martes, 13 de septiembre de 2011

Cuánta sangre veremos derramar



Hoy lastima leer el periódico. Como desde hace días, la sangre parece salpicarnos a través de cada letra, cada imagen que nos habla de los que han caído. Ya nuestro país dejó de ser el que fue. Atrás quedaron los días en los que la tranquilidad formaba parte de nuestra cotidianidad.

La violencia se ha enquistado en nuestra sociedad y cada amanecer nos sorprende con nuevas historias de dolor. Algunas se tiñen de ese velo desgarrador que cubre la violencia intrafamiliar, esa a la que por años no le hemos hecho caso por aquello de que es algo muy íntimo y personal. Hoy hay que mirar de frente esa realidad. Ya no se trata de un caso aislado en el que el marido golpeaba a la mujer y todos daban la espalda. Estamos hablando de que permitirlo es la antesala de la muerte.

No sé qué más tiene que pasar en este país para que nos demos cuenta que estamos mal. Tampoco sé qué esperan las autoridades, el gobierno, para hacerlo algo real. Porque, ¿nos van a decir que el encuentro en Santiago es la panacea de nuestros males?

Es importante que, ante los casos de sicariato que se han registrado allá, se hable del problema que afecta a esa región. Pero ahí no queda la cosa. No pueden despacharnos diciendo que es un asunto de orden mundial que los carteles de la droga se han enquistado en la zona Norte. Eso no es suficiente.

A nadie se le ocurrió decirnos cosas que esperábamos escuchar. Por ejemplo, ¿qué pasa con los atracos a toda hora? ¿Qué van a hacer con los delincuentes que se roban una vida por cualquier objeto de escaso valor? ¿Y qué de la gente que está dispuesta a matar por cualquier pleito conyugal? No hemos escuchado respuestas a ninguna de esas situaciones. Nos dijeron que llevarán un departamento de inteligencia a Santiago, 25 motores, uniformes y equipo de comunicación. Con eso, ¿resolverán el problema?

Quizás a Santiago le ayude un poco. Al resto del país, sin embargo, no. Pero nosotros no hemos sido escuchados. Puede que el gobierno no vea lo que sucede en muchos barrios de la capital y el interior del país.

Tal parece que la seguirdad ciudadana tiene dos aristas muy claras. Una es la del gobierno, que sólo ve el sicariato y los crímenes del narco. Otra es la nuestra, la que sufrimos los ciudadanos que ya no nos sentimos seguros. Da pena que hayamos dejado la paz a un lado. Peor aún que el gobierno, que debe darnos una respuesta, calle tanto.

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