Aún no ha llegado y ya ha desatado la locura. La nominación de James “Wally” Brewster como embajador de Estados Unidos ha provocado que los sectores más conservadores y retrógrados del país se pronuncien contra la decisión tomada por el presidente Barack Obama.
Los cristianos, evangélicos y católicos coinciden en rechazar a Brewster y calificar su designación como “un insulto a las buenas costumbres dominicanas” (Cristóbal Cardoza, reverendo evangélico) y “una falta de respeto, de consideración, que se nos envíe como embajador a una persona de esa categoría” (monseñor Pablo Cedano, obispo auxiliar de Santo Domingo). Cedano, incluso, dijo que “yo tengo la esperanza de que no llegue porque yo sé que si llega va a sufrir y tendrá que irse”.
Con sus declaraciones ellos dejan claro que para las iglesias ser gay continúa siendo un pecado y, como tal, estamos ante un dilema “moral” (ser gay es contranatura y, por tanto, un pecado). Ese que les lleva a olvidar, al discriminarlo, aquel mandamiento que ordena amar a tu próximo como a ti mismo.
Pero el prejuicio les lleva a hacer otras conclusiones: Cardoza asegura que las relaciones gays “no están aprobadas moralmente” aquí, mientras el padre Cedano dice que “todo el mundo sabe que nadie va a aceptar a esa persona porque eso está muy lejos de nuestra cultura”.
Amén de que la Constitución consagra el derecho a la igualdad, a la libertad de cultos, a la intimidad y el honor, así como a la integridad psíquica y moral, por lo que es imposible apelar a las leyes para rechazar la homosexualidad (que no está legalmente prohibida, por demás), ellos se equivocan al creer que todos lo vamos a rechazar. A muchos nos vale lo que los demás hagan con su cuerpo. La moral no se mide en la cama, sino en la vida.
Es por ello, porque cada cual hace de sí y consigo lo que entienda pertinente, que estaremos felices de recibir a Wally y descubrir lo que tiene para darnos. Será grandioso ver cómo muchos machistas a ultranza tendrán que romper sus prejuicios y codearse de tú a tú con un embajador que, por demás, representa a una de la más importante potencias del mundo.
Esos 4 de julio en la residencia del embajador de Estados Unidos serán ahora más memorables. ¿Se matará todo el mundo por acudir a la fiesta, como es tradicional? ¿Qué sentirán muchos, al llegar, sabiendo que están obligados a dejar su intolerancia en la puerta? El ejercicio será, definitivamente, muy bueno para nuestra sociedad.
Y es que es hora de aprender a vernos como personas y valorarnos como tal. No es cierto que, aunque haya sectores que lo quieran ignorar, la homosexualidad esté alejada de nuestra sociedad. Aquí los hay y ha habido grandes en todas las áreas. Pero, ¿qué importa qué parejas escojan? El pecado no está en la persona en el sexo de quien comparte las sábanas con uno sino en lo que uno hace con su sexualidad. Violar a alguien, inducir a un menor, maltratar física o emocionalmente... eso es pecado. Quien elija para llenar mi cama es y será, siempre, una opción personal.
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