jueves, 13 de marzo de 2014

Carta al aire... ¡qué preocupación con esas niñas!

Hoy no quiero ningún interlocutor. Prefiero pensar que nadie me lee, que le hablo al aire y que este desahogo logrará que pueda quitarme de encima muchas cosas.

Estoy agobiada. No puedo negarlo. En los últimos días he guardado demasiadas iras. Y sí, aunque sé que no debería acumularlas porque sólo dañan, hay dolores que son inevitables. Hoy, como muchas otras veces, duele demasiado ser mujer.

Esta semana ha sido triste. Primero tuvimos un 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, una jornada que en sociedades tan absurdas como la nuestra ha terminado siendo un despropósito; la mayoría de las mujeres se felicitan, los hombres nos hacen falsos halagos y el día se convierte en una fiesta devocional que le da la espalda al origen e intención del 8 del marzo: reclamar nuestros derechos, esos que no hemos alcanzado aún, y llamar la atención acerca de lo vulnerables que aún somos.

Al día siguiente, después de haber sorteado de la mejor forma posible el 8 de marzo, me encontré con la Carta a mi hija, de Alejandra Cardoza, que fue publicada en el periódico Hoy con motivo, paradójicamente, del Día de la Mujer.

En esa carta ella le decía a su hija que quería explicarle, a propósito del 8 de marzo, quién era y para qué está aquí en la tierra. Antes que eso, sin embargo, decía que los grupos feministas lucharon para reclamar la libertad que debían tener las mujeres, bajo un lema principal: “La igualdad de género y el empoderamiento de la mujer”.

"Si bien lograron sus propósitos, los cuales han sido positivos en algunas áreas, su logro también abrió un río furioso el cual no ha encontrado cauce", apuntaba después, para hacer hincapié en que su hija no nació mujer "el día que este grupo decidió vociferar sus deseos, tú naciste mujer por obra y gracia de Dios, quien te hizo: valiente, inteligente, fuerte, sabia, trabajadora, noble, amante, servicial y generosa. Como un regalo al ser creada a Su imagen y semejanza, Dios determinó tu propósito aquí en la tierra".

Tras leer esos primeros párrafos me pregunté, ¿qué habría sido de nosotras si un grupo de mujeres, muy valientes, no hubiese decidido "vociferar sus deseos? Antes que nada, Alejandra Cardoza no hubiese sido, desde el domingo pasado, tema de conversación: su artículo jamás se habría publicado, en un verdadero ejercicio de pluralidad, en un medio de comunicación.

Por otro lado, ninguna de nosotras tuviéramos una profesión ni un cargo de ningún tipo, mucho menos un negocio ni nada que se le parezca: estaríamos recluidas en casa, haciendo los quehaceres del hogar (ese que tendríamos primorosamente decorado), cuidando a los niños, complaciendo al marido y casi negándonos a pensar porque hacerlo, si se reflejara en contra de los deseos de los hombres, nos saldría demasiado caro.

Tampoco votaríamos, tendríamos cuentas de ahorros, tarjetas de crédito, carro ni ninguna de esas cosas que eran exclusivas de los hombres. ¡Cuánto nos ha costado tener el derecho a ser, estar y acceder para que se reduzca a un simple "vociferar sus deseos!

Dejaré a un lado que para Alejandra los "deberes, derechos y responsabilidades más importantes" de su hija "fueron establecidas por Dios en Su palabra, la Biblia, el único manual que nos hace verdaderamente libres" porque es asunto de ella y de su familia que entienda que "ir en contra de estos principios bíblicos nos hace esclavas de un sistema de destrucción" ¿? y que el "valor te lo ha dado Dios, el Creador del universo y si buscas con determinación obedecer Su Palabra serás una mujer conforme a su corazón".

Siguiendo con la carta, sí estoy de acuerdo con que "tu valor no te lo da un hombre, una mujer, una casa, un trabajo, una carrera, o el dinero". El valor, aunque para ella es obedecer la palabra de Dios, nos lo da lo que realmente somos. Pero sigamos. Alejandra le dice a su hija que sea femenina, no feminista. "La feminidad (lo que sea que eso signifique) la creó Dios, sin embargo el feminismo es un movimiento egoísta y sin propósito piadoso, el cual nos instó a morder una manzana llena de gusanos".

