jueves, 9 de enero de 2014

Hoy sé que no sé leer...

Aún lo recuerdo como si lo hubiese dejado de ver ayer. Con él aprendimos las primeras palabras y, a partir de ese momento, fuimos libres. ¡Nada me hizo tan feliz como aprender a leer! Tras el "Nacho" inicial, seguimos con otro en el que nos daban lectura comprensiva. ¡Cuántos ejercicios y preguntas! La profesora nunca nos dejaba en la clase de español. Siempre andaba con la cantaleta de, ¿qué quiso decir, qué fue lo que pasó, cuál es la moraleja?... en fin, que durante los primeros cursos de la primaria no hacíamos otra cosa que "traducir" del español al español o, lo que es lo mismo, demostrar que entendíamos lo que leíamos.

Hoy, a un poco más de 30 años de esas clases (tengo 40, evítense la molestia de sacar cuentas), de repente descubro que el dinero que invirtió mi padre en el colegio no sirvió de nada: ¡no sé leer! A esa conclusión llegaron los doctos del lenguaje que han salido a defender a Marta Quéliz después que reclamara "Más respeto al regalar a los periodistas" en su columna "Fábulas en alta voz" que se publica en el Listín Diario.

A pesar de que el artículo en cuestión me pareció un espectacular ejercicio de mal gusto, había decidido no escribir al respecto por aquello de que no valía la pena ripostar un absurdo -además de que para muchos no se ve bien que uno cuestione a otros colegas (sobre todo cuando se está en algunas posiciones en las que se puede tomar como una posición del lugar en el que se trabaja y no un comentario personal). Hoy, sin embargo, decidí romper mi silencio porque me ha dado escozor leer las reacciones de muchos ante las críticas de los que entendemos que esa columna jamás debió ser escrita en un periódico de circulación nacional. Si hubiese aparecido en un blog, aunque no lo comparta, tal vez no se habría visto tan mal.

Tras aclarar que no conozco a Marta y que sólo he leído excelentes referencias de ella como persona y profesional, me sorprende que haya escrito las líneas que iré compartiendo a continuación, ya que no van con la personalidad que describen sus amigos y compañeros de trabajo.

Hecha la aclaración, y dejando por sentado que no es nada personal, me sorprende que haya quienes aseguren que Marta lo que pide es que se trate con dignidad a los periodistas. Por ello, sostienen que quienes entendimos otra cosas -que reclama que se le hagan regalos que "valgan la pena" o que los relacionadores públicos gasten su al hacer regalos- estamos perdidos: ¡no sabemos leer! Somos, a su juicio, el vivo ejemplo de la decadencia de la lectura comprensiva. Yo, que me sé totalmente ignorante desde hace bastante tiempo, pensaba que leer era lo único que se me daba. Por tanto, tal vez para defender un poco mi honra, quiero leamos juntos el artículo para ver si es que de verdad debo volver al colegio o reclamarle al Apostolado que le devuelva papá lo que invirtió en mí.

Comencemos. "Más respeto al regalar a los periodistas", reza el título. Regalar, según la real Academia es lo siguiente: 1. tr. Dar a alguien, sin recibir nada a cambio, algo en muestra de afecto o consideración o por otro motivo. 2. tr. Halagar, acariciar o hacer expresiones de afecto y benevolencia. La definición no está en discusión. Y la misma Marta lo sabe porque lo expone en el primer párrafo: "Cada vez que llega el mes de diciembre, muchas son las personas que buscan halagar a los periodistas con algún detalle". Cuando se trata de halagar, de dar una muestra de afecto, ¿qué es lo que importa? ¿Lo que dan o el gesto mismo? Si es un detalle, ¿no damos por sentado que puede ser cualquier cosa?

Y continúa: "Sé que lo que escribo a continuación puede lacerar algunas relaciones, pero no puedo dejar pasar un año más sin expresar mi sentir al respecto".
De antemano, ella sabe que se mete en terreno de muchas varas y no le importa. ¡No puede dejar decir lo que piensa de los regalos! Hasta aquí, asumo, voy bien.

Sigamos. "Lo primero es que nadie está obligado a regalarle a nadie. Es nuestro deber como medio de comunicación publicar informaciones de interés para la sociedad". Este párrafo es nodal. Nadie está obligado a regalar. Mucho menos a los periodistas, quienes nos debemos a los demás. Si partimos de ese punto, ¿tenemos derecho a reclamar? ¿A pedir "respeto" cuando se nos regale?

Pero entremos en materia. "Ahora bien, creo que a la hora de querer agradecer a un comunicador por la publicación durante todo el año de decenas de notas e historias de un tema de interés particular, debe estar por encima de todo el respeto. Ahí comenzaron mis dudas. Ella habla de agradecer a un comunicador la publicación de decenas de notas e historias, lo que parecería como si para ella el regalo se da a cambio del "favor prestado". En caso de que no sea así, ¿por qué pedir respeto? ¿Cuándo un regalo irrespeta? Para mí, hasta el momento, sólo si es vulgar, algo de muy mal gusto (y jamás reclamaría por ello, huelga decir).

