2014. Como el 2013, 2012, 2011... entró por la puerta sin decir nada y se instaló para marcar una nueva era. 365 días (bueno, ya 364). Dudas, inquietudes, preguntas, ansiedad... ¿con qué nos saldrás? Espero que seas grande, que te lleves menos gente que el 2013 y nos conserves lo más elemental: la salud, porque sin eso no hay nada; y a los que más queremos.
Sé que hablarte no tiene mucho sentido. Pero me gusta hacerlo. No sé por qué me entretiene hablar con el aire, la nada; como si alguien fuera a escucharme. Tal vez en el fondo lo que me divierte es oír mis pensamientos, pasarlos en limpio y decir, cual si pensara, que he reflexionado. ¡Qué lindo es jugar con las palabras (hasta nos hacen parecer inteligentes, jajajaja)!
Volvamos contigo, 2014. Quiero que nos hagamos amiguitos desde ahora porque, te lo advierto, no estoy por pasar trabajo. Hasta ahora he tomado tu silencio como una buena señal. Si no me contradices, ¿qué otra cosa puede ser sino que estás de acuerdo conmigo? (¡no se te ocurra decir nada ahora, eh!).
A pesar de que apenas comenzamos a conocernos y no tenemos claro cuál será tu personalidad, el primer atisbo que mostraste no fue nada lindo. Eso de llevarte a Soucy de Pellerano fue una jugada muy fea para el día de tu estreno. ¡Debiste traer buenas noticias, así es que se inicia un año!
Bueno, no sé. Puede que sea mejor empezar con lo malo y terminar bien. El 2013, por ejemplo, terminó a golpe de noticias tristes, llevándose a gente que queríamos. Eso no fue justo ni agradable porque, por demás, aún no les correspondía irse. ¡Qué duro es decir adiós cuando toca decir hola por mucho tiempo más!
Ay, no, que no quiero llorar. Comenzar el año así es demasiado patético -mucho más que la jornada laboral que tuvimos que agotar por aquello de "soy feliz, soy periodista"-, por lo que daré un giro radical a los sentimentalismos: ¡estamos aquí para ser felices, a pesar de los pesares y lo que puedan pensar los demás!
Ah, eso era lo que de verdad quería decirte, 2014: por encima de lo que muchos puedan pretender, durante tu reinado tengo el firme propósito de no hacerle caso a nadie. Y sí, aunque me estoy contradiciendo porque ayer dije que no me propondría nada, creo que hay casos en los que toca hacer una excepción: siempre es bueno recordar los principios básicos para tener un año feliz (jajajajaja, sí, claro, los hay). ¿El principal? ¡Qué te importe un bledo lo que diga la gente!
Después que mandes a paseo las pretensiones de los demás, casi todo cae por su propio peso. Por ejemplo, cuando las críticas y necedades no nos importan somos tan libres que tenemos mucho más tiempo para hacer lo que de verdad nos llena.
Otra cosa importante que no debemos olvidar es enterrar todo lo que no vale la pena, comenzando por las personas tóxicas, falsas, negativas... que no te dan paz y te oscurecen el panorama en cuanto las ves entrar. ¡Dales delete de tu vida!
Por otro lado, ya que estamos en esto, es bueno que durante esta nueva jornada (que será como suelen ser todas pero es lindo pensar que será diferente) decidas comenzar a hacer las cosas pendientes. ¿Por qué no? Esa puede ser una forma grandiosa de ocupar el tiempo que te quedará cuando dejes de escuchar los chismes que te andan trayendo... ¡piénsalo!
Volviendo con los propósitos, insisto en no trazarse metas. Hacerlo, sobre todo si la listica es muy grande, es la mejor manera de amargarse un año. ¡Total, si al final hacemos todo lo contrario a lo que escribimos! ¡No pierdas el tiempo atándote!
En ese mismo orden, pensando en no tener motivos para quejarnos, debemos comenzar a hacer las cosas que nos gusten y olvidarnos de los compromisos absurdos. ¡Nada obligado ni mandado por convencionalismos! Si usted no quiere ir a un sitio, ¡no vaya! Bueno, si al trabajo es diferente, jajajajajaja (aunque si te hace la vida miserable, intenta encontrar otro)!
En fin, que la única fórmula para ser feliz es dejar atrás todo lo que nos amargue. Por tanto, a ti, 2014, sólo te pido que no me traiga ninguna tragedia. Lo demás, corre por mi cuenta.
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