De repente el tiempo se detiene. Una luz parece iluminar cada figura que salta a la caza de la noche. Está ella, con traje de evocación pirata, guiñándole un ojo a la luna; y él, cual Ken, luchando contra unos años que llegan inexorables.
Ambos, como la mayoría, juegan a ser. Disfrazados de artistas, representan su propio papel mientras beben un trago de quién sabe qué. Al verlos, cual si soñaran, no pude más que reírme y preguntarme: ¿por qué hay gente del medio que tiene que hacer un esfuerzo tan grande por parecerlo?
Si bien es cierto que hay gente famosa y normal, esos no hacen ningún esfuerzo por llamar la atención. Su presencia, que nunca es simple, es suficiente. Y lo saben. Por eso no insisten en verse, ser o parecer; son lo que son y punto.
Pero los wannabe, esos que a veces son tan extremos que quieren convertirse incluso en lo que ellos mismos fueron un día, no parecen enterarse de nada. Tal es su deseo de encajar que no ven que la rosca se ha corrido.
Y bailan. Al ritmo que les echen, mueven los pies y hacen una mueca. No piensan en quien les ve y está pendiendente, por qué no, de todo lo que sucede. Pero qué más da. Complejos aparte, no hay nada como vivir en libertad. Ah, y ser feliz con lo se tiene y se es. Olvídense de "querer ser". ¡Los wannable se reconocen!
Y a veces quieren convertirse en algo que no son y que muy bien saben no llegara a ser.
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