domingo, 23 de agosto de 2015

Como Franchesca, todos estamos en peligro

Cuando veo una patrulla policial, generalmente, tiemblo. Si me detienen es aún peor: ¿saldré ilesa de aquí?, me pregunto mientras le hago caso al oficial de turno en un intento de no perecer por ponerme de necia. Hasta el momento no ha pasado nada: ven que es una mujer al volante y sólo atinan a decir "váyase, doña", dejándome con el mal sabor del susto y de sentirme, inefablemente, mayor.

Al dejar a la patrulla detrás, aunque a veces me siento mal por dejarme embargar por un miedo que a veces suena hasta irracional, siempre llega el alivio. También la indignación: ¿cómo es posible que uno viva en un lugar en el que le tema a la autoridad? ¿Cómo hemos llegado a un nivel de degradación tan terrible?

Es desolador saber que los hombres a los que les pagamos para cuidarnos son los mismos que nos lastiman, que destruyen nuestros sueños y que nos roban hasta la vida misma. La última víctima de ellos fue una chica de rostro dulce, con apenas 19 años y que, paradójicamente, estudiaba periodismo porque quería contribuir a mejorar la sociedad.

Ver la sonrisa de Franchesca Lugo Miranda en todos los periódicos de ayer fue desgarrador. Apenas comenzaba a vivir, le faltaba casi todo por hacer pero no, no la dejaron: fue asesinada por dos policías y un expolicía que querían robar un carro para "cumplir con un encargo"; ¡eran ladrones!

¿Cuántos más, como los rasos Emilio Alexander Suazo Suazo y José Manuel Piña Marte, así como el expolicía Joan Manuel Genao de la Rosa, andarán delinquiendo por las calles de la ciudad? ¿Cuántas personas más caerán víctimas de sus balas, presas de la ambición desmedida que les lleva a ser representantes de "autoridad" de día y delincuentes de noche?

La muerte de Franchesca duele y duele demasiado porque nos repite, por enésima vez, que la Policía está más podrida de lo que recordábamos (sí, por momentos tenemos delirios de olvido y pensamos que las cosas están bien). También nos alerta y nos dice, de nuevo, que todos estamos en peligro.

Mientras tengamos una Policía corrupta, a la que no le importe atentar contra sus ciudadanos, no estaremos protegidos. En cada escándalo, en cada gran asesinato, hay agentes policiales envueltos. Mientras eso sucede, la ley que reformará la Policía Nacional sigue dando vueltas en el Congreso Nacional.

Pero eso no es todo. La desidia de las autoridades policiales, que nunca le han puesto coto a sus oficiales y permiten que suceda de todo en sus filas (tal vez porque les garantiza a ellos mismos favores de esos que no pueden nombrarse), se suma la ceguera del Gobierno, que se concentra en promover los logros del 911 y en afirmar que el patrullaje mixto ha reducido la delincuencia.

Como si eso no fuera suficiente, así como para ponerle la guinda al pastel, el procurador Francisco Domínguez Brito, se acaba de despachar diciendo que Santo Domingo es una de las ciudades más seguras del mundo en cuanto a ocurrencia de muertes por homicidios. ¿Será que no lee los periódicos ni ve las noticias?

¡Así de desprotegidos estamos! Con una Policía que nos mata y un Gobierno que se dedica a la propaganda para tranquilizarnos a todos, vivimos en la cueva del lobo. ¿Lo peor? ¡No podemos hacer nada! ¿Será que tendremos que irnos? Sería terrible.

5 comentarios:

  1. Lo peor no es que la policía sea corrupta, ni que atraque, la corrupción se encarga de eso y se nutre de lo mismo. No es que se haga la propaganda descarada, es una consecuencia de obtener poder y mantenerlo a toda costa. Lo peor lo grave es que no hagamos NADA y que en 1 mes el dolor y la indignación sea para familiares y amigos.

    ResponderEliminar
  2. Y sin embargo no pasa nada. No tenemos sistema de consecuencias para los corruptos.

    ResponderEliminar
  3. UN ayyy es el.escuchado, el temor y la indignación envuelve el corazón, una vida que apenas comienza, un hijo del.diablo que no tiene conciencia, y unas autoridadades que solo le inteteza su cuenta bancaria.

    ResponderEliminar