lunes, 24 de agosto de 2015

Tres años de mucha propaganda

Cumplidos los primeros tres años de Gobierno, hemos aprendido unas cuantas lecciones. Una de ellas, tal vez la principal, es el poder que tiene la propaganda: con un equipo de relaciones públicas envidiable, el Gobierno se destaca por las eficientes campañas de promoción que realiza cada día, invadiendo dulcemente nuestros espacios con historias vestidas de color que provocan sonrisas en los más incautos.

Su eficiencia es indiscutible. Saben cómo trabajar, cómo manejar la imagen del Presidente y lograr, como si fuese de forma espontánea, que todos hablemos de él. El equipo es grande -y por momentos se agranda más a golpe de rescatar desempleados- y está diseminado por todas partes: el Dicom hace tiempo que les quedó pequeño.

Hoy recibimos tantas notas de prensa de instituciones del Estado que muchas veces las obviamos. De ponerlas todas los periódicos no le ofrecerían nada más a sus lectores: la maquinaria trabaja bien, alineada y engrasada, y se mantiene en constante movimiento. No hay un día de la semana en el que no llegue una gran historia: hasta las tragedias del 911 se han convertido en hermosas y llamativas narraciones -aunque muchas veces no tienen ninguna esencia-.

La llegada de Danilo Medina ha marcado un nuevo estilo en la Presidencia de la República. Aunque es un presidente distante, a nivel de la prensa que cubre el Palacio, eso nunca se nota: las informaciones fluyen, cual si salieran de un manantial, de las oficinas del Dicom; ¡quién diría que hay días en los que los periodistas llegan de su fuente sin nada en las manos!

Alérgicos a las entrevistas, la mayoría de los ministros ha copiado el ejemplo de Palacio: envían sus notas, interesadas, y pocas veces están prestos a ser entrevistados. Los funcionarios medios, tal vez orientados por sus jefes, también han hecho del silencio su norma: ¡qué difícil es lograr que hablen!

Pero ahí no queda todo. Con anuncios en la mayoría de las páginas digitales y blogs que publican/reproducen noticias, el Gobierno se ha destacado por masificar la publicidad estatal. Ya no es cosa de grandes medios, como antes: el pastel se ha repartido pero, al hacerlo, también se han conquistado muchas lealtades que han sido puestas a prueba en más de una ocasión.

Así las cosas es mucho el dinero que se invierte para decir lo que se hace y/o para vender una ilusión de lo que se está haciendo (recursos que hacen falta para otras cosas, por demás). Tan democrática es la inversión/gasto en publicidad que muchas voces se han rendido ante la magia de las ejecutorias de este maravilloso Gobierno.

Cual si estuviese poseída, hay gente que parecería dedicarse exclusivamente a replicar y reproducir los contenidos que son creados para promover a Danilo. Una parte de esas personas ni siquiera cobra nada por hacerlo. Y ahí radica la grandeza de la propaganda gubernamental: convence a la gente que, a su vez, se convierte en promotora de las campañas que se gestan en el seno del Gobierno.

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