Esta ha sido una semana extraña. Por antojos del azar el pasado ha regresado vestido de mil maneras distintas. He recordado épocas y personas diferentes, anécdotas dispares... sin quererlo, porque jamás me lo propuse, he hecho un repaso de los últimos tiempos. ¡Qué bien me he sentido al hacerlo!
Generalmente cuando miramos hacia atrás lo hacemos llenos de nostalgia. Muchas veces añoramos lo que dejamos, bajo la falsa premisa de que el pasado siempre fue mejor, y nos lamentamos pensando en aquello que ya no está (a pesar de que, en ocasiones, nosotros mismos hayamos tomado la decisión de irnos).
Hoy todo es diferente para mí. Con circunstancias nuevas, llena de un optimismo que nunca antes había conocido, por primera vez estoy segura de que este tiempo es el mejor: lo grandioso está hacia adelante y, por ello, camino en esa dirección. El pasado, que ya ha quedado a lo lejos, no puede tocarme: ¡ninguna sensación es mejor que esa: la que da la liberación!
Tal vez si me lo hubiese propuesto no hubiera podido lograrlo. El olvido llega cuando no lo buscamos. ¡Qué antojadizo es! Tanto esperarlo, llamarlo y buscarlo y vengo a descubrir que llegó cuando no me acordaba de él. ¡Para olvidar hay que soltar y dejar de pensar!
Sí, sí, no me mires así: siempre es posible hacerlo. Sé que piensas que tú no, que no podrás olvidar, que la vida es terrible, que el desamor te agota, que necesitas fuerzas... ¡deja todo eso! ¡Tienes que entretenerte, buscar cosas nuevas, leer, ir al cine, perder el tiempo: cualquier cosa que te aleje de los pensamientos que te agobian!
Hace justo un año comenzó mi "debacle". El piso se comenzó a mover, las cosas se torcieron, volvieron recuerdos difíciles, las dudas, la incertidumbre y todas esas sensaciones que preceden al cataclismo final. El proceso fue lento, pasaron unos meses, llegó el desgaste y la ruptura. Y oh, caramba, tras las dudas iniciales se presentó la certeza más absoluta: nadie puede vivir en un ambiente en el que no sea plenamente feliz.
Pero la felicidad va mucho más allá de estar con alguien -que es divino, por supuesto-: es estar bien con uno mismo, sentirse en paz, no tener conflictos alrededor, buscar aquello que nos hace plenos. Suena difícil, cuando uno está hundido, pero la verdad no es nada complicado: es puro asunto de actitud.
No, no me he vuelto loca aunque parezca. La actitud, aunque a veces pensemos que no, es la mitad del pleito: si vemos las cosas bien irán bien pero si las vemos mal se irán para el carajo. ¿Qué hay cosas que no dependen de nosotros? ¡Es cierto! Pero hay muchas que sí podemos controlar: ¡hagamos que esas funcionen! De hacerlo, estaremos mucho más cerca de la felicidad. ¿Qué te cuesta intentar?
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