No eran tiempos de muñecas. Pero casi. A los 12 años nunca nos habría pasado por la cabeza dejar a nuestros padres y “casarnos” para poder tener libertad.
Eso hizo Ileana Rubí Ovalles hace 24 días. Veintidós después moría a manos de su marido, Juan Luis Martínez García, de 18 años, quien decidió matarla para evitar a que su familia la enviara a los Estados Unidos. Luego se suicidó.
En un estilo que recuerda a las tragedias de Shakespeare, esta historia es una terrible evidencia de todos los males que estamos padeciendo. Para comenzar, es difícil entender por qué nuestras niñas han dejado de serlo a tan temprana edad. A Ileana, que hubiese cumplido los 13 mañana, le tocaba hacer demasiadas cosas antes de decidir jugar a ser mujer.
Aunque no podemos culparla por lo que hizo Juan Luis, esto no habría pasado si ella hubiese estado con sus padres.
Este caso, además, nos lleva a cuestionar la forma en que nuestros jóvenes están entendiendo el “amor”. ¿Cómo es posible que un muchacho de 18 años prefiera matar y morir antes de perder a la persona que dice amar? Amén de que nos advierte que hay un grave problema de autoestima y de machismo, esto nos demuestra que para ellos la violencia es algo tan natural que puede ser la salida más fácil ante cualquier problema.
No es casualidad que veamos a tantos menores involucrados en cruentos y absurdos crímenes. Hemos perdido el respeto por la vida y por la dignidad. Toca educar para la paz, el respeto, el amor y la igualdad. No podemos permitir las próximas generaciones se llenen de asesinos. Ya basta de tantas muertes. También de tanto abuso y dolor.
Ha llegado el momento, al calor de un feminicidio con matices más grises que la mayoría de los 110 que le precedieron,
No hay comentarios:
Publicar un comentario