Quizás exorcismo, quizás ejercicio de reflexión. De cualquier manera, no son más que palabras que se unen en un lúdico baile (sin pretensiones ni egolatrías).
jueves, 14 de junio de 2012
Un lago que aún espera que se acuerden de él
La imagen era sobrecogedora. Ver el agua a ambos lados de la carretera, besándose y fundiéndose sin remedio, estremecía a todo aquel que sabe qué había debajo de ellas: cultivos, ganado, casas, infraestructura... una vida hoy marchita.
El Lago Enriquillo se hace cada vez más grande. Sus aguas aumentan y el caudal va arrastrando consigo la esperanza de toda esa gente que vive en los pueblos que le rodean.
El Gobierno ha prometido. Pero nada ha llegado aún. El presidente Leonel Fernández, que estuvo el martes en Jimaní, parece no haber visto la carretera anegada. Quizás desde su helicóptero no se puede apreciar la tragedia de los que están debajo.
Tal es la situación que la dirección regional de Salud advirtió que hay una emergencia sanitaria en el paso fronterizo de Mal Paso-Jimaní-Haití, donde han aparecido brotes epidémicos generados por la falta de insalubridad de la zona.
Producto de ello, Salud Pública prohibió elaborar alimentos en esta área, así como recomienda manejar adecuadamente el expendio de comida. También prohibió vender jugos artesanales, mabíes, agua de funditas o frituras.
Tampoco se puede vender alimentos, los días que haya mercado, en el suelo; ni pescar en el área. En cuanto a Haití, prohíbe que se traigan desde allá alimentos, bebidas, pescados o medicinas (a menos que tengan registro sanitario de República Dominicana).
Mientras esto sucede, en la capital se dibuja el sueño de un Nueva York chiquito. Hay metros y corredores. Pero la gente del Lago, ¿cuándo le importará a alguien? ¿Dejarán que se ahoguen?
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