jueves, 28 de junio de 2012

Que el silencio vaya más allá de la zona colonial

La noche cae. Los ánimos, de repente, se encienden. La vida se vuelve festiva y la ciudad, que todo lo puede, se convierte en un aquelarre en el que los sueños más absurdos buscan realizarse.

Muchos quieren evadir. Buscan en los bares, cafés, lounges, discotecas o como se le quiera bautizar... lo que no encuentran dentro de sí. Junto a la música, el ambiente y la compañía, además de algún trago, se entregan al olvido.

Algunos se entregan tanto que olvidan a los que le rodean. Van a espacios en los que no existe el respeto y se violenta, a golpe de diversión, el derecho más elemental de cada individuo: tener paz.

Ahora, después que las autoridades le pusieron coto al ruido en la zona colonial, deberían hacer lo propio en otras áreas que también se han convertido en un infierno para quienes viven allí. Por ejemplo, para citar casos puntuales, vayamos a Piantini.

Comencemos con la Lincoln, una calle otrora tranquila, que es ocupada por grupos de bebedores que ni siquiera respetan la Clínica Abel González. Hay gente, como mi papá, que en los tiempos de chercha se va de su casa porque no puede dormir allí. La misma suerte corren los vecinos de Mamajuana Café (Roberto Pastoriza 461), un lugar con grandes bocinas en la terraza que coloca los más terribles dembows a insoportable altura y a horas de la madrugada. ¿Quiere verificarlo? Busque en YouTube “Mamajuana Café en Santo Domingo”.

Denunciado mil veces, este sitio viola la ley pero Interior y Policía le premió con la extensión de horario. El caso, en los tribunales, no avanza. ¿Necesitarán la bendición del Cardenal? A él, definitivamente, lo oyen. Sólo tuvo que tronar, desde el púlpito de la Catedral, y las autoridades fueron prestas a cerrar los establecimientos denunciados con anterioridad por los párrocos de la zona colonial (a quienes no les hicieron caso, valga la aclaración).

Hoy nos toca a todos poner de nuestra parte para que estas cosas no sucedan. Comencemos por no ir a esos lugares que violentan los derechos de los demás. Al escuchar los acordes de una canción, pensemos en lo que podrían significar para los que viven cerca de allí. No seamos cómplices. Al hacerlo, nos convertimos en sus verdugos.

Sé que muchos pensarán en que tienen "derecho al esparcimiento". Pero, ¿por qué no exigir que todos los espacios de diversión tengan sistemas de insonorización para que así podamos ir sin lastimar a nadie? También es hora de recordarle a las autoridades que que su deber es que los locales cuenten con parqueos, de manera que los clientes no molesten a nadie. Vivir en comunidad es aprender a respetarnos. No podemos ir a fastidiarle la vida a aquellos que están en su casa.

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