martes, 4 de junio de 2013

¿Qué nos está pasando?


Desde esta mañana siento una rara opresión en el pecho. Me duele el alma, aunque no sé exactamente dónde queda, producto de la tremenda pena que siento al ver los últimos acontecimientos que han tenido lugar en nuestro país.

La semana pasada vimos con horror que el sacerdote Alberto Wojciech Gil tenía al menos cinco años abusando de un grupo de menores que iban a la iglesia San Antonio de Padua, en Juncalito, Jánico. Aunque aún no se ha precisado el número de niños y adolescentes abusados, el número ronda los 14.

Pensar en un cura masturbándose mientras acaricia los genitales de un menor es tremendo. Sin embargo, fue peor aún saber que un profesor de Matemáticas, Jhonny Chevalier, felaba a sus estudiantes y les obligaba a penetrarlo analmente bajo la amenaza de que no pasarían de curso si no lo complacían. Este profesor, de 40 años, abusó de al menos tres menores en la Escuela Primaria Hermanos Trejo, de Higüey.

Todavía con el shock de esta noticia, que supimos ayer, tuvimos que conocer otra atrocidad. Esta vez los victimarios fueron estudiantes que, en un sumo acto de crueldad, penetraron con un palo a un enajenada. Ella gritaba del dolor, pedía que pararan, y ellos reían y continuaban con su violación. Un acto terrible, bochornoso y que, sin lugar a dudas, nos obliga a preguntarnos: ¿qué nos está pasando?

Es evidente que nuestra sociedad ha llegado al grado máximo de la degradación. Nunca antes habíamos visto tantos casos en tan poco tiempo. Parecería que, peligrosamente, se volverán una rutina.¿Qué hacer para evitarlo? ¿Cómo lograr que los nuestros no sean víctimas de tanta maldad y falta de principios?

Hablar de la Iglesia debería sonar a paz, a hacer el bien, actuar apegados a la ética y la moral. Por tanto, cuando quien está llamado a liberarte y darle cobijo a tu espíritu te falla de una manera tan cruel, ¿en quién puedes creer?

Lo mismo pasa con un maestro, que es un guía y un garante de la integridad de quienes tiene a su cargo. ¿Cómo alguien puede lastimar a quien está obligado a cuidar? Por más que lo pienso, de verdad, no lo entiendo.

Las respuestas, tal vez, estén en esos niños (con edades que van de los 11 a los 13 años) que no tuvieron reparos en herir, física y emocionalmente, a quien no podía defenderse. Quizás ellos creyeron que, como su razón está de fiesta, ella no siente o que no importa si algo le duele, le avergüenza, si da cuenta de lo que pasa; igual imaginaron que ella no era nada o que su locura les daba derecho a abusarla.

Si el hecho es despiadado, más lo es saber que había un grupo de niños mirando el hecho y riéndose de lo que le hacían a esa pobre mujer. ¿Cómo puede ser divertido que se mancille el cuerpo y la dignidad de una persona? Ver esto nos dice claramente que las generaciones que nos suceden están tan perdidas que aterra. ¿Qué serán esos muchachos en el futuro? ¿Violadores, vejadores, abusadores...? Inserte cualquier palabra. Quien hace o disfruta algo así no puede ser nada bueno en el futuro.

Me consta que en República Dominicana hay mucha gente buena. Pero estos animales hacen que uno se replantee tantas cosas. A veces dan deseos de marcharse a un lugar apartado, donde nada pase y no haya que preocuparse porque alguien querido tenga que sufrir por gente que ya no sabe o no quiere distinguir el bien del mal.

En días como hoy uno de deprime. Duele demasiado pensar en el país que encontrarán los que nacen hoy. El desconcierto se une a la certeza. ¡Qué bueno sería poder bajar el telón! Esta obra es demasiado trágica y dantesca.

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