Llegado a este punto me quedé en shock. Aunque nunca me he considerado feminista sino algo a lo que quise llamar en su momento normalista (esa es otra discusión), me pareció tremendo que una mujer crea que el movimiento feminista sea egoísta y sin propósito piadoso. ¿Acaso las feministas luchan por algo personal? No, no piden algo para sí, sino para todas: ¡que tengamos los mismos derechos que los hombres y que podamos accesar a las mismas cosas! Eso es lo menos egoísta que he visto en el mundo: ¡luchar por todas las mujeres es mucha lucha -además importante-!

En cuanto a lo piadoso, si se traduce en religioso Alejandra tiene razón. Sin embargo, piadoso significa que actúa con piedad, bondad y compasión. Nada más piadoso ni lleno de bondad que luchar por las hermanas, sobre todo las que peor lo pasan.

Piedades aparte, porque no soy demasiado experta en eso, es tremendo para mí leer que una madre le dice a su hija esto: "cultiva la belleza incorruptible, lucha con coraje y convicción del Espíritu para ser una mujer virtuosa (Proverbios 31), sumisa, modesta, respetuosa, de espíritu afable y apacible (1 Ped.3: 1-6)".

Virtuosa, sumisa, modesta, respetuosa y apacible. Tras hacer una búsqueda más detallada de lo que es una mujer virtuosa, esa que se parte el lomo en el trabajo y en el hogar, quedé con taquicardias: es una mujer incansable, que siempre está presta a complacer los deseos del marido, utiliza bien su tiempo, cuida de su casa, se mantiene bella y mantiene su cuerpo y espíritu en buena salud, sobre todo porque su cuerpo es el templo del Espíritu Santo y es importante para su marido.

En fin, que es bueno hacer las cosas bien pero de ahí a la casi esclavitud virtuosa hay un trecho, así como aquello de ser sumisa, respetuosa y apacible, lo que suena a todas luces a vivir con resignación bajo un yugo externo: el del marido. ¿De verdad que las mujeres pías quieren eso para sus hijas? He encontrado muchas que no pero queda la duda.

Por otro lado, ella decía que tiene el temor de que "en 20 años no encontrarás mujeres que sigan el modelo bíblico de su rol, aun dentro de la iglesia de Dios. Por eso me esfuerzo y oro e intento todos los días ser la mujer que Cristo quiere que yo sea para dejar en ti un legado de devoción a la obediencia a Dios".

En este punto uno se pregunta: ¿qué es el modelo bíblico del rol femenino, cómo se vive con devoción obedeciendo a Dios? ¿Es siendo una mujer queda, sumisa y sometida ante el esposo, tal como se desprende en muchas lecturas bíblicas? ¿Tiene que ser una mujer que acepte los "designios" de Dios, tales como todos los hijos que él le envíe... y se dedique a hacer del hogar su paraíso y el de los suyos? Si ese es el rol bíblico, ¡qué bueno que ya no vaya a existir! ¿Cómo podemos pretender que nuestra vida esté supeditada a los deseos de otro? ¡No lo entiendo!

No, no puedo seguir con la carta. A pesar de que pasaron días desde que se publicó, no puedo continuar. Duele demasiado pensar que hay niñas que son educadas bajo ese influjo. ¿Qué será de sus vidas al crecer? ¿Dejarán que el machismo las domine o se rebelaran en contra de lo que les han dicho que son? No lo sé.

Lo que me preocupa es que esas niñas sean en el futuro mujeres como las que han redactado el nuevo Código de Familia, un instrumento diseñado bajo muchos dogmas que limitan la libertad. El Estado también quieren quiere someternos. Así, como el macho bíblico, entiende que nos debemos a su voluntad. ¡Qué triste que retrocedamos tanto!

2 comentarios:

  1. El avance de los derechos de la mujer son indetenibles, por más constitución, código, o dogma religioso; el espacio natural de la mujer es el de la igualdad plena. Hay que seguir luchando por una sociedad más inclusiva y justa.

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  2. Tal parece que esa lucha va para muuuuuuuy largo.

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