del incesto o de la propia vida de una mujer? Hacerlo sería una forma cruel de violencia.
Seamos honestos. Prohibir el aborto, como de hecho lo está, no impedirá que nadie lo haga. Abortos siempre ha habido, y muchos, sólo que se hacen de forma muy insegura y llevan a la tumba a toda mujer que no tiene el dinero suficiente para pagar una buena clínica de esas que venden el silencio a golpe de dinero. No nos llamemos a engaño: penalizar sólo hace más fructífero el negocio de unos y más humillante la muerte de otras. La conciencia, esa a la que apelan, no viene vestida de penalidad.
Son muchos los argumentos que les están esgrimiendo. El principal es el respeto a la vida. A ese mismo respeto apelo yo: a que respeten nuestra vida y nuestras decisiones: cada mujer tiene que ser libre de hacer con su vida lo que entienda mejor y eso incluye tener o dejar de tener los hijos que quiera.
Entiendo que en una sociedad como esta es muy difícil legalizar el aborto en todas sus formas porque las consideraciones morales (de la boca para afuera, claro, porque de las puertas hacia adentro se resuelve como se pueda) pesan demasiado y sería casi como una afrenta hacerlo. Por ello, les pido que aprueben la despenalización del aborto en caso de violación e incesto, así como cuando nuestra vida en esté en riesgo.
Cada uno de esos casos representa una situación de dolor. Ninguna mujer aborta por gusto. Detrás de esa decisión hay muchas lágrimas e impotencia. En caso de que el embarazo sea producto de la violencia es aún peor: sentir que dentro de ti crece el producto de tu dolor tiene que ser algo terrible. ¡No se puede condenar a una mujer a pasar por eso! ¡Es como violarla dos veces!
Pensar en que tu vida esté en riesgo y te obliguen a morir y es todavía más cruel. ¿Se imaginan que sus esposas o sus hijas o hermanas tengan un embarazo que las puede matar? ¿Qué harían ustedes? ¿Violarán el Código Penal si penalizan el aborto? Estoy segura de que sí. Pero, ¿qué va a pasar con las que no puedan hacerlo? Arriesgarán, como lo hacen ahora, sus vidas.
Es duro hablar de esto. Resulta chocante saber que el destino de nosotras está en manos de los hombres. Siempre lo ha estado. Antes era en la de los maridos y ahora en la de ustedes, los legisladores. ¡Qué crueles son estas sociedades machistas! Al final, por más liberadas que seamos, siempre nos toca esperar por ustedes. Hoy esperamos que no nos decepcionen. Que voten en nombre de nosotras y se conviertan, al menos por una vez, en nuestra voz.
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