jueves, 31 de mayo de 2012

Cuando la irracionalidad impera, toca desarmar



Mayo ha sido un mes duro, triste, difícil. Al compás de las heridas a la democracia, hemos visto cómo la sociedad se retuerce del dolor, la impotencia, la desgracia. La sombra de la muerte nos ha cobijado y, con ella, nos ha gritado a la cara que el país se destruye sin que nadie haga nada para evitarlo.

Cincuenta y una personas murieron durante este mes. La mayoría cayó víctima de la delincuencia que, aunque se niega desde los círculos oficiales, nos mantiene en un estado de estrés. Todos conocemos a alguien que ha sido asaltado o tiene un amigo que lo fue. El círculo se va estrechando mientras a nosotros, tristemente, nos queda más que rezar para que no nos toque.

Los robos mortales nos han llenado de indignación. Pero también los feminicidios que, como plagas, van aumentando año por año. Mientras eso sucede, el machismo sigue paseándose por todos los rincones y la educación queda como una anécdota.

Pero si la educación está ausente, la tolerancia y la razón parecen haberse ido en yola. ¿Cómo se explica que una persona mate a otra por un accidente de tránsito, un pisotón en una discoteca o una deuda? El primer caso aconteció en Santiago, donde Francisco José Almánzar Jiménez fue asesinado por Carlos Ramón Agramontes Castillo tras discutir por un choque.

Las víctimas del pisotón, Darvin Mateo Peguero y Kenia Berigüete, fueron ultimados en Haina por José Arismendi Hidalgo Michelle; mientras que Luis Rafael Díaz Mora mató a su socio Edwin Vladimir Mateo Machuca por una deuda (este fue el caso de Bella Vista Mall).

Ante esta realidad se impone que volvamos sobre el tema del porte de armas. Aquí hay demasiado animal con licencia para matar. Urge que se controlen más los permisos. Cuando la irracionalidad impera, evidentemente, toca desarmar.

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