Quizás exorcismo, quizás ejercicio de reflexión. De cualquier manera, no son más que palabras que se unen en un lúdico baile (sin pretensiones ni egolatrías).
jueves, 20 de enero de 2011
Esta vez, Oppenheimer
Ríos de tinta se han desvanecido en el tiempo. Con ellos, se marcharon las palabras y todo volvió a ser origen, a ser nada. De repente, como siempre, descubrimos la luz en alguien que viene a contarnos qué somos, qué debemos hacer.
Con la llegada de Andrés Oppenheimer, a quien le externo todo mi respeto, volvimos a ser circo y a jugar al tonto. Cual si nunca hubiésemos sabido qué hacer, lo trajimos para que nos dé unas buenas clases de educación. Y así, a pesar de qúe él mismo reconoció que es poco lo que sabe de nuestra realidad, quisimos creer que nos daría la clave para resolver el problema.
Pero resulta que Oppenheimer no nos ha dicho más de lo que ya teníamos claro: hay que invertir en la calidad de la educación; capacitar a los maestros y darles un mejor estatus social.
Son muchos los estudios y diagnósticos que se han hecho del sistema educativo dominicano. También muchas las propuestas que han quedado engavetadas. La última, la más dolorosa, fue la del consultor francés Jacques Attali, quien recomendó elevar el presupuesto del sector al 4% del Producto Interno Bruto (PIB), tal como ordena la Ley General de Educación 66-97.
Mientras a Atalli le pagamos un millón de dólares para que nos dijera todo lo contrario a lo que haríamos; a Oppenheimer lo trajimos para que nos diga que debíamos haber hecho lo que decidimos no hacer.
Entre Atalli y Oppenheimer hay muchas voces criollas que han sido totalmente ignoradas. Tal parece que, en un delirio esnobista y masoquista, el gobierno prefiere hacerse el haraquiri delante de expertos extranjeros que nos repiten las historias que ya nos sabemos.
Pero ¡Basta de historias!..., tal como dice la primera parte del título del libro de Oppenheimer. Estamos cansados de la actitud del gobierno en torno al problema educativo: queremos que los funcionarios dejen los discursos altisonantes, se olviden de los invitados de prestigio y se pongan a trabajar.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario