El escenario era impresionante. Hecho para brillar, le daba un aura de grandeza a su alocución. Y él, que parece regodearse en la vanidad, lucía tan desenvuelto y seguro que se veía formidable.
Aunque siempre es un gusto verlo hablar, amén de que no todos lo entiendan, el lunes todo se gestó para que el presidente Leonel Fernández mostrara al mundo que no hay teoría que se le resista.
La clase de economía fue muy buena. En eso han coincido muchos. Leonel demostró que domina el tema, ese que ahora ocupa tanto su agenda que le ha hecho olvidar otras cosas.
En estos días hemos visto que el Presidente ha enviado misivas a los rincones más perdidos del mundo para pedirle a presidentes, reyes y líderes que se unan para combatir la especulación en los precios del petróleo y los alimentos en los mercados financieros. Para ello irá al corazón de la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU), donde propondrá crear una comisión reguladora que evite esta especulación.
Mientras el Presidente se ocupa de ese asunto, muy importante porque “aumenta la cantidad de pobres en el mundo y amenaza la gobernabilidad”, se olvida de otro fundamental: el de la seguridad ciudadana.
Si bien es cierto que el petróleo nos golpea, es peor que no podamos salir de casa. Pero ese, aparentemente, es un tema demasiado local y pequeño para un líder tan grande que necesita amplios escenarios.
Hoy confieso que me gustaría ver a un Leonel Fernández más pequeño, menos teórico y más llano, que se siente a hablarnos de lo que nos lastima cada día. Que piense en nosotros, no en él.
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