Más interesante aún es el concepto del irrespeto. "No creo sensato esperar todo un año para escoger un artículo promocional como regalo de Navidad. No buscamos dádivas, no pedimos que se nos agradezca a través de algo material, pero, al menos yo, exijo respeto, si no a mi profesión, a mi persona". Para comenzar, ¿quién ha dicho que nadie se pasa un año esperando para elegir un regalo que es, a todas luces, solo un gesto? Si no busca dádivas, ¿por qué le ofende un artículo promocional (que muchas veces son super útiles? En cuanto a la profesión, mejor que no hable de ella: exigir regalos respetuosos (lo que sea que eso signifique) es un irrespeto y una afrenta al ejercicio del periodismo.

"No me importa que este sea el último año que reciba algún detalle de las tantas personas que, tal vez con buenas intenciones, recuerdan mi nombre para una época tan bonita, pero no puedo dejar de decir que ya está bueno de que al periodista se le trate como si fuera un pordiosero que se conforma con cuántas chucherías aparecen por ahí", continúa diciendo. Yo espero que los ¿detalles?, en efecto, no vuelvan a llegarle. ¿Cómo si reconoce que lo importante es que se acuerden de ella, dice que ya está bueno de que al periodista se le trate como un pordiosero que se conforma con cucherías? Amén de que es de ingratos cuestionar lo que se le regale, decir que se le está tratando cual pordiosera de demasiado, sobre todo cuando ella misma ha dicho que no es obligado que se le regale. ¿Qué ella entiende que está a su altura? ¿Algo de Prada? Exigir se acerca mucho a solicitar un soborno (me figuro que no fue su intención pero así es como suena).

Los defensores de Marta aseguran que nos equivocamos cuando le damos esa lectura a sus palabras. Pero sigamos leyendo. "Podemos interpretar esas acciones de diferentes maneras: que lo hacen para salir del paso (¿y si así fuera, qué, no hay ninguna obligación?), porque creen que no nos merecemos más de ahí (aunque merezcamos el cielo, ¿tenemos derecho a exigirlo o pretender que se nos dé eso que creemos merecer?; esos regalos ni siquiera son personales, por Dios), que matan dos pájaros de un solo tiro (como si fuera obligado, insisto), “cumplen” y a la vez se promocionan sin incurrir en grandes gastos". El final de este párrafo es lo mejor: cumplen sin incurrir en grandes gastos. ¿No es demasiado pretender que se incurra en gastos, sobre todo si hablamos de instituciones oficiales a las que les pedimos que no gasten innecesariamente?

Tal vez Marta nunca pensó en las instituciones públicas. En realidad lo que parece molestarle más es que los relacionadores públicos (sobre todos los que tienen agencias de ello) no gasten un peso de su bolsillo a la hora de regalar. No, yo no exagero. Lean este otro párrafo: "Otro detalle que no puedo pasar por alto es la actitud de algunos relacionistas que encuentran la mejor salida reuniendo cuántos productos tienen sus clientes para armar rápido una “canasta” y, sin gastar un peso de sus bolsillos, resuelven el compromiso que creen que tienen con los periodistas".

No, no hay compromisos. Pero no quiere artículos de promoción. Eso está muy claro. Por eso Marta lo puntualiza: "Ya no más agendas, ya no más artículos personalizados, promocionales, ni más obsequios que distan mucho de la personalidad de quien los recibe". Ay, qué poca personalidad tengo porque me encantan las agendas y muchos de los artículos de promoción, sobre todo los USB y las sombrillas... hablando en serio, aquí es evidente que ella espera que le regalen lo que ella quiere, algo a su gusto que, al parecer, es bastante exquisito. Bueno, tal vez no pero, ¿qué pasó con aquello de que no se cuestiona lo que te regalan (al menos no tan en público)?

El último párrafo me infartó. Vean: "Estoy segura de que mi sentir es el de muchos otros periodistas que, como yo, no trabajan para recibir un regalo en Navidad, sino para lograr que el respeto se imponga en toda la extensión de la palabra". Para comenzar, sería triste que muchos periodistas sientan lo mismo que Marta. Por otro lado, es duro que se mezcle el respto con algo tan vano como los regalos. Respeto es algo muy diferente.

Esta, al final, es la lectura que hice del artículo de Marta. Explico lo que "comprendí" para que así me digan qué fue lo que no entendí. Ella dice que no trabaja para recibir un regalo, lo que está muy bien, pero pide cosas de calidad porque los artículos de promoción no están a su altura. Hoy aprendí que no sé leer. Pero leo porque, tal vez, leyendo vuelva a aprender.

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