viernes, 7 de junio de 2013

Mientras jugamos a la moral, ellas mueren


En una esquina están los conservadores, los que se oponen a todo. Al otro los liberales, los que entienden que hay que cambiar las reglas del juego sí porque sí. En el medio, los que nos vemos las cosas blancas o negras, sino que apreciamos los matices en su justa dimensión. Cada cual tiene su visión. Nadie la cambiará.

A pesar de todos nosotros, y no importa lo que opinemos, hay algo inexorable: la realidad. Contra o a pesar de ella, en ocasiones, no se puede hacer nada. Tal vez intentar ponerse por delante, para cambiar el curso de las cosas, y que las consecuencias no sean tan graves.

En cuanto al tema del aborto nunca nos pondremos de acuerdo. Siempre habrá quienes defiendan la vida en cualquier circunstancia y a riesgo de la vida misma, mientras que otros defenderán el derecho que tienen las mujeres a decidir. No tomaré partido, porque hoy es irrelevante y, además, da igual lo que piense. La realidad, al final, se impone: las mujeres seguirán abortando, nos guste o no, por lo que toca pensar en una arista que pocas veces se toca: la de la salud.

Puede que a usted le parezca todo lo inmoral del mundo. Pero, ¿qué es peor, un futuro bebé que no nazca o una mujer que muera? Antes de responder, piense en el caso de Rosa Nelis Aquino Peña, una mujer de 20 años que murió a causa de un aborto hecho en una "clínica" (la foto evidencia que de centro de salud tiene poco) que le cobró RD$3 mil pesos para regalarle la muerte.

No sabemos qué pensó Rosa Nelis cuando fue a la clínica “Salud Para Todos”, ubicada en la calle La Gaviota de Los Alcarrizos II, pero está claro que no deseaba el bebé en camino. Como solución, ya que evidentemente no tenía los recursos para otra cosa, acudió a una de esas tantas cliniquitas de barrio que hacen abortos clandestinos.

Independientemente de las razones que la llevaron a ello -desde lo económico a lo emocional-, es tremendo que Rosa Nelis haya muerto porque el sistema de salud no le ofrecía una solución segura. Y es que, por más que queramos ocultarlo, cuando una mujer no quiere tener un hijo no lo tendrá, aunque deje la vida en el camino.

La moral y la Iglesia no pueden seguirse imponiendo. Aunque para mí sea un pecado abortar "alegremente" (sin que haya atenuantes) no puedo imponer mi forma de pensar ni llevar al matadero a las mujeres que toman otra decisión. Ellas deben poder hacerlo, en condiciones, y sin que nadie las cuestione.

No sé cuántas Rosa Nelis tendrán que morir antes de que el Estado entienda que el aborto es un tema de salud pública, más que de moral o ética. Basta pensar en la cantidad de muchachas que llegan a las maternidades sangrando, con abortos espontáneos que no lo son, para darnos cuenta de que es así.

Pero este caso también nos obliga a pensar en lo urgente que es educar sexualmente a nuestros niños y jóvenes para que no haya tantos embarazos no deseados (sin ellos, no hay que hablar de abortos).

Hoy, después de tantos decires a raíz del amparo contra Profamilia, toca volver a plantear el tema de la anticoncepción y los preservativos. Una mujer empoderada de su cuerpo, con instrucción al respecto, será una mujer que difícilmente tenga que plantearse un aborto. A eso es a lo que debemos aspirar. Lo demás, es meramente un ejercicio teórico. Al final... cada cual tomará la decisión que entienda correcta.